Por Marcial Aviña Iglesias
En su cuenta de… -¡Ay, Elon Musk! Me gustaba más escribir “Twitter”, que “X”, pero bueno, como dueño de su atole, le puede dar las meneadas que él quiera-, el filósofo español Fernando Savater, escribió: “El terrorismo se ejerció para algo y ahora estamos en ese algo”. En ese algo en que los humanos, esos seres tan inteligentes y libres -en ese concepto de que la libertad consiste en hacer lo que las leyes nos permiten-, y que hasta el momento no lo hemos demostrado.
Humanos. Especie tan egocéntrica, tan chingona, nos sentimos superior, que el planeta nos pertenece, pero que con un temblor o una enfermedad pandémica, nos atemorizamos y regresamos a las cavernas, o sea, damos un salto pa’ atrás darwiniano. Eso sí, somos la civilización, abusando de la socialización a tal grado que cuando alguien comete un delito o cierta atrocidad, le quitamos la condición humana, nos atrevemos a clasificarlo como un salvaje, un monstruo, una bestia. Es como si nos pusiéramos una venda en los ojos, negándonos a admitir que un ser humano puede llegar a ser un asesino, un terrorista, un violador, un acosador sexual y/o un abusador de infantes.
Rechazamos todos esos actos, simplemente, porque consideramos que las personas no somos animales. ¡Híjole, creo que pensar así, es ofender a la especie animal! Los lobos ni los leones violan, tampoco declaran guerras o torturan a los mismos de su especie por diversión. Es el homo sapiens quien mata por matar, por causar daño al prójimo, por ambición, por diversión, por celos, por envidia, por religión, por vanidad, pues nos creemos tan supremos, la mejor especie que existe sobre la tierra, por eso inventamos las armas, la silla eléctrica o la guerra, mientras que al animal quien, por no pensar, es incapaz de hacer algo así. Creo que ha llegado el momento de dejar de escribir, y recordar otro texto que Savater … -no puedo escribir tuitear y menos el adjetivo tuitero, brrrrr- posteo: “Las lenguas tienen 2 grandes enemigos, los que las imponen y los que las prohíben”, y la verdad, yo no quiero pertenecer a ninguna de esas castas sacerdotales.
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