El trabajo de campo en las comunidades: clave en la gestión de riesgos
Por Doctora Alicia Cuevas Muñiz*
En la actualidad, el aumento en la frecuencia y severidad de los desastres ha puesto de relieve la importancia de la gestión de riesgos como una disciplina crucial para la protección, bienestar y desarrollo sostenible de las comunidades vulnerables asentadas en zonas de alto riesgo. Este artículo subraya la relevancia y las implicaciones del trabajo de campo en las comunidades tanto urbanas como rurales.
La gestión del riesgo de desastres requiere de una comprensión profunda de las dinámicas locales, las vulnerabilidades y las capacidades comunitarias. Realizar trabajo de campo en la investigación del riesgo implica un proceso meticuloso y estructurado que comienza con el planteamiento del problema de investigación y la búsqueda de bibliografía sobre la comunidad en cuestión. La fase de investigación de campo incluye la recopilación de datos, observación directa e interacción con las personas residentes de las localidades. La información obtenida se sistematiza, se analiza e interpreta, culminando en un informe detallado.
Antes de iniciar el trabajo de campo, es esencial tener claridad sobre los objetivos de la investigación y las técnicas más adecuadas para recabar la información. Identificar amenazas específicas y evaluar los recursos disponibles para la mitigación y respuesta a desastres son pasos fundamentales. La historia de la comunidad puede servir como punto de partida para quienes enfrentan dificultades iniciales en la recopilación de datos específicos.
Al llegar a una comunidad, es crucial presentarse formalmente ante las autoridades civiles, religiosas y militares, llevando una carta oficial de la institución de origen. Esta presentación no solo facilita el acceso, sino que también garantiza la seguridad personal. La observación exhaustiva del entorno natural, físico y social es vital para entender las formas de organización social y las características de la comunidad.
Las entrevistas dirigidas, estructuradas bajo una guía temática, permiten obtener información valiosa. Es importante decidir si utilizar una grabadora, una libreta de notas (diario de trabajo de campo) o confiar en la memoria del investigador. Identificar informantes clave, personas con información privilegiada y disposición para compartirla, es esencial para profundizar en temas delicados o tabú.
Además, las historias de vida proporcionan un contexto rico sobre eventos, normas y comportamientos en la comunidad. Los datos accidentales o circunstanciales, obtenidos de conversaciones informales, y los medios de comunicación local, también son fuentes importantes de información. Los archivos municipales, ejidales, médicos, escolares y parroquiales ofrecen datos cruciales sobre genealogías, migración, herencia y jerarquía social.
Una vez recopilados, los datos deben organizarse para su análisis posterior. La información cuantitativa se coloca en bases de datos y cuadros, mientras que la cualitativa se transcribe detalladamente. El trabajo de campo no solo implica observar, sino también involucrar a la comunidad en la identificación de riesgos y la creación de estrategias de mitigación. Este enfoque participativo asegura soluciones prácticas y adaptadas a las necesidades locales de cada una de las comunidades.
El trabajo de campo es esencial para entender cómo y por qué las comunidades responden primero ante los desastres. Su conocimiento local y capacidad de acción rápida son cruciales para reducir daños y acelerar la recuperación ante un desastre determinado. Las personas investigadoras deben comprender las formas de colaboración y la cohesión social en la comunidad, interactuando directamente con las personas residentes y aprendiendo de sus prácticas tradicionales y adaptativas.
Fomentar la participación comunitaria fortalece la resiliencia, capacitando a las personas para proteger su entorno y bienestar colectivo. El trabajo de campo permite una comprensión holística de los riesgos, considerando no solo las amenazas físicas, sino también las dinámicas sociales, económicas y culturales que influyen en la construcción y reproducción de la vulnerabilidad y resiliencia.
Las comunidades no son receptoras pasivas de ayuda externa, sino actores clave en la gestión de sus propios riesgos. La integración de conocimientos científicos con saberes locales en un proceso colaborativo mejora la efectividad de las medidas de mitigación y fortalece el tejido social, promoviendo la autosuficiencia comunitaria y la innovación social.
Realizar trabajo de campo en comunidades es fundamental para fomentar la cohesión social, asegurar estrategias inclusivas y promover la sostenibilidad a largo plazo. Estas prácticas no solo salvan vidas y reducen pérdidas, sino que también fortalecen el tejido social, promueven un desarrollo más seguro y equitativo y coadyuvan en la cultura de paz. La gestión del riesgo de desastres, mediante el trabajo de campo, se convierte en una herramienta esencial para construir comunidades resilientes y preparadas para enfrentar futuros desafíos y convertir los problemas en retos para el trabajo con las comunidades.
Para conocer más del presente tema se recomienda leer : La gestión del riesgo de desastres: un enfoque basado en procesos, autoría de Lizardo Narváez, Allan Lavell y Gustavo Pérez: o la obra, From knowledge to action: Bridging gaps in disaster risk reduction cuyo enlace es: https://doi.org/10.1177/0309132512446717
*Profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Colima, adscrita al programa educativo, “Gestión y Reducción del Riesgo de Desastres”
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