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ARTÍCULO: ¿Tiene sentido el sufrimiento?

PorAnabel Cortés

Nov 30, 2023

Por Ruth Holtz *

La raíz fundamental que alimenta los conflictos entre los seres humanos, que inicia los mecanismos de defensa que monta nuestro interior, que nos lleva a una guerra constante con nosotros mismos, es lograr evitar el sufrimiento. Es más, inconscientemente nos atrapamos en repetir las situaciones que nos llevaron al sufrimiento en el pasado con la esperanza de superarlo, entenderlo o por lo menos evitar repetirlo en el futuro. Es irónico que a veces suframos para evitar sufrir, pero por lo menos ya conocemos nuestro dolor y ya no nos toma por sorpresa con su inusitada incertidumbre. Sin embargo este “intento de control” puede llegar a ser inútil.

De todos modos, el sufrimiento es más o menos inevitable en el sentido de que la vida es imperfecta, en que estamos en crecimiento y en conquista de nuestra plenitud, pero no somos plenos todavía. El sufrimiento también entra por el hecho de que somos libres y no podemos tener, hacer o ser lo que queramos si el otro no quiere, pues es libre y no obedece a nuestra voluntad. En cierto sentido, el sufrimiento surge porque vemos frenada la imposición de nuestra voluntad. Somos libres y sin embargo “no podemos hacer lo que nos dé la gana”. Los adolescentes creen que liberarse del yugo de los padres es la libertad total, cuando descubren que son esclavos de sus amigos(as), de sus novios(as), de sus propios deseos, de sus propias limitaciones e inmadureces, de su cuerpo, de la situación económica y de otras personas involucradas en su situación que también quieren hacer “lo que se les dé la gana”. Todo esto también crea sufrimiento. Los acontecimientos, el que unas personas se encuentren o no, se enamoren o no, el que tiemble o venga un tsunami, el que enfermemos, etc., tampoco ocurren de acuerdo a nuestra voluntad. Todo esto puede ser fuente de sufrimiento.

Al sufrimiento hay que aceptarlo, pero ciertamente se le puede buscar un sentido desde el cual poderlo manejar y al imponerle nuestra voluntad integrarlo en nuestro plan de vida. Para ello por lo menos necesitamos una perspectiva de interpretación de lo que es la realidad, de lo que son las cosas desde dónde brote este sentido y un plan de vida.

Ahora bien, sí se puede evitar cierto tipo de sufrimiento si sabemos entender cómo fluir en las situaciones de la vida. Y también podemos entregarnos (no abandonarnos) al sufrimiento para dejar que éste labre nuestro interior, moldeé nuestra alma, sacuda nuestro espíritu y nos eleve. Como quiera que sea, es necesario conocernos y una psicoterapia nos brinda herramientas valiosísimas para ello, así como vivencias concretas de cómo habérnoslas con el sufrimiento.

Para volver “útil” al sufrimiento podemos enfocarnos en lo bueno o positivo que éste trae o permite develar. Un ejemplo de esto es como cuando un gran sufrimiento acerca de perder a alguien nos lleva a valorar lo que en otro momento quizá ni siquiera aquilatábamos. Una enfermedad puede hacernos sensibles al dolor de otro ser humano, aprender a ser empáticos, es decir, “ponernos en los zapatos del otro” y poder comprenderlo. Vivir una situación difícil, similar a la tal vez padecida por nuestros padres puede reconciliarnos con ellos en un entendimiento que no lo dan las discusiones. Como dicen, “la vida enseña a golpes”. Un sentido del sufrimiento puede ser el que nos enseña algo al privarnos temporalmente del bienestar y cuestionarnos las bases de él y el control que realmente tenemos sobre las cosas. De cierto modo coloca a nuestro ego en su justo lugar, en vez de sentirnos que lo podemos todo.

Lo mejor es la creación de un plan de vida o el creer que tenemos una misión en este mundo, de tal manera que al sufrimiento se le encuentre un lugar desde el cual determinar su necesidad e influencia, su significado y sentido. Y que cada vez que tenemos que vivirlo lo enfoquemos desde esa visión que tenemos. Así por ejemplo, el sufrimiento de Cristo tuvo el sentido de liberar a los hombres del pecado. O tal vez sea sólo parte de lo que necesitamos para no ser tan testarudos y corregir nuestro carácter, nuestras actitudes, nuestro modo de hacer las cosas, para moldear nuestra forma de ser.

