A propósito de su nueva novela, Cuatro veranos, el escritor mexicano Benito Taibo se declara a sí mismo como un provocador, obsesionado con despertar emociones entre quienes leen su literatura.
“Un libro sigue siendo una provocación. Se trata de provocar sensaciones, sentimientos; la literatura está hecha de pasiones, desde tiempos inmemoriales contamos historias a partir de las pasiones humanas”, aseguró Taibo este domingo en una entrevista con EFE.
Editada por Planeta, Cuatro veranos es una novela con un aire de autoficción, en la que Taibo se detiene en 4 momentos de su vida, adolescente en 1976 en Baja California, en 1977 en Nuevo México y 1978 en Gijón; adulto mayor en la Ciudad de México en tiempos del Covid.
Reflexiones sobre la poesía, la vida, la amistad, el amor, el dolor, el deseo de venganza y el placer de la comida son hilos con los que el autor hilvana las historias, a veces con un toque de humor, siempre con humanismo.
“Hago una advertencia al principio; todo lo que sucede en esta novela es real excepto lo que no lo es y dejo al lector la libertad de elegir. Utilizas la literatura para realzar cosas, para darles más sentido, para volverlas más heroicas. Todo lo contado es cierto; ya vendrán a reclamarme los personajes que aparecen ahí”, explica.
Un clavado de alta dificultad
Aunque nada estilo crol, Benito Taibo es más como un saltador de la plataforma de 10 metros, a la manera de esos olímpicos de abdomen plano que ejecutan saltos de alto grado de dificultad, con giros y contorsiones aéreas.
“Eso soy, un lector que un día saltó al vacío y empezó a escribir, aunque en esta novela demuestro que no solo soy un lector; soy también un hombre que disfruta la comida y un cinéfilo. Para mí el cine es tan importante como la literatura”, explica.
El libro de 147 páginas está lleno de memorias de comidas pantagruélicas, encuentros con los libros, visitas al cine y una obsesión por encontrar el amor de una mujer, que según una lectora de cartas, llegaría con un nombre que empezaba con I.
En uno de los veranos, el de 1977, el joven Benito se va a Albuquerque para mejorar su nivel de inglés y vive en casa del poeta Ángel González, amigo de la familia, quien lo adopta como sobrino.
“Mi relación con Ángel González fue más que eso que conté. Fue el antes y después; él fue una presencia constante en mi vida; igual que Luis Rius. Yo decidí escribir poesía, cuando descubrí a Ángel González. Era incombustible, aguantaba todo y tenía un sentido del humor retorcido y maravilloso”, cuenta.
Como en otros de sus libros, en Cuatro veranos, Taibo hace un inventario de joyas: El viejo y el mar, Moby Dick, La Guerra y la paz y otros clásicos de la literatura aparecen en la historia y confirman uno de los lados más luminosos de Taibo, el de promotor de la lectura.
Inteligencia poco inteligente
Tanto homenaje a los libros, a la belleza, a la condición humana parecen un desvarío para quienes están obsesionados con la Inteligencia Artificial. Taibo cree que ni el chat GPT ni otra herramienta tecnológica sustituirá los libros porque jamás tendrán la sensibilidad de una persona.
“La Inteligencia Artificial es todo excepto inteligente. Mientras no esté construida con pasiones y no tenga la capacidad de mentir, no será inteligencia. Qué miedo que un nuevo Dios artificial venga a decidir sobre nuestras vidas y nuestros destinos”, observa.
Es Benito Taibo un irreverente, que a sus 63 años usa lenguaje de millennial y amenaza con cortar sus entrevistas si lo tratan de usted. Jura llevar 30 años sin probar alcohol, pero suele divertirse como si estuviera bajo los efectos de un refinado whisky. Es un hombre que evita lo sofisticado, a quien no le importa llorar delante de su mujer.
-¿Se vale ser cursi?
– Se vale ser cursi, se vale ser dramático. En la literatura cabe todo; yo creo que todos los libros son de autoayuda, excepto los que dicen autoayuda en su portada.