En el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, el activista ambiental Pablo Montaño (Ciudad de México, 1988) presenta el libro La esperanza climática, un texto que busca acercar a la sociedad a la gravedad de la crisis actual, pero también a las posibles vías de acción.
Entrevistado por El Comentario, el autor explica que el libro se divide en 2 partes principales: “Primero, explicar de una manera muy accesible cuál es el problema con el cambio climático y por qué llegamos aquí”, y luego, “diseccionar cuáles pueden ser esas avenidas para resolver o para atender este cambio climático”.
Montaño abordó la persistencia de voces que minimizan la crisis, asegurando que es imposible ya no darse cuenta que es una realidad: “Yo creo que para este punto es una ignorancia elegida, porque ya quien quiera voltear a ver lo puede ver”.
El escritor argumenta que la incredulidad o la comodidad de algunos se debe a una cuestión de privilegio, ya que las personas más ricas pueden mitigar los efectos. Puso como ejemplo a los “millonarios” que construyen bunkers para resistir los embates de la crisis.
Sin embargo, destacó que la realidad ya es innegable: “Las empresas de seguros están integrando en sus valoraciones de riesgo el cambio climático. Es decir, esto ya es ley, ya no es una cuestión de me gusta, me apasiona el medioambiente, es una cuestión de que ya está ocurriendo”.
Montaño enfatizó que la crisis climática es un tema de desigualdad, tanto en su origen como en sus consecuencias, prueba de ello es que el 10% más rico de la población provoca el 70% de las emisiones. “No es una cuestión de que hay muchísima gente, es que hay algunos pocos que están gastando muchos, muchos más recursos”, señaló.
Además, aseguró que el cambio climático exacerba las vulnerabilidades sociales ya existentes. Los más pobres, aquellos sin acceso a educación, o quienes trabajan de manera precaria, son los que se verán más afectados y tendrán menos recursos para responder a las crisis.
El título del libro, La esperanza climática, es una provocación, ya que Montaño redefine el concepto. Rechaza la idea de una esperanza pasiva, donde “todo va a salir bien” o la espera de un “científico de Harvard que invente un ventilador gigante que resuelve el problema”.
“Esa esperanza sí no existe y está enterrada, muerta y nunca y es una ficción”, sentenció.
La esperanza de la que habla el autor es activa y organizada: “Si nos organizamos y ponemos condiciones nuevas y cambiamos las injusticias y cambiamos cosas que están ahí… no tenemos de otra. O nos ponemos a hacer esto o sí vamos a estar viendo este impacto avanzar hasta que nos toca”, refiriéndose a comunidades que ya han sido afectadas por eventos extremos, como las recientes inundaciones.