En un sentido psicológico, el sufrimiento indica áreas de nuestra vida que hemos ignorado, en las que no hemos crecido, son señales de alarma de nuestro interior que nos dicen que no vamos por buen camino. Hacer caso a esa voz interior disipa la mitad, o más, de los motivos del sufrimiento o por lo menos se reconsideran como motivos suficientes o no en función de una meta más grande.  Por ejemplo, si venimos al mundo para una gran misión, no vamos a atormentarnos porque “Fulanito no me ama” o porque “las cosas no suceden como queríamos”. Hay que fluir.

Ahora bien, es posible también ver las cosas sin ningún sentido y encontrar en ello el motivo y la razón para vivir en paz con la vida, con los demás y con nosotros mismos. Se trata de un enfoque que implica más evolución personal dado que representa un mayor desafío. Por lo pronto adherirse a esta forma de ser significa que ya no vamos a buscar ninguna fórmula, ninguna visión, ninguna respuesta que nos defina qué nos pasa, qué estamos viviendo, para qué o por qué. Todo esto nos lleva a una cierta incertidumbre, nos lleva a dejar que las cosas ocurran inesperadamente, a renunciar a saber por qué o para qué ocurren. Y encontrar en esta renuncia no sólo un alivio, sino sobre todo lograr deshacernos de tantas y tantas ideas, creencias, convicciones que vamos coleccionando consciente o inconscientemente a lo largo de nuestra vida. Se trata de borrar nuestras viejas programaciones y renunciar a poner otras y solamente entregarse a vivir. Es aceptar el misterio de la vida y simplemente entregarse a ella en cada momento, sin huir al pasado o al futuro o a las teorías o sistemas de creencias para encontrar explicaciones. Es dejar de buscar explicaciones consoladoras. Es aceptar la vida como venga, las situaciones como se den sin inclinarnos a favor o en contra de ellas, sin juzgar si será para bien o para mal. Es una actitud parecida a la de los niños, que juegan sin cuestionar nada como si no se dieran cuenta de los problemas, viviendo dando por hecho el apoyo familiar, creyendo de manera ingenua en la continuidad de cada momento sin interrupciones de desilusiones, de miedos, de preocupaciones, de evaluación de lo que “me hicieron o no”, de reflexiones y juicios. Sólo vivir el momento lo más intensamente posible. La mente crea un sinfín de juicios, ideas y concepciones acerca de cómo son y deben ser las cosas. Se trata de ir más allá de esto, de vaciarnos, de encontrarnos a solas con la vida y simplemente vivirla sin esperar nada, sin violentar nada, sin enredarnos en dolores del pasado ni en deudas emocionales. Para ello, obviamente que necesitamos liberarnos y una psicoterapia es una muy buena opción para comenzar.

Enfrentar el vacío, la nada, el que estamos aquí y ahora, por no sé qué, y así es y no hay nada ni nadie que pueda “desde afuera”, transformarlo en algo con sentido, en un hogar que nos asegure protección y definitividad a nuestros valores y razón a nuestras luchas. Saber de pleno que todo sentido, significado, razón o explicación es obra humana y que finalmente tiene la función de hacernos vivible la vida, es algo que puede ser devastador para muchos. Empieza con reconocer que nuestros padres, hermanos, maestros, sacerdotes y demás figuras de autoridad son simplemente humanos como nosotros, con virtudes y defectos, y que no tienen la última palabra acerca de nada y que tienen las mismas angustias y desafíos que cualquiera. Dejar de idealizar a ciertas personas que podrían darnos respuestas puede ser muy catastrófico.

Sea como sea, es la única forma de vernos cara a cara a nosotros mismos sin ninguna vestimenta, sin ninguna explicación, sin ningún disfraz. Es la manera de saber que lo único cierto es que estamos vivos y que lo demás, si lo hay, depende enteramente de nosotros. Es una buena manera de percatarnos de qué tan programados estamos por nuestra educación y cultura, por nuestro pasado, por nuestras vivencias y por los significados e interrogantes heredados por nuestra familia. Nos permite hacer una revisión exhaustiva, pero también nos permite ser más pobres de espíritu. Y entonces quizá podamos vislumbrar a Dios. Por lo menos eso piensan grandes personajes como el jesuita Anthony de Mello. De cualquier modo, es punto al que necesitamos llegar si queremos llegar a ser verdaderamente libres y saber que todo es relativo, todo es construcción nuestra, de tal manera que nos tomemos menos en serio las cosas y valoremos lo más importante: estar vivos, disfrutar, ser como sea que esto sea mientras favorezca la vida.

* Tels. 312 330 72 54 / 312 154 19 40    Correo: biopsico@yahoo.com.mx

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