Por *Mtra. Ruth Holtz
Las personas acuden a psicoterapia generalmente cuando su situación se ha vuelto insostenible y no hay otra opción que pedir ayuda para cambiar la situación, sanarla o resignarla. Querer cambiar es un requisito indispensable para todo proceso psicoterapéutico exitoso. Irónicamente, con todo y el sufrimiento, hay gente que no quiere cambiar, que viene a psicoterapia para desahogarse y encontrar justificación a lo que vive, y seguir igual, usando el espacio psicoterapéutico para consolarse.
Venir a psicoterapia es tener el privilegio de ser escuchado con atención. Algunas personas pueden tener la necesidad de que se les escuche con motivos diferentes a curarse, cambiar o mejorar. Quieren atención a sus quejas, recreación de su pasado con fines de autoconmiseración o simplemente encontrar culpables para señalarlos y poder seguir igual. “Yo soy así… porque abusaron de mí”; “yo soy así… porque mi papá se murió cuando estaba muy niño”; “yo soy así… porque se murió mi hermana”; “soy así… porque todos en mi familia eran alcohólicos”, etcétera.
Una parte del tratamiento es así. Innegablemente iniciamos como víctimas, con el tiempo podemos ir entendiendo que tuvimos alguna especie de participación. No quiere decir que cuando eres un infante y eres víctima, tienes responsabilidad. Significa que en la medida en que crecemos, lo que nos atormenta no es lo que pasó, sino como no lo contamos posteriormente y lo seguimos usando como excusa.
No hay dolor que no pueda ser resignificado para usarlo de trampolín para crecer, para cosechar la sabiduría de vida que nos deja. Sabemos que los traumas son por definición transgeneracionales. Lo que nos pasó no es un hecho aislado. Viene dado por nuestro grupo familiar. Comprender es un paso que nos permite mirar nuestro grado de libertad para decidir dejar de torturarnos, atrapados en la misma historia toda la vida sin poder cambiar. Empoderarse viendo las posibles alternativas entonces, y mirar los hechos, nos permite cambiar y desapegarnos de nuestra historia, para dejar de vivir en nuestra herida como nuestra zona de confort. Mucha gente frena un presente y futuro brillante por seguir atrapado en el pasado, en el rencor, en el examinar lo que pasó, en usarlo de excusa para no cambiar, para no hacer una vida diferente, sin cadenas de miedo, desconfianza o problemas de carácter. Es el gran pretexto de procrastinación. Pero no debemos engañarnos, todo puede ser cambiado. No se trata de poder cambiar, sino de querer cambiar. Entonces se encuentra el cómo. A veces implica mucho esfuerzo, trabajo de modificación de hábitos, de desmentir creencias, de “reparar el daño”, de recobrar nuestro niño/a interior, de manejar nuestras emociones inteligentemente y recobrar la conexión con nuestro corazón, volver a creer, volver a amar, perdonar…
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