Por José Luis Negrete Ávalos
De nueva cuenta la naturaleza toma por sorpresa una región del planeta, una sociedad que en el efecto natural del día a día no espera en ningún cambio en sus vidas, una vez se prueba la capacidad de resiliencia humana. Tras lo acontecido en la península de Kamchatka, en Rusia a causa de un sismo de 8.7 grados, que provocó daños en la zona, se esperaría en el contexto de este suceso, una respuesta adecuada y precisa por parte de las autoridades es lo ideal.
Lo ideal en un contexto de emergencia es la respuesta inmediata para disminuir en lo posible los efectos colaterales para procurar el resguardo de la población.
Ante ese reto inmediato que representan los estragos naturales, las acciones y políticas públicas tendientes a favorecer y priorizar dicha respuesta es vital.
En el sentido de estos hechos una pregunta cercana para nuestro país es: ¿bajó la experiencia de una catástrofe natural la respuesta de los gobiernos federal, estatal y municipal, se ha focalizado con eficiencia y eficacia?
La respuesta que alcanza este cuestionamiento podría establecer aparentemente un efecto positivo, entendiendo que en la actualidad la tarea de coordinación, de ejercicios de prevención y simulacros derivados de estos fenómenos naturales, son esenciales para generar conciencia y experiencia a la población.
El reto sin duda es la capacitación, y la interrelación entre las instituciones encargadas de fomentar esa conciencia, de generar los procedimientos pertinentes para estar preparados ante los efectos o consecuencias futuras.
Pues tarde o temprano la naturaleza sorprende, reta, y pone a prueba las decisiones y acciones en los esquemas de protección civil, hecho que va más allá de la prevención financiera, o de recursos que respondan a los efectos de estas situaciones.
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