El mar
Por Jorge Vega
Hay días en que me cansa tanta muerte, tanto sinsentido, tanta estupidez en las redes sociales. Entonces regreso a lo esencial: al mar, mar de todos los días, que limpia el corazón, mar cotidiano como el que cantan Pessoa, Jorge Vargas, Jorge Luis Borges, o que retrata Alejandra Regla.
Mar para bañarse en sus aguas y recordar lo esencial en la vida. Mar para no extraviar el rumbo ahora que todos y todas parecen tener prisa por destruir lo que una vez fue misterioso y bello. Mar para recordar que la vida, a pesar de su fugacidad, de su impermanencia, es un regalo, un privilegio.
Dice el poeta y fotógrafo Jorge Vargas: “Siempre me ha parecido que comer un ostión es como darle un beso al mar. Pero no al mar de postal, sino al que sangra sal debajo de las piedras, al que guarda su sabor como un secreto sucio y hermoso”.
Antes que él, Borges dijo en un delicioso soneto: “Antes que el sueño (o el terror) tejiera / mitologías y cosmogonías, / antes que el tiempo se acuñara en días, / el mar, el siempre mar, ya estaba y era. / ¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento / y antiguo ser que roe los pilares / de la tierra y es uno y muchos mares / y abismo y resplandor y azar y viento?”
Pessoa también pregunta: “¿Qué voz viene sobre el sonido de las olas / que no es la voz del mar? / ¿Será la voz de alguien que nos habla, / pero que, si escuchamos, calla, / precisamente por habernos puesto a escuchar?”
Tanta crueldad, tanto cinismo, tanta urgencia de dopamina generada por estar fijos a la pantalla del celular y a las tragedias nos hacen olvidar la belleza, la maravilla de estar vivos. Por eso siempre regreso al mar. Hoy vi de nuevo la fotografía con la que Perlita ganó un concurso convocado por la CNC, “Pescador de atardeceres”, y lo que dijo sobre esta imagen me hizo volver los ojos al mar: habló de “los hombres, las mujeres y los niños de agua y sal”.
Ella dice que “la intención de la fotografía es mostrar una escena que aún forma parte del día a día de muchas familias en la costa de nuestro estado: la pesca con atarraya, un oficio que articula coreografías precisas entre el hombre y el océano, y que representa además un vínculo muy evidente con el territorio de Colima”. De nuevo el mar.
Cuando los medios, cuando los poderosos del mundo nos quieren llenar de miedo, nada mejor que volver a lo esencial, al origen: el mar. Porque como dice también Jorge Vergas: “En estos días donde todo parece ceder: la fe, el pavimento, el calor, me descubro pensando que tal vez sí comparto algo más con Pessoa, el intento de nombrar lo que se desmorona sin dejar de amarlo. Su saudade y mi costeña resignación”.
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

