Dom. Dic 7th, 2025

COLUMNA: Ciencia y Futuro

Por Redacción Oct7,2025 #Opinión

¿El verano afecta a las cerdas? Ciencia y termómetros en la granja

Por Doctor Juan Augusto Hernández Rivera*

Durante décadas, la porcicultura ha sido una de las actividades productivas más relevantes para la seguridad alimentaria global. En este contexto, México se ha posicionado como un actor importante en la producción de carne de cerdo, enfrentando, sin embargo, retos estructurales derivados tanto de la creciente demanda como de factores ambientales cada vez más adversos. Uno de estos desafíos clave es el cambio climático, cuyas repercusiones no solo se manifiestan en fenómenos meteorológicos extremos, sino también en el bienestar animal y la eficiencia reproductiva de las especies destinadas al consumo humano.

La realidad de las zonas tropicales, como las que predominan en varias regiones del país, se caracteriza por temperaturas altas durante gran parte del año, con veranos cada vez más intensos. Este entorno genera condiciones de estrés calórico que afectan directamente a los cerdos, en particular a las hembras reproductoras. Estos animales, esenciales para mantener la productividad de los sistemas de cría, se ven especialmente vulnerables porque su fisiología no les permite regular eficazmente su temperatura corporal cuando las condiciones externas se tornan extremas.

A diferencia de otras especies, los cerdos carecen de glándulas sudoríparas funcionales y sus mecanismos de enfriamiento natural, como el jadeo, son limitados. Así, en ambientes calurosos, su cuerpo se ve forzado a buscar otras estrategias para disipar el calor. Una de estas estrategias involucra la modificación de la temperatura de la piel, una variable que puede medirse con relativa facilidad y que sirve como indicador de su capacidad termorreguladora.

En este contexto, nuestra investigación, presentada en el LVII Congreso Nacional de la Asociación Mexicana de Veterinarios Especialistas en Cerdos (AMVEC) 2025, se propuso observar las temperaturas de la piel de cerdas F1 (cruce de las razas York y Landrace) durante dos momentos del año: verano e invierno, bajo las condiciones climáticas tropicales de Colima. Lo anterior con el objetivo de entender cómo las hembras enfrentan el calor ambiental y qué implicaciones puede tener esto en su fertilidad y bienestar.

El estudio se centró en animales sometidos a inseminación artificial, una práctica común en sistemas modernos de producción porcina. Evaluamos cómo se comportaban las temperaturas en distintas zonas del cuerpo —como el lomo, el cuello, el flanco y la grupa— usando termómetros digitales en forma de pistola, una herramienta no invasiva que permite registrar cambios precisos en la superficie de la piel (tipo termómetros usados en la pandemia). Con esta metodología, logramos identificar variaciones térmicas importantes entre las dos estaciones del año.

Durante el verano, se observó un aumento generalizado de las temperaturas cutáneas, especialmente en áreas donde el flujo sanguíneo superficial es más alto. Esta respuesta se interpreta como una forma de liberar el exceso de calor acumulado en el cuerpo, llevando la sangre caliente a la periferia del organismo. No obstante, si bien esta adaptación es eficaz hasta cierto punto, cuando las temperaturas externas superan cierto umbral, el mecanismo puede saturarse, dando lugar a un estado de estrés calórico que impacta negativamente en la fertilidad.

Las cerdas sometidas a estas condiciones tienden a reducir su consumo de alimento, lo que disminuye su energía disponible para los procesos reproductivos. Asimismo, el estrés calórico puede alterar la producción de hormonas necesarias para la ovulación, dificultar la implantación embrionaria y reducir la viabilidad de los lechones. En consecuencia, las tasas de fertilidad y parición tienden a ser más bajas en los meses calurosos, lo que representa una preocupación seria para los productores.

En contraste, durante el invierno, las temperaturas de la piel fueron notablemente más bajas y estables, lo que indica un ambiente más favorable para el desempeño reproductivo. Estos resultados permiten concluir que el control ambiental, especialmente durante el verano, debe ser una prioridad en las granjas porcinas ubicadas en climas tropicales. La implementación de sistemas de enfriamiento, manejo adecuado de sombras, ventilación, y horarios estratégicos para la alimentación e inseminación, pueden marcar la diferencia en los resultados productivos.

Este tipo de investigaciones, aunque específicas, tienen un gran valor para entender la relación entre clima, bienestar animal y eficiencia en la producción de alimentos. Si como país aspiramos a reducir la dependencia de importaciones y a cubrir la creciente demanda interna de carne de cerdo, es indispensable considerar no solo la genética y la alimentación de los animales, sino también los efectos del entorno en su salud y rendimiento.

La ciencia aplicada a la producción animal nos ofrece herramientas para adaptarnos a los nuevos desafíos del clima. Medir y comprender variables como la temperatura de la piel en las cerdas nos ayuda a tomar decisiones informadas que pueden mejorar la eficiencia del sistema y garantizar la sostenibilidad del sector porcino en un futuro cada vez más exigente.

*Trabajo aceptado en formato oral en el LVII Congreso Nacional AMVEC 2025 de la Asociación Mexicana de Veterinarios Especialistas en Cerdos, A.C. Boca del Río, Ver., del 22 – 25 de julio de 2025. Enlace: https://1drv.ms/b/c/8020b8013adc7881/EbvbTmMVEgZIgiezKnvy1HQB1GU2eAp8Bb7G_2rOtIb_qw?e=0L908b

**Profesor e investigador de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad de Colima

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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