Una perspectiva diacrónica del Periodismo
Por César Barrera Vázquez
Para entender al Periodismo de ahora es necesario, considero, conocer cómo fue evolucionando a lo largo de la historia, desde su etapa embrionaria hasta la complejidad que representa en estos días de la inmediatez y la posverdad.
La reflexión no es mía, totalmente. Surgió de una de esas pláticas cuasi filosóficas que sostuve con Roberto Águila Vázquez, exdirector del periódico El Comentario, cuando frecuentaba las noches de tertulia en casa de mi abuelo, hace ya algunos lustros.
El señor Águila, como siempre me he referido a él, traía un libro de Orzo Arreola, titulado El último juglar. Se trata de una novela biográfica de Juan José Arreola, su padre: Orzo puso el magnetófono (ese aparato luciferino, diría Gabriel García Márquez) y comenzó a grabar las conversaciones que sostuvo con el autor de Confabulario, por lo que prácticamente el libro es una charla con él.
Al respecto, Roberto Águila sostiene -y coincido con él- que el primer periodista que hubo en la historia de la humanidad tuvo que ser, por rigores del oficio, un juglar. Y es que el juglar se dedicaba a llevar noticias de pueblo en pueblo durante la Edad Media, así como el reportero recaba información para un medio.
Al igual que muchos medios en redes sociales de ahora, los juglares también mezclaban hechos reales, rumores y entretenimiento sobre los temas de actualidad, principalmente relacionados con personajes políticos o de la realeza. Tal como sucede todavía.
No es una hipérbole decir que eran la voz social en un tiempo cuando no existían la imprenta ni los medios masivos de comunicación. Solían dar sus discursos en las plazas públicas, donde se concentraba el mayor número de población, y ahí comenzaban sus peroratas ante personas expectantes o incrédulas, pero siempre ávidas de conocer el acontecer de su época.
Por supuesto, seguramente -como sucede aún- estos juglares respondían también a los intereses del poder. Me imagino que exornaban con bellos discursos los dotes y cualidades de ciertos personajes con grandes ínfulas y ambiciones políticas y, viceversa, zaherían o criticaban con acritud a quienes tenían consigna de atacar. Todo eso sucede todavía.
Para demostrar este punto, refiero una nota de investigación que leí en un libro de Marco Lara Klahr. Ahí exponía los titulares de uno de los principales diarios de París durante el segundo regreso de Napoleón al poder. Se aprecia cómo evolucionaron: primero lo pintaban como asesino y tirano, luego moderaban el tono al referirse a él simplemente como “Napoleón” y, conforme avanzaba hacia la capital de Francia, finalmente lo recibieron con titulares que lo vanagloriaban: “Regresa el salvador de Francia”. O algo así.
Queda claro, pues, que aunque los periodistas actuales tienen más herramientas y responsabilidades éticas, comparten con los juglares el papel de puente entre los hechos y el pueblo.
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.