Cuando el poder seduce…
Por Alejandro Bernal Astorga
Asumir funciones directivas es un reto y una gran oportunidad. El nivel de madurez de quien ocupa esta responsabilidad es clave para que su administración sume y trascienda.
Un alto directivo enfrenta múltiples situaciones antes, durante o después de su gestión que ponen a prueba su liderazgo, capacidad e inteligencia emocional continuamente. En este proceso el poder seduce a quien toma decisiones cuando:
No elige adecuadamente a su equipo de trabajo, anteponiendo la amistad sobre la capacidad, experiencia o cuando autoriza una contratación, sin haber un equilibrio entre los requerimientos de un puesto y el perfil de quien lo ocupa.
Asume que su punto de vista es el único o el mejor, sin tener la apertura para escuchar la opinión de quienes tienen la formación o la experiencia sobre temas que no domina.
No hay autocrítica y las críticas o formas distintas de pensar son descalificadas sin argumentos y son señaladas como injerencistas, tendenciosas o incluso como ataques o traiciones.
Antepone sus intereses personales sobre los institucionales para que él, ella o los suyos se beneficien.
Carece de inteligencia emocional y toma a las situaciones que enfrenta como personales, volviéndose parte del problema y no de la solución.
No acepta que cometió un error y responsabiliza a alguien más o se victimiza; la incoherencia entre lo que se dice y se hace, hacen que su liderazgo y confianza se pierdan.
Trata a las personas allegadas con justicia y gracia y a quienes no lo son, les aplica la ley a secas.
No entiende que desde el momento que asumió una responsabilidad directiva, debe optimizar tiempo, recursos y acciones, porque inicia la cuenta regresiva para lograr hacer todo lo que proyectó realizar, antes de que termine una administración.
Incide o condiciona a su sucesor o sucesora para que dirija y actúe bajo su óptica y dinámica, prolongándose indirectamente en el poder.
El poder se convierte en la fuente de su vitalidad, dinamismo y energía, de tal manera que, al término de sus funciones, su salud mental se ve mermada.
No se visualiza que hay vida después del cargo y no hay un equilibrio entre el ámbito laboral, familiar o personal.
En contraparte, cuando asumes autoridad, corres el riesgo de dejar de ser visto como un individuo y convertirte en un símbolo de poder para quienes te rodean, buscando obtener beneficios.
La verdadera fortaleza reside en tener el temperamento, carácter, actitud y aptitud para asumir y concluir exitosamente una gestión y en construir un equipo que funcione eficazmente incluso en tu ausencia.
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