Dom. Dic 7th, 2025

ARTÍCULO: Desear, amar y pensar, ¿fuerzas en guerra?

Por Redacción Abr3,2025 #Opinión

Por Ruth Holtz*

Primera parte:

En múltiples ocasiones el ser humano se enfrenta a la indecisión, al desasosiego o a la frustración. Cuando pensamos que no es conveniente hacer esto o aquello porque no es aceptable, es inmoral o mal visto, pero esta decisión pasa por encima de la necesidad de ser amado o por encima del deseo sexual, cuando el amor nos impulsa y no nos detenemos a pensar en la libertad del otro, ni en la gratificación sensible y cuando el deseo sexual se impone y anula nuestra razón y no toma en cuenta la necesidad de ser nutridos por el amor, estamos viviendo de uno u otro modo la fragmentación de nuestro ser en tres fuerzas contrapuestas: desear, amar y pensar.

En la vida parece que nos enfrentamos de continuo a la oposición, sino es que a la cruenta batalla entre lo que pensamos, lo que deseamos y lo que amamos. En aquéllas situaciones en las que logramos hilvanar al menos dos de nuestras tendencias y cuando pueden ser las tres, nos sentimos plenos y armónicos.

La fuerza del desear es tremenda, es la forma más básica de nuestra energía vital. Su principal manifestación es el impulso sexual que quiere solamente el goce del cuerpo. Deseo de ser tocado, de tocar, de saborear, de oír, de oler o de ver son otras maneras en las que se hace presente en nosotros esta fuerza. Bloquearla es limitar la generación y expansión de nuestra energía vital. Ser seres sensuales implica una gran responsabilidad, pues se trata de respetarla y saberla conducir sin daño a otros ni a nosotros mismos. Se trata de tener el dominio de esta fuerza sin negarla o anularla.

La fuerza de amar es el potencial gigantesco de entrega, de tendencia a la unión con los demás desde lo más profundo y auténtico de nuestro ser. Es la fuerza central de la vida, es el corazón de nuestra existencia. Es la energía que se manifiesta en nuestros sentimientos y emociones. Bloquearla es volverse un muerto en vida, es renunciar al apasionado sentimiento de estar vivo y querer vivir. También es una gran responsabilidad poder amar y ser amados, pues se trata de unirse sin apegarse dependientemente al otro ni anular su libertad ni la nuestra. Es una fuerza que hay que aprender a conducirla y a hacerla crecer.

La fuerza de pensar se ha concebido como la distinción del ser humano. Es su capacidad para relacionar unas cosas con otras y verlas como objetos definibles y determinables de acuerdo al lugar que ocupan en el mundo. Es el poder del juicio que dice lo que las cosas son y de acuerdo a ello determina una forma de ver el mundo, una cosmovisión. Es nuestra facultad para dar orden a nuestra vida de acuerdo al conocimiento, la experiencia y las creencias sobre lo que somos y sobre lo que es la realidad. Se manifiesta principalmente a través de la palabra. Bloquearla es negarnos a la autodeterminación, a la aceptación de nuestra libertad y de nuestra capacidad para constituir nuestro mundo, nuestros valores, nuestra vida regida por la autobservación y la conciencia. La responsabilidad de ser inteligentes es enorme, pues es una fuerza que determina el mundo, que funda los principios que guían nuestro ser a su constitución cabal.

Esta triada de fuerzas conforma nuestro ser único e indivisible. En una persona sana, psíquicamente equilibrada, estas fuerzas están disponibles y constituyen un solo poder del que disponemos de modo unificado. No se impone ninguna de ellas, sino que al actuar lo hacemos en un deliberado acuerdo, sin traición a nosotros mismos, sin traición a nuestras fuerzas internas.

La enfermedad, el desequilibrio psíquico y los diversos trastornos de la personalidad resultan de un fraccionamiento de nuestro ser, en el que nuestras fuerzas pierden contacto entre sí y dejan de actuar unidas en bien de nuestra plenitud y armonía.

La guerra se instala en nuestro interior cuando rechazamos, abandonamos, humillamos o pervertimos alguna de nuestras fuerzas. Entonces nuestro poder mengua y no podemos seguir viviendo más que logrando algún equilibrio que permita imponer la calma. Como entre naciones disconformes, gobernamos entonces a nuestras fuerzas a través de la imposición de un poder tiranizante que las controle y las reprenda si no actúan como se les obliga.

