Vibraciones
Por Jorge Vega
Mientras aparecen en mi celular videos en los que se afirma que si quiero atraer la abundancia y el amor a mi vida debo vibrar más alto, recuerdo ese libro que fue un éxito a finales del siglo y el milenio pasado: El horror económico, de la escritora y ensayista francesa Vivian Forrester.
Los videos afirman que es posible vibrar más alto, vibrar con el universo, con la Fuente, para lograr todo lo que quiero. Si algo sale mal, repiten, la culpa es sólo mía por no saber vibrar lejos del miedo, del dolor y la escasez. No dicen cómo vibrar más alto, sino que cualquiera puede hacerlo.
En su libro, Vivian Forrester aborda la situación económica y social difícil que comenzamos a vivir desde la década de los noventa. Desde esos años, se decía que el éxito o el fracaso dependen del esfuerzo, de la iniciativa y la formación individual. Sin embargo, es un hecho -medible estadísticamente- que el Sistema niega la posibilidad de triunfar a la gran mayoría. Esto, decía Vivian, crea una doble condena: primero, la exclusión material, y segundo, la carga de la culpa y la vergüenza porque no logramos integrarnos a un juego amañado en el que sólo triunfan uno o 2 pobres y 10 herederos de empresas.
En su caso, Vivian no afirmaba lo anterior por mera conclusión académica. Un familiar suyo, un joven arquitecto, decidió suicidarse pese a estar altamente cualificado, porque no pudo encontrar un lugar de éxito en un sistema económico que lo excluyó y lo hizo sentirse prescindible. “Se nos hace creer que somos responsables de nuestra suerte, cuando en realidad somos víctimas de una lógica que nos supera y nos destruye”, escribió.
Sin embargo, tampoco existe evidencia científica considerable que demuestre que elevar la frecuencia vibratoria -en el sentido que promueve el movimiento New Age-, tenga efectos comprobables en la salud, el amor, el éxito, el bienestar o la abundancia.
Los videos proponen que nos alejemos de emociones de “baja vibración” (miedo, odio, envidia), que practiquemos la gratitud, la meditación, la alimentación alcalina, las afirmaciones, el contacto con la naturaleza, la sexualidad consciente y que evitemos las redes sociales y las noticias. Pero nada de eso parece funcionar, ni siquiera para sus profetas, que miran al lente del celular con ojos tristes. En el fondo, sólo quieren ganar dinero, que les pague un curso de 3 días en los que me van a revelar el máximo secreto del universo.
En su libro Sonríe o muere, que escribió cuando le diagnosticaron cáncer, Barbara Ehrenreich cuestiona todo ese “pensamiento positivo obligatorio”, esa ideología que afirma que basta con tener pensamientos optimistas y buena actitud para atraer el éxito, la salud y la felicidad. Ehrenreich argumenta que esta ideología, muy popular en Estados Unidos (y exportada al resto del Mundo y a Colima también), no sólo es ilusoria, sino también peligrosa.
Asegura que el pensamiento positivo no es una herramienta de empoderamiento (ella era feminista), sino una forma de negación de la realidad, una anestesia emocional y sobre todo un control social. Este pensamiento positivo sólo nos desvía los ojos de los problemas sociales, económicos y políticos que nos afectan, para centrarlos en nosotros, en nuestra supuesta incapacidad para triunfar en los negocios o en el mejoramiento del espíritu.
Con esta ideología, lo único que promueven es que la gente no busque mejorar su situación laboral o social uniéndose con otros y otras que enfrentan la misma situación. Barbara escribió: “El pensamiento positivo no se usa para resolver problemas, sino para evitar enfrentarlos”, “La obligación de ser feliz, aun cuando todo está mal, es una forma de opresión” y “No quiero ser una guerrera rosa. No quiero sonreír ante el cáncer. Quiero resistirlo, denunciarlo y sobrevivirlo.”
Años atrás Vivian escribió, en esta misma línea: “Los gobiernos ya no gobiernan, administran. Administran la deuda, administran el desempleo, administran la miseria”, “No se trata de una crisis, sino de una mutación. Un nuevo tipo de sociedad está naciendo, una sociedad de excluidos” y “El horror económico es ese proceso silencioso que consiste en privar a las personas de su trabajo, su seguridad, su dignidad y, finalmente, de su propia vida”.
Para documentar el optimismo, que no una visión positiva y tonta de la vida, escucho ahora con más atención a Matthieu Ricard, monje budista, bioquímico y el hombre más feliz del Mundo. En su libro En defensa del altruismo, dice que el verdadero altruismo (no esas fotos de doñitas y doñitos ricos dando juguetes de a 2 pesos a niños pobres) adquiere una dimensión práctica y especialmente política.
Ricard sostiene que los problemas actuales -las crisis económicas, la desigualdad obscena, la degradación ambiental- son, en el fondo, síntomas de un cortoplacismo y un egoísmo exacerbados. Propone que sólo un enfoque altruista y cooperativo, que priorice el bien común a largo plazo sobre el beneficio inmediato, individual, puede ofrecer soluciones reales y sostenibles, más allá de vibrar alto o sonreír todo el día.
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.
