Crisis humanitaria en Sudán, violencia de género y explotación
Por Lucía del Rosario Portillo Sánchez
Desde abril de 2023, Sudán vive una guerra entre las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Apoyo Rápido. Esta guerra comenzó como una lucha de poder entre dos facciones militares que querían controlar el país tras la salida del Gobierno de Omar al-Bashir en 2019. Con el tiempo, se ha convertido en un enfrentamiento abierto que afecta a toda la población, destruyendo ciudades, infraestructura básica y generando desplazamiento masivo. Los combates se concentran en ciudades clave como Jartum, El Geneina y Darfur, donde la población civil ha quedado atrapada entre ambos bandos.
Hoy en 2025 el país enfrenta hambre, desplazamiento masivo y una violencia constante que golpea sobre todo a mujeres, niñas y grupos vulnerables.
Naciones Unidas estima que más de 30 millones de personas necesitan ayuda humanitaria y que al menos 10.5 millones están desplazadas dentro del país. A esto se suman más de 3 millones de personas que han buscado refugio en países vecinos como Chad y Sudán del Sur. En ciudades como Jartum o El Geneina la vida diaria se volvió insostenible, la violencia no solo destruyó casas y hospitales, sino también las redes familiares y comunitarias. Uno de los aspectos más graves de esta etapa del conflicto es el uso de la violencia sexual como herramienta de guerra.
Desde la perspectiva de las Relaciones Internacionales, la crisis en Sudán refleja un fracaso múltiple. La incapacidad del Consejo de Seguridad de la ONU para imponer un alto al fuego duradero; la insuficiente respuesta humanitaria internacional, limitada por la falta de financiamiento; y la marginalización de los temas de género en la construcción de soluciones de paz. La agenda “Mujeres, Paz y Seguridad” de Naciones Unidas (Resolución 1325 del Consejo de Seguridad) establece la necesidad de integrar la perspectiva de género en todos los procesos de paz, pero en el caso sudanés esta agenda sigue siendo letra muerta.
Diversos organismos han señalado que mujeres y niñas son secuestradas, violadas y sometidas a abusos por parte de grupos armados, en especial vinculados a las fuerzas de apoyo rápido. Incluso se han documentado agresiones contra niñas muy pequeñas, lo que refleja la deshumanización con la que se lleva adelante el conflicto, según reportes de AP News en 2025. Los abusos ocurren tanto en enfrentamientos como en detenciones arbitrarias y en campamentos de desplazados. En marzo de 2025 la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos informó que estos ataques son rampantes y sistemáticos.
La crisis del hambre también se ha vuelto crítica. La mitad de la población corre riesgo de inseguridad alimentaria severa. En este contexto se han multiplicado los casos en los que mujeres y niñas se ven obligadas a intercambiar sexo por comida, agua o seguridad. Este tipo de explotación, junto con matrimonios forzados y trata de personas hacia países vecinos, refleja cómo la violencia atraviesa todos los aspectos de la vida. UNICEF y ACNUR han advertido que estas dinámicas generan un ciclo de pobreza y violencia difícil de romper.
Los niños y niñas tampoco están protegidos. Muchos han sido víctimas de violación, reclutamiento forzado o explotación laboral. Además, prácticas dañinas como la mutilación genital femenina han aumentado en medio de la desprotección. En materia de salud el panorama es crítico. El Fondo de Población de la ONU señala que más de 3.6 millones de mujeres y niñas en edad reproductiva no tienen acceso a servicios básicos. La falta de clínicas y hospitales deja sin atención a víctimas de violencia sexual, aumentando los riesgos de infecciones y embarazos no deseados.
Aunque la ayuda internacional está presente, no es suficiente. UNFPA, UNICEF y Amnistía Internacional han instalado clínicas móviles, entregado kits de dignidad y abierto espacios seguros, pero las necesidades son mucho mayores. Para 2025, menos del 40% de los fondos humanitarios solicitados para Sudán habían sido cubiertos, de acuerdo con la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios. Además, los bloqueos y la inseguridad limitan la llegada de la ayuda a las zonas más necesitadas.
En el plano político se han hecho intentos para lograr un alto al fuego y avanzar hacia un gobierno civil. Sin embargo, los acuerdos han sido frágiles y las negociaciones se han visto frenadas por intereses internos y externos. Mientras tanto, la mayoría de los casos de violencia sexual y explotación no se denuncian por miedo a represalias, por estigma o porque el sistema judicial no funciona.
La Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU, que subraya la importancia de incluir a las mujeres en los procesos de paz, sigue sin cumplirse en Sudán. Ignorar esta perspectiva significa que cualquier acuerdo corre el riesgo de quedar incompleto. La crisis de 2025 muestra que no se trata solo de desplazamiento y hambre, sino también de una violencia de género que deja marcas profundas en la sociedad.
Sudán es hoy una de las emergencias humanitarias más graves del mundo. Resolverla requiere recursos sostenidos, protección para las víctimas y un compromiso internacional real para que la justicia y la paz incluyan también a quienes han sido más afectadas por la guerra.
Referencias:
UNFPA. Sudan Situation Report 21. Junio 2025
UNICEF. Gender-based Violence in Sudan. 2025
OCHA. Sudan Humanitarian Update. 2025
OHCHR. Report on Human Rights Abuses in Sudan. Marzo 2025
AP News. “Sudan’s Conflict Leaves Children Victims of Sexual Violence.” 2025
Amnistía Internacional. Sudán, la violencia sexual como arma de guerra. 2024
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