¿Estamos en verdad bien?
Por Raúl Hermosillo Guerrero
Permítanme plantear una pregunta que puede parecer tan obvia como retadora: ¿en verdad hay mucha violencia en nuestro estado? Qué tal si reflexionamos un poco, sin el celular en la mano, ni la pantalla encendida. Estoy seguro de que el primer resultado de este ejercicio sería reconocer que la respuesta no es tan sencilla.
Vivimos en nuestro México mágico y, en particular, en un pequeño gran paraíso llamado Colima, en donde, hoy en día la violencia es un tema que nos atraviesa en todos los sentidos: nos quejamos de ella, la repudiamos y, al mismo tiempo, hemos llegado a normalizarla e incluso a romantizarla en nuestra vida cotidiana.
Es absurdo que al mismo tiempo que denunciamos la situación de inseguridad en la que vivimos, sigamos consumiendo productos culturales que glorifican la violencia. Como lo mencioné, esta problemática es en extremo compleja y no es mi intención negar el peligro al que estamos expuestos. Pero también es cierto que nos encontramos inmersos en un circuito de consumo cultural en donde la narcocultura ocupa un lugar preponderante.
Este fenómeno cultural abarca muchas manifestaciones en el ámbito de la producción mediática, entre las que sobresal en los llamados corridos tumbados, las series de televisión, las canciones y videos musicales que retratan a los narcotraficantes como figuras poderosas y aspiracionales.
Esta es una contradicción imposible de negar. Por una parte, repudiamos la violencia en las calles, al mismo tiempo, se corean canciones que celebran el poder de las organizaciones criminales en nuestra vida diaria. ¿Somos conscientes de este doble discurso?
Colima, uno de los estados más golpeados por la violencia, refleja con claridad este flagelo. En las conversaciones que tenemos con familiares y amigos, siempre en cada mesa se habla del miedo a la delincuencia, del hartazgo que nos provoca esta situación. También suele escucharse con admiración el relato de aquel que “se la rifó” en un negocio turbio, que “llegó lejos” en el mundo criminal. ¿Hasta qué punto hemos permitido que la violencia forme parte de nuestra identidad colectiva?
Como cualquier fenómeno propio de la cultura, en la vivencia cotidiana de la violencia se produce un ciclo que se alimenta a sí mismo. Mientras sigamos permitiendo que sea parte de nuestro día a día, en tanto no la cuestionemos en todas sus expresiones, no podremos esperar un cambio real. Criticar la situación sin reflexionar sobre nuestro papel dentro de ella es una postura cómoda, pero ineficaz.
Es momento de preguntarnos: ¿queremos realmente erradicar la violencia o solo queremos que no nos toque de cerca? El verdadero cambio comienza cuando dejamos de romantizar lo que nos destruye y empezamos a ser parte de la transformación que tanto anhelamos, donde el respeto y la dignidad valgan más que el miedo y el poder obtenido por la fuerza.
Referencias:
Cerrillo Garnica, O. (2018). El narcocorrido: ¿una apología de la violencia? Hacia el análisis de discurso de la música. En R. Alvarado Ruiz & E. Köppen (Coords.), La construcción social desde el discurso, la escritura y los estudios visuales (Vol. XVI). COMECSO.
*Pedagogía en voz alta es una columna de la Facultad de Pedagogía. El autor es estudiante de sexto semestre de la carrera de Pedagogía.
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