Una nueva vida universitaria
Por Miguel Sánchez Mendoza*
La mañana del lunes 11 de agosto se publicaron los resultados del proceso de admisión a la educación superior en la Universidad de Colima. Se trata de una fecha que las y los aspirantes esperaban con ansias, unos con incertidumbre en la elección sobre su futuro vocacional, mientras que otros con una decisión firme, tomada días e incluso meses o años atrás.
Todos recordamos la alegría que nos ocasionó ver nuestro nombre publicado en las listas de aceptados a la carrera elegida o, en su caso, la decepción al no encontrarnos. Al mismo tiempo, darnos cuenta cómo nuestros vecinos, conocidos y compañeros de generación de la preparatoria gritaban con ansias que estarían en su carrera favorita.
Una vez que pasa esa euforia, para quienes fueron admitidos llega el momento de tener el primer contacto con la facultad, así como de cumplir con la documentación requerida para asistir al campus y entregarla. Acaso sea esta ocasión la que nos hace darnos cuenta de la importancia y el impacto que podemos tener en la vida de miles de alumnos y alumnas que apenas comienzan su andar universitario. Una buena parte del estudiantado llega temeroso a nuestras instalaciones; otros tantos, desubicados; hay quienes llegan solos, pero también algunos siempre gozan del valioso apoyo de sus padres, madres, tutores o de algún familiar.
Ese primer contacto con nuestro estudiantado es crucial: no olvidemos que son personas que están experimentando la transición a un nuevo proceso y sistema educativo de mayor complejidad. Varios factores están implicados en esta adaptación, siendo los más visibles el lugar de residencia, las actividades extracurriculares, el compaginar trabajo y estudio, así como circunstancias sociales o psicológicas.
Como integrantes de una institución como la Universidad de Colima, podemos facilitar el proceso de adaptación en esos primeros contactos: un simple saludo, preguntarles cómo se sienten de ser estudiantes universitarios, resolver y aclarar dudas sobre su carrera, incluso una charla espontánea y dirigirnos a ellos y ellas por su nombre.
Muchas veces, como personal administrativo o docente, nos inquieta el índice de deserción que merma nuestra matrícula en los primeros meses, y nos preguntamos sobre nuestro quehacer dentro de una institución educativa. ¿Lo estamos haciendo bien?, ¿en qué estamos fallando? Estas son algunas de las preguntas que nos hacemos muy a menudo, e incluso nos cuestionamos si nuestras metodologías y procederes aún están vigentes para implementarse. Inevitablemente, todo el tiempo estamos analizando nuestra labor y visualizando áreas de oportunidad.
En ocasiones olvidamos que nuestro estudiantado tiene ya una carga socioemocional fuerte, que podemos apreciar simplemente con mirar a las personas de frente y ver su actuar cotidiano, y que está influenciada por factores externos a las instancias escolares. Es por ello que debemos tratar, en la medida de lo posible, que el proceso de adaptación a la nueva vida que afrontarán durante los próximos cuatro o cinco largos años para algunos, fugaces para otros, ocurra de la manera más agradable para todos y todas.
Hagamos de la trayectoria estudiantil universitaria un camino fácil de transitar, en el cual mostremos nuestras mejores herramientas y se las otorguemos a los miles de jóvenes que buscan la meta de culminar sus estudios superiores de manera satisfactoria y digna, acorde con las expectativas que aquellos jóvenes estudiantes se hicieron la mañana del 11 de agosto.
*”Pedagogía en voz alta” es una columna de la Facultad de Pedagogía. El autor es asesor pedagógico.
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

