Por César Barrera Vázquez y Arnoldo Delgadillo Grajeda
Cada viaje por la autopista Colima–Manzanillo es una mezcla de desarrollo y riesgo: miles de camiones llevan progreso al país, pero en esa ruta también se han truncado 18 vidas en 3 años. Entre estadísticas y exhortos oficiales, las familias que han perdido a un ser querido recuerdan que el costo humano sigue presente en esta arteria estratégica.
Y es que datos adquiridos vía la Plataforma Nacional de Transparencia (PNT) y estadísticas oficiales de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes permiten colegir, en un ejercicio probabilístico, la cuota que cobra la muerte por transitar la carretera Colima-Manzanillo, una de las más importantes del Pacífico mexicano y cuya fama trágica ensombrece las estadísticas del desarrollo portuario.
En ese sentido, en 3 años, los accidentes en esa vía, donde circulan un aproximado de 26 mil vehículos diarios, han dejado 18 víctimas fatales, de acuerdo a datos de la Guardia Nacional, adquiridos a través de una solicitud de información en la PNT.
Pese a sus ampliaciones y modernizaciones en la última década, esa vía que comprende los tramos carreteros de Libramiento Manzanillo, Jiquilpan-Colima y Armería-Manzanillo se ha convertido en escenario de accidentes constantes, muchos de ellos mortales.
Especialmente el año 2022 fue fatal: entre marzo y diciembre se registraron 66 accidentes, con un saldo de 11 fallecidos; la tasa de letalidad de ese año por accidentes fue del 16%. El año 2023 cerró con 57 percances y 6 muertes, mientras que en 2024 la cifra fue de 41 choques con una sola víctima mortal. Hubo, entonces, una reducción.
En el primer trimestre de 2025, apenas se contabilizaron 9 incidentes, sin fallecimientos, la mayoría en marzo (la respuesta de la Guardia Nacional sólo abarca hasta el primer trimestre de este año y se entregó el pasado 20 de septiembre). En total, 173 accidentes y 18 vidas perdidas en poco más de 3 años.
Analizando esa información, se establece que el Libramiento de Manzanillo concentra la mayoría de los percances, seguido por el trayecto Jiquilpan-Colima y el corredor Armería-Manzanillo.
Un camino saturado
De acuerdo a datos de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, por la autopista de cuota Armería-Manzanillo (MEX-200D) circulan entre 7,500 y 8,500 vehículos diarios, mientras que por la vía libre Colima-Tecomán-Manzanillo (MEX-110 y MEX-200) transitan entre 12 mil y 18 mil vehículos al día en los tramos principales.
En conjunto, son millones de viajes anuales. Y aunque el número de accidentes parece bajo frente al volumen de automotores, la percepción de riesgo permanece.
Con esos datos, la probabilidad de tener un accidente en un viaje simple es de uno en 52 mil en la autopista de cuota y de uno en 97 mil en la libre. El riesgo de que ese accidente sea fatal es todavía menor: uno en medio millón de viajes en cuota y uno en un millón en la libre.
Dicho en otras palabras, la posibilidad de morir en un solo trayecto Colima-Manzanillo es muy baja, aunque si un accidente ocurre, hay un 10.4% de probabilidades de que sea mortal. Además, se debe tener en consideración que cada año aumenta más la carga de transporte pesado, lo que podría aumentar aún más los riesgos.
Reforzar medidas, no reformar: Jaime Sotelo
El tema de la siniestralidad de la carretera Colima-Manzanillo (sólo en septiembre del 14 al 25 de septiembre se registraron 7accidentes) llegó al Congreso del Estado, donde en el mes de agosto se emitió un exhorto para fortalecer las medidas preventivas.
Entrevistado al respecto, el diputado local Jaime Sotelo García, presidente de la Comisión de Desarrollo Urbano y Movilidad del Congreso del Estado, ha insistido en la necesidad de reforzar -y no reformar- las medidas de prevención.
“A partir de un exhorto presentado en el Congreso se reactivó, bueno, se reforzó con mayor participación de autoridades el Consejo Estatal para la Prevención de Accidentes, que preside la Secretaría de Salud”, explicó. En esas sesiones participan la concesionaria Pinfra, autoridades estatales y federales, así como la Unidad Estatal de Protección Civil.
De acuerdo con Jaime Sotelo, la estrategia se ha enfocado en diagnósticos, colocación de señalética con mejor visibilidad nocturna, reforzamiento de la vigilancia de la Guardia Nacional y atención más rápida en caso de emergencias. También se ha insistido en que las casetas de cobro cuenten con servicios básicos de primeros auxilios y ambulancias para responder en minutos.
“La mayoría de los accidentes se deben al flujo de transporte pesado, al exceso de velocidad y a malas condiciones de la carretera. Es un asunto multifactorial”, señaló el legislador. Y agregó que, aunque la cifra de percances ha bajado, el problema no está resuelto, pues además de las pérdidas humanas los accidentes generan embotellamientos que afectan la operación logística del puerto.
Una carretera que exige atención
La autopista Colima-Manzanillo es, en esencia, una arteria vital para la economía nacional. Conecta el puerto más dinámico del país con el centro-occidente y sostiene un flujo constante de tráileres, camiones y automóviles particulares. Esa mezcla de tránsito pesado y vehículos ligeros explica, en buena medida, la peligrosidad del tramo.
Voces críticas al respecto, como la de la senadora Mely Romero Celis, han alertado sobre la necesidad de un mantenimiento constante, supervisión estricta a los transportistas y vigilancia permanente de la velocidad, especialmente en bajadas como la de La Salada o en curvas cerradas cerca de la entrada a Manzanillo, al tiempo que ha criticado la demora en la conclusión de las obras.
El Consejo Estatal de Prevención de Accidentes, luego de ese exhorto en el Congreso local, ha sesionado al menos 4 veces. Sin embargo, al consultar su portal de transparencia, no se encuentra actualizada la información sobre el objetivo de sus metas y planes operativos, lo que habla de una opacidad en su trabajo.
Pese a que la probabilidad de sufrir un accidente es baja, no es inexistente. Ahí están las imágenes de los choques más fatales, aquellos en los que los tráileres desbocados arrollaron vehículos y familias enteras.
Es una realidad de contrastes: por un lado, tenemos un desarrollo portuario en el que llegan más de 3 mil camiones de carga al día y reflejan una bonanza económica; y, por otra parte, cada muerte registrada es un recordatorio de los peligros que entraña transitar por esa carretera, en la cual la muerte también exige su peaje: 10 muertes por cada 100 accidentes. Son 18 vidas truncadas en apenas 3 años dan cuenta de ello.