Todas las veces que negamos nuestros sentimientos o preferimos unos y descartamos otros, reprimiéndolos, negándolos o ignorándolos estamos anulando nuestra fuerza de amar. Toda vez que no incluimos en nuestra vida situaciones de nutrición amorosa, de intercambio de emociones, de entrega amorosa comenzamos a eliminar la fuerza de amar. Esta va a resistirse, va a intentar alimentarse a como dé lugar y entonces va a aceptar los caminos oscuros y pervertidos que se dan en el inconsciente.

Todas las veces que reprimimos, en vez de canalizar o realizar, nuestra fuerza de desear por considerarla baja, indigna de nuestra atención o cuando la dejamos suelta como quien no se interesa por lo que haga, se acumula, se pervierte o se anula, causándonos enfermedad e insensibilidad. Esta fuerza también se resiste a ser controlada injustamente, defenderá su derecho a ejercerse a como dé lugar por medios perversos, ocultos que no responden a la voluntad.

Todas las veces que actuamos ignorando nuestra fuerza de pensar, ésta se impondrá finalmente, pero pendenciera y mal educada por no haber sido alimentada y perfeccionada nos atraerá situaciones negativas, nos creará circunstancias destructivas, nos juzgará de continuo y sus juicios pretenderán anular nuestra fuerza de desear y de amar. Querrá imponerse y establecer su reino excesivamente racional, lógico y siempre premeditado quitándonos espontaneidad, sensibilidad y capacidad de entrega. Sus caminos transitarán por las sombras del inconsciente para no ser eliminados.

¿Por qué entramos en conflicto con nosotros mismos? ¿Por qué no amamos nuestras fuerzas internas? ¿Cuáles son las razones del fraccionamiento de nuestro ser?

Somos seres sociales, nacemos y crecemos dentro de una comunidad, en el seno de una familia y necesitamos unos de otros. Somos seres libres, decidimos a cada instante cómo queremos ser y cómo va a ser el mundo en el que convivimos. Somos seres cuyas fuerzas no sólo nos impulsan a actuar, sino a alimentarnos en ese actuar, a crecer, a desenvolvernos. No sabemos de antemano cómo satisfacer nuestras necesidades ni cómo orientar nuestras fuerzas. Cada uno va descubriendo su camino: copiando a otros, enfrentándose con otros, indagando por nosotros mismos e intentando compartir e integrar en el saber común lo que hemos descubierto a través de la experiencia. Y en ese compartir se dan las discrepancias, las diferencias, los enfrentamientos y las luchas, en las que nuestras propias fuerzas se ven coartadas en aras de la convivencia, reprimidas o pervertidas para no perder el amor, la posibilidad de gozar del otro o de compartir con él nuestros pensamientos y creencias y así seguir caminando juntos.

Encontrar la armonía con nuestros semejantes respetando la armonía de las fuerzas que nos constituyen, y sin dejar de hacer crecer nuestro poder, es el objetivo principal de nuestra vida. La continua búsqueda de este objetivo es la salud, el equilibrio psíquico, la plenitud y armonía que deseamos, amamos y predicamos como nuestra anhelada felicidad. En nuestro caminar tenemos muchas posibles rutas para ir conquistando este anhelo. Con la terapia psicocorporal pretendemos ser una luz para quienes quieren aclarar el rumbo a tomar y ayudarse mediante el desahogo, la concientización y el trabajo corporal a integrar la triada de fuerzas de su poder interior: desear, amar y pensar.

El fraccionamiento de nuestro ser, la negación de alguna de nuestras fuerzas es evidente en el cuerpo. Esta división se ve como un conjunto de tensiones musculares crónicas que bloquean la energía vital, separando al cuerpo en cabeza, por un lado, tórax por otro y pelvis por otro. Las tensiones básicas son en el cuello para desconectar el pensar, en el tórax para encerrar al corazón, en la cintura para no conectar pensar y amar con el deseo sexual y en los músculos del piso pélvico para reprimir el impulso sexual. Entonces nuestras fuerzas parecen volverse independientes unas de otras y parecieran pretender actuar por su cuenta. El conflicto interno se ha gestado y comienza nuestra búsqueda de armonía, de equilibrio, de paz interna. De esto hablaremos más ampliamente en nuestro próximo artículo.

*Psicoterapeuta. Teléfonos: 312 330 72 54 / 312 154 19 40 | Correo: biopsico@yahoo.com.mx

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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