La ketamina como antidepresivo
Por Doctor Javier Francisco Alamilla González*
La depresión mayor (en adelante denominada simplemente depresión), es la segunda enfermedad mental de mayor incidencia en la población, solamente después de los trastornos de ansiedad. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 5% de la población mundial (aproximadamente 280 millones de personas) padecen de esta condición. En México, de acuerdo con datos del INEGI, 3.6 millones de personas ( ~3% de la población) vive actualmente con depresión; sin embargo, se estima que alrededor de 35 millones de mexicanos (~27% de la población) han experimentado al menos un episodio depresivo en algún momento de su vida. Las mujeres presentan el doble de probabilidad de desarrollarla en comparación con los hombres.
La depresión es una enfermedad devastadora, tanto para quien la padece como para su entorno cercano. Para que un cuadro depresivo sea diagnosticado clínicamente, debe cumplir al menos 5 de los siguientes síntomas, durante un período mínimo de 2 semanas: estado de ánimo triste o deprimido la mayor parte del día, pérdida de interés o placer (anhedonia), cambios significativos en el peso corporal, alteraciones del sueño, agitación o enlentecimiento psicomotor, fatiga o pérdida de energía, sentimientos de inutilidad o culpa, dificultad para concentrarse y pensamientos recurrentes de muerte o suicidio.
Los tratamientos convencionales incluyen la terapia cognitivo-conductual y el uso de fármacos antidepresivos. Los más utilizados son: los inhibidores selectivos de serotonina y noradrenalina y los antidepresivos tricíclicos. No obstante, entre el 20% y 30% de los pacientes no responden adecuadamente a estas terapias, lo que plantea la necesidad de implementar tratamientos farmacológicos o no farmacológicos alternativos. En este contexto, surge el interés por nuevas sustancias con potencial terapéutico como la ketamina.
La ketamina ha sido utilizada como anestésico tanto en medicina humana como veterinaria. En las últimas décadas, ha cobrado gran relevancia en la comunidad científica internacional debido a sus propiedades antidepresivas. Su mecanismo de acción se basa en el bloqueo de los receptores glutamatérgicos tipo NMDA, especialmente en las interneuronas GABAérgicas, lo que reduce la liberación de GABA e incrementa la señalización glutamatérgica a través de los receptores AMPA. Este mecanismo es revolucionario, ya que modifica la visión tradicional de la fisiopatología de la depresión, anteriormente centrada en la disfunción del sistema monoaminérgico (serotonina, dopamina, noradrenalina, adrenalina, histamina). El efecto antidepresivo de la ketamina sugiere que el sistema glutamatérgico también desempeña un papel crucial en esta enfermedad. Además, la ketamina presenta varias ventajas frente a los antidepresivos convencionales: 1) su efecto es casi inmediato, a diferencia de los tratamientos tradicionales que requieren semanas para mostrar eficacia; 2) es efectiva en pacientes con depresión resistente al tratamiento.
Sin embargo, no todo es positivo respecto a su uso. Estudios indican que, aún a dosis subanestésicas (como las empleadas en el tratamiento de la depresión), la ketamina puede inducir síntomas similares a los observados en pacientes con esquizofrenia. Asimismo, su uso prolongado afectaría la memoria, ya que los receptores NMDA están involucrados en la consolidación de la memoria mediante la potenciación de largo plazo, un mecanismo esencial de plasticidad sináptica. De hecho, existe evidencia de que el uso recreativo de ketamina se asocia con déficits en la memoria.
Como ocurre con cualquier tratamiento farmacológico, la ketamina presenta ventajas y desventajas. No obstante, puede ser una herramienta valiosa en contextos donde se requiere una acción terapéutica rápida, especialmente en situaciones que comprometen la seguridad del paciente. Sería ideal encontrar una sustancia que potencie los efectos antidepresivos de la ketamina, permitiendo así reducir las dosis necesarias para producir sus efectos benéficos en el estado anímico y minimizando sus efectos adversos.
*Investigador por México de la SECIHTI comisionado al Centro Universitario de Investigaciones Biomédicas de la Universidad de Colima. Profesor del Posgrado en Ciencias Fisiológicas.
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