La doble vida del veneno de alacrán: De toxina a un posible tratamiento contra el cáncer
Por Doctora Juana María Jiménez Vargas*
Los alacranes, arácnidos fascinantes con una historia evolutiva que se remonta a tiempos ancestrales, habitan una asombrosa diversidad de entornos, desde los áridos desiertos hasta las exuberantes selvas tropicales. Con más de 2875 especies conocidas, estos animales poseen un aguijón en el extremo de su cola, su principal arma para inyectar un veneno de composición compleja y variada.
Lejos de ser una sustancia simple, su veneno es una mezcla de diversas moléculas, principalmente péptidos (cadenas cortas de aminoácidos), enzimas y otras proteínas, cada una con una función específica en su organismo. Un aspecto particularmente fascinante descubierto por diversos investigadores al estudiar estas moléculas individualmente, es la interacción selectiva que algunas de ellas presentan con células cancerosas.
Para comprender su potencial, es importante recordar los efectos tradicionales del veneno en el cuerpo humano. Generalmente, se asocia con dolor local, inflamación y, en casos graves, con alteraciones en el sistema nervioso y cardiovascular que refieren el nivel de toxicidad que es el resultado de la acción combinada de varios componentes del veneno. Sin embargo, la clave de un nuevo enfoque de uso radica en la identificación y el estudio de componentes específicos que, en lugar de dañar indiscriminadamente las células, tendrían la capacidad de atacar selectivamente a las células cancerosas.
Las investigaciones han revelado que ciertos péptidos presentes en el veneno de alacrán muestran una prometedora actividad antitumoral en estudios de laboratorio. Estos péptidos actúan de diversas maneras: algunos pueden unirse a receptores específicos en la superficie de las células cancerosas, desencadenando una serie de eventos que conducen a la muerte específicamente de estas células malignas.
Otros péptidos tiene la capacidad de interferir con los mecanismos que permiten a las células cancerosas crecer y dividirse sin control, frenando así la progresión del tumor. Incluso se ha observado que ciertos componentes del veneno dificultarían la angiogénesis, ese proceso por el cual los tumores forman nuevos vasos sanguíneos para obtener nutrientes y prevenir la metástasis, es decir, la diseminación del cáncer a otros órganos del cuerpo.
Ejemplos concretos de investigación ilustran este potencial de uso del veneno. Estudios con péptidos del veneno del alacrán azul cubano (Rhopalurus junceus) han mostrado actividad contra células de cáncer de cerebro (glioma), mientras que componentes del veneno del alacrán amarillo (Leiurus quinquestriatus) han demostrado potencial contra el melanoma, un tipo agresivo de cáncer de piel. En nuestro grupo de investigación, desarrollamos proyectos de investigación que son fundamentales para la formación de estudiantes de licenciatura y posgrado tanto a nivel de maestría como de doctorado y como resultado del trabajo conjunto hemos encontrado componentes del veneno con actividad similar contra diferentes tipos de células cancerígenas, particularmente en los venenos de los alacranes Centruroides tecomanus, Centruroides hirsutipalpus y Thorellius cristimanus.
A pesar de estos prometedores hallazgos, es fundamental reconocer que el camino hacia la aplicación clínica es largo y riguroso. Antes de que cualquier componente del veneno de alacrán pueda convertirse en un tratamiento oncológico, debe superar exhaustivas pruebas preclínicas para evaluar su seguridad y eficacia en organismos vivos. Posteriormente, deben llevarse a cabo ensayos clínicos en humanos, divididos en varias fases, para determinar la dosis adecuada, identificar posibles efectos secundarios y confirmar su capacidad para combatir el cáncer en pacientes reales. Este proceso requiere una inversión significativa de tiempo y recursos, y muchos compuestos prometedores en el laboratorio no logran superar todas las etapas de prueba.
No obstante, la investigación sobre el potencial anticáncer del veneno de alacrán abre una ventana de esperanza en la búsqueda de terapias más selectivas y efectivas contra el cáncer. La posibilidad de que una sustancia natural, tradicionalmente vista como una toxina, pueda transformarse en una herramienta para combatir una enfermedad tan compleja subraya la riqueza de la biodiversidad y el potencial aún inexplorado del mundo natural.
A medida que las y los científicos desentrañan los secretos moleculares del veneno de alacrán, y como lo demuestra la labor de nuestro grupo de investigación en la formación de futuras personas científicas, estaríamos al borde de descubrir nuevas estrategias terapéuticas que mejoren la vida de millones de personas afectadas por el cáncer. El sorprendente potencial del veneno de alacrán nos recuerda que incluso en las fuentes más inesperadas, la naturaleza puede ofrecernos soluciones innovadoras para los desafíos de la salud humana.
Para más información sobre el presente tema, se sugiere consultar el siguiente enlace: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0041010121004566
*Investigadora por México, SECIHTI adscrita a la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Colima. Imparte docencia en la Carrera de Químico Farmacéutico Biólogo y en el Doctorado en Ciencias Químicas.
Contacto: e-mail: jjimenez@ucol.mx
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