La Universidad de Colima, decididamente, se sumó al Primer Simulacro Nacional 2025, una acción que no solo reafirma el compromiso institucional con la seguridad, sino que también subraya la relevancia de la participación activa de toda la comunidad universitaria en el fortalecimiento de una cultura de protección civil. En un estado como Colima, donde los fenómenos sísmicos son una constante, esas prácticas no son opcionales; son esenciales para salvaguardar vidas.
El Rector Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño señaló con precisión que las universidades, además de ser espacios de formación académica, deben fungir como agentes de cambio en la sociedad. La participación en simulacros no es solo un ejercicio de rutina; es una oportunidad para que estudiantes, docentes y personal administrativo desarrollen habilidades y conocimientos que, replicados en sus hogares y comunidades, pueden marcar la diferencia en momentos de crisis.
Es alentador saber que, según lo informado, todas las instalaciones dañadas tras el sismo de septiembre de 2022 han sido reparadas y que las comisiones internas de protección civil están integradas por personal capacitado en todos los espacios universitarios. Sin embargo, como bien señaló el Rector, aún hay áreas de oportunidad, particularmente en cuanto a equipamiento y el fortalecimiento de protocolos. Aquí es donde la comunidad universitaria juega un papel crucial: su participación y retroalimentación son fundamentales para perfeccionar los mecanismos de respuesta.
Es necesario enfatizar que la preparación ante desastres originados por fenómenos naturales no debe limitarse a la ejecución de simulacros una o dos veces al año. La verdadera cultura de la prevención radica en la interiorización de esos conocimientos y su aplicación cotidiana. Por ello, hacemos un llamado a toda la comunidad universitaria para que asuma un rol proactivo y comprometido en esas iniciativas. Cada simulacro es una lección que puede salvar vidas; cada corrección a los protocolos, un paso hacia una universidad más segura y resiliente.
La seguridad es una responsabilidad compartida. Como comunidad educativa, tenemos el deber de no solo participar en los simulacros, sino también de transmitir lo aprendido, sensibilizando a quienes nos rodean sobre la importancia de estar preparados. La cultura de la prevención no se impone, se construye día a día con el esfuerzo colectivo.

