¿Estamos a la altura del cambio que necesitamos?
Por: Georgina Paloma Toscano Juárez*
En un país que parece avanzar a trompicones entre crisis políticas, desigualdades sociales y retos educativos, la pregunta sobre qué significa ser buen ciudadano o ciudadana es de relevancia incuestionable. Motivadas por este cuestionamiento, se llevó a cabo un sondeo con 20 personas de distintas edades en el jardín principal de Villa de Álvarez, Colima. El propósito del ejercicio fue explorar su perspectiva sobre temas fundamentales: la ciudadanía, el papel de la educación como agente de cambio y la situación actual del país.
Se buscó entender cómo se perciben estos conceptos en un contexto donde la realidad parece desafiar constantemente nuestras nociones de justicia, equidad y participación. Los resultados, variados pero contundentes, invitan a reflexionar sobre nuestro presente y plantean la urgencia de una transformación genuina.
Las opiniones muestran una realidad compleja: mientras que una parte considerable opinó que ser un buen ciudadano o ciudadana implica actuar con ética y compromiso hacia la comunidad, otro grupo sostiene que la participación ciudadana ha sido reducida a un concepto abstracto, más teórico que práctico. “Ser un buen ciudadano no es solo pagar impuestos o votar cada cierto tiempo, es actuar con conciencia y solidaridad día a día”, comentó una mujer de 67 años.
Por otro lado, el papel de la educación como agente transformador fue tema recurrente. La mayoría coincidió en que la educación debe ser la herramienta principal para construir una ciudadanía crítica, participativa y consciente. Sin embargo, algunas personas encuestadas señalaron que la educación actual parece enfocarse más en la repetición de conocimientos que en la formación de criterios propios. “Si no nos enseñan a pensar por nosotros mismos, ¿cómo podemos esperar cambios reales?”, es un desafío latente.
En cuanto a la situación actual del país, las opiniones reflejan desencanto y esperanza. Hay quienes consideran que los esfuerzos por mejorar enfrentan el difícil obstáculo de problemáticas estructurales como la delincuencia, corrupción, desigualdad y la falta de oportunidades. También se evidenció un deseo genuino por cambiar esta realidad, especialmente entre la juventud.
Es evidente que la educación tiene un papel esencial en este proceso… pero no cualquier educación, sino una que forme ciudadanos y ciudadanas capaces de cuestionar, proponer y actuar. En este sentido, la pedagogía debe ser un motor de renovación social, un espacio donde se cultiven valores como empatía, justicia y participación.
Los resultados de este sondeo dejan claro que, aunque existen retos enormes, hay un deseo generalizado de desarrollo. La ciudadanía no puede seguir siendo entendida solo como concepto abstracto; debe materializarse en una práctica diaria que se traduzca en acciones concretas. Y la educación, lejos de ser un simple transmisor de conocimientos, debe ser la herramienta que impulse esa mejora.
Al final, la pregunta prevalece: ¿Estamos a la altura del cambio que necesitamos? Tal vez la respuesta radique en nuestra capacidad de construir una ciudadanía activa, consciente y empoderada. Porque si algo quedó claro con este sondeo es que, aunque el camino es difícil, la voluntad de cambio vive.
*Pedagogía en voz alta es una columna de la Facultad de Pedagogía. Este artículo fue escrito por una estudiante del cuarto semestre de la carrera de pedagogía.
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

