¿Dónde quedan los derechos humanos en un mundo multicultural?
Por Lizbeth López Ramírez*
En un Mundo con más de 8 mil millones de personas es materialmente imposible no imaginar que existen un sinnúmero de culturas, cada una con una identidad particular, con creencias, costumbres, ideales y valores que las caracterizan y las diferencian entre sí. Por otro lado, y ya como dato particular, en México, según el INEGI con antecedentes del 2020, señala que 23.2 millones de personas se autodefinieron como población indígena u originaria, 19.4% de la población de 3 años en adelante.
Por otro lado, 7.4 millones de habitantes hablan alguna lengua indígena, y eh ahí el problema de origen, si es que le podemos llamar así, y lo materializo bajo las siguientes interrogantes ¿qué pasa cuando 2 o más culturas no comparten ideales? ¿qué pasa cuando esas creencias o costumbres son contrarias a lo que se cree que es el fundamento natural de vida?
No habría que ir muy lejos para conocer algunas respuestas, la historia de México documenta, con aquella conquista española proveniente de una cultura predominante que llego a tratar de erradicar una cultura indígena, sobreponiendo el poder y la autoridad sobre el valor más preciado del ser humano; la dignidad humana, no solo arrebatando la identidad cultural sino sus derechos, que al tiempo se han clasificado como humanos o fundamentales y es aquí donde se plantea la reflexión de estas líneas ¿dónde quedan los derechos humanos en un mundo multicultural? y ¿cómo lograr salvaguardar los derechos colectivos, pero sin menoscabar los derechos humanos individuales? La reflexión en torno a estas preguntas a dado por nombre lo que hoy conocemos como “interculturalidad” un concepto novedoso que lleva a descubrir aquel modelo de cultura ideal e incluso utópico que gustaría tener, donde se acepten las diferencias y se encuentren los puntos medios entre las diversas culturas y se garantice la subsistencia de todas. O bien donde, como los vasos comunicantes, las distintas culturas y los rasgos fundantes de cada una de ellas contribuya al engrandecimiento mutuo
Desde las corrientes del liberalismo que se cimientan en la unificación de culturas y, por ende en la no extinción de las mismas o su antagónica denominada comunitarismo que a toda costa preserva las diferencias culturales, hasta el punto intermedio entre ambas corrientes llamada “hermenéutica analógica” planteada por Mauricio Beuchot, se puede llegar a la conclusión de que a fin de solucionar el problema planteado o mejor dicho tratar de combatirlo, ya que hablar de solución sería una entelequia, necesitamos un modelo en el que se respeten dentro de lo posible los llamados derechos colectivos, las diferencias entre las culturas tanto predominantes como minoritarias, pero reconociendo aquellos valores mínimos irrenunciables, expresados en los derechos humanos individuales y que se fundamentan en la naturaleza humana, es decir una visión intercultural que desde la libertad, igualdad, respeto, solidaridad y comunicación se logre una justicia tanto para el ser humano en su esfera individual como en su esfera colectiva, ya que un ser humanitario sin cultura, sin comunidad, es como un ente sin sentido, entendido como sin sentido de vida, la cultura es la forma en que el ser humano da valor a la existencia, interpreta el Mundo, se comunica y se relaciona con los demás, de ahí que si logra comprender y valorar las culturas entonces éstas comprenderán y valorarán los derechos humanos.
Estudiante de la Maestría en Derecho de la Facultad de Derecho U. de C*. Forma parte del “Semillero de Formación de Jóvenes en Investigación Jurídica” coordinado por el Doctor Amado Ceballos Valdovinos.
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