Por Laura Fernández Palomo
El “tío (Abdelmadjid) Tebboune”, como llaman algunos argelinos al presidente, “ammi” en árabe, opta a un segundo mandato llamado a estabilizar el sistema político argelino que tambalearon las protestas de 2019 y, que una vez consiguieron la retirada de su predecesor, Abdelaziz Buteflika, exigieron un cambio estructural.
De talante afable y paternalista, asumió su primer mandato en los comicios de ese año con un programa de reformas para una “Nueva Argelia” que, si bien no sació las demandas de quienes insisten en dar la vuelta al régimen poscolonial, consiguió la resiliencia necesaria para restablecer el equilibrio.
Aun candidato independiente, es considerado un hombre del sistema, que concurre con el apoyo de 11 partidos políticos, incluido el emblemático y primera formación del Parlamento, Frente de Liberación Nacional (FLN).
Su perfil tecnócrata le hizo ascender en la Administración de director de proyectos a nivel regional a ministro, donde destacó en Vivienda (2012) al supervisar proyectos destinados a realojar a la población desfavorecida.
Tras un corto retiro volvió al poder con Buteflika y, ante sorpresa de todos, asumió una breve jefatura de Gobierno de 3 meses cuando se enfrentó en 2017 a la oligarquía del poder, por lo que su destitución aumentó su popularidad.
Así, Tebboune se fraguó una imagen de fiabilidad que ha sostenido en este primer mandato con una política de beneficios sociales y lucha contra la corrupción que, de momento, convencen por encima de las preocupaciones ante la reducción de libertades cívicas o la preminencia de nuevo de la seguridad.
Del Hirak a la nueva Argelia
Cuando las manifestaciones pacíficas de 2019 consiguieron la retirada de Buteflika, que después de 20 años de poder aspiraba a un quinto mandato pese su ausencia de la vida pública por salud, la demanda callejera escaló hasta pedir el fin del régimen político-militar.
Después de 2 retrasos electorales, los comicios se celebraron en diciembre de 2019 con 5 candidatos, mientras las protestas contra las elecciones consideradas de “trámite” se mantuvieron intermitentemente.
Tebboune se impuso con un 58% de los votos, sin necesidad de celebrar una segunda vuelta. El respaldo del fallecido jefe del Estado Mayor, Ahmed Gaid Salah, y las 54 promesas para reformar el país le asentaron en la presidencia.
La “Nueva Argelia” sustituyó al “Hirak”, cuya movilización de calle desaparecerá progresivamente, con detenciones de activistas luego amnistiados, hasta la irrupción de la pandemia que vació la vía pública.
Salvo la oposición activamente política, que siente un excesivo control, la superficie argelina refleja una cierta tranquilidad por los incentivos sociales que han intentado compensar la alta inflación y la pérdida de poder adquisitivo, todavía desafíos.
Paz social
Con la crisis energética europea derivada de la guerra de Ucrania, los ingresos por hidrocarburos aumentaron sustancialmente, especialmente en 2022, que el Estado redistribuyó a través de subida de pensiones y un nuevo sistema de prestación de empleo que extendió el subsidio a quienes nunca habían cotizado.
A diferencia de las rentas que en el pasado se perdían en los agujeros de la Administración, el reparto social ha dado paciencia al groso de la población que pedía transparencia en la política y mejoras económicas.
La recuperación de fondos malversados en la era Buteflika, con rogativas en hasta 32 países para devolución de inmuebles y dinero desviado, ha sido uno de sus anuncios más recurrentes.
Tebboune considera que “ha salvado a Argelia” de la caída del Estado y de una economía decadente, mientras analistas inciden en la necesidad de modernizarla para sustituir su corte rentista, y al tiempo que anuncia planes estratégicos hacia la diversificación, más allá de los hidrocarburos, los presupuestos cuentan con amplias inversiones para incrementar la producción de gas.
El decreto aprobado en junio de este año, que establece la incorporación de personal militar en cargos de la administración civil, ha despistado en el siempre difícil encaje entre la política y el Ejército, en un país orgulloso de su liberación de Francia por lo que los uniformados hilan las costuras del Estado.
Con un programa eminentemente social y económico, Tebboune revalidará previsiblemente en las elecciones un segundo mandato, hacia una “Nueva Argelia” con una política continuista.
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