Jue. Nov 28th, 2024

ARTÍCULO: Cadena Interminable

Por Redacción Nov28,2024 #Opinión

Por Ruth Holtz*

La vida de la mayoría de las personas es una perpetuación de la vida de sus padres y de sus abuelos. Y a veces eso lo toman como algo que ocurre por una suerte de consecuencia inevitable mandada como castigo por Dios. Lo que podemos percatarnos es que es cierto que perpetuamos, reproducimos, volvemos a repetir lo que a nuestros padres les ocurrió, la forma en que enfrentaron la vida o las fórmulas que usaron para solucionar los problemas cotidianos. De alguna manera lo que nos pasa, lo que hacemos y lo que buscamos es consecuencia de lo que absorbimos de nuestros padres, el ambiente que respiramos, la vida que modelamos o a la que nos opusimos. Por eso es hasta cierto punto cierto que parte de lo que nos pasa es consecuencia de la forma en vivieron nuestros padres, pero no es inevitable ni es un castigo mandado por Dios. Una prueba de ello es la psicoterapia. Si fuera inevitable no podríamos cambiar y si se trata de oponerse a Dios, pues tampoco podríamos lograrlo. Lo que más bien podemos percatarnos es que recibimos una herencia de nuestros padres y depende de nosotros que lo destructivo, lo lastimoso o lo negativo de ello no se pase de generación en generación como una cadena interminable.

Además, podemos ver en la vida de algunas personas que los problemas que vivieron en nuestra infancia los reproducen varias veces en su vida bajo distintas máscaras. Perpetúan así sus conflictos, junto con su herencia familiar, y los pasan de generación en generación. Pongamos un ejemplo: imaginemos una familia en que el padre es machista y alcohólico, golpea a su mujer. A su vez ésta es una persona de baja autoestima, sin armas para enfrentar la vida sola, que se somete a ese hombre acaso por amor, acaso por miedo, acaso por necesidad, acaso porque es hombre (por el falso concepto de lo que es ser hombre o mujer). Y además tienen hijos. Los hijos crecen en medio de una guerra entre el “supuesto poderío” de un hombre débil enmascarado por su adicción y su violencia como fuerte, y la sumisa y abnegada mujer que “supuestamente por amor” se queda con él para no dejar a sus hijos sin padre y sin hogar. Entonces en ese hogar se unen cálidamente en medio de la violencia y la vejación en la que seguro los hijos participan como víctimas, verdugos o salvadores, según sea su identidad sexual, su carácter y su miedo. Imaginemos qué tipo de pareja escogerá el hijo mayor o la niña más pequeña. El grande seguro se prometerá no ser como su padre y se hace alcohólico, y tan pronto como se casa se sorprende golpeando a su mujer y a sus hijos. La pequeña escogerá a un macho como pareja y será sumisa. Su hermana de en medio podría ser soltera y tener pánico a cualquier relación por miedo a encontrar a alguien como su padre como pareja o verse siguiendo los pasos de mamá. Aun así puede ser que de todos modos sea con sus sobrinos muy agresiva y quizá pueda tener alguna adicción a la comida o a la depresión.

Si nos percatamos de que estamos perpetuando una cadena interminable de sufrimiento está en nuestras manos cambiar, pero para ello es necesario un esfuerzo sostenido por establecer comunicación con nuestro inconsciente, pues esa es la única manera en que podríamos modificar nuestra herencia. La psicoterapia es una de las maneras de lograrlo.

* Psicoterapeuta. Teléfonos: 312 330 72 54 / 312 154 19 40 | Correo: biopsico@yahoo.com.mx

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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