Por José Luis Larios García
Cada año, durante el mes de diciembre se celebra el docenario guadalupano, devoción mariana católica que se festeja en todo el país, la cual tiene sus antecedentes desde la época virreinal. La información se puede encontrar en los testamentos novohispanos de La Villa de Colima de la Nueva España, donde las personas en su lecho de muerte imploraban protección divina como su última voluntad; por ejemplo, el 15 de noviembre de 1537, 6 años posteriores al misterio de las apariciones en 1531, el conquistador Bartolomé López, dispone en su testamento varias mandas a Nuestra Señora de Guadalupe. En 1539, una vecina de Colima, María Gómez viuda de Juan Pérez, pagó a la Casa de Nuestra Señora de Guadalupe 25 pesos de mina, dio carta de pago de ello. En el siglo XVII, parece que la imagen guadalupana representó para los pobladores una esperanza de protección contra los corsarios que llegaban a las costas de Colima.
En la primera mitad siglo XIX, el cabildo de Ayuntamiento de Colima nombraba una comisión integrada por regidores y miembros del clero, para organizar el novenario y programa de las festividades religiosas. Se adornaba la iglesia parroquial, compraban botijas de aceite, ocote, mechas y cera de castilla, que debían utilizarse en las iluminarias del templo; asimismo, extendían manteles de manta en el altar principal, tocaban la chirimía (piteros), los coros eran acompañados con músicos y flautistas, propios de la ciudad de Colima. Afuera del recinto prendían cohetes, disparos de salva y repicaban las campanas.
Desde 1894, por órdenes del obispo Atenógenes Silva Álvarez Tostado, el altar de la catedral fue colocada la imagen de la Virgen de Guadalupe, desde entonces los feligreses han demostrado fervor y culto hacia la celebración religiosa, donde llegan numerosas peregrinaciones de fieles, integradas por comerciantes, asociaciones civiles, creyentes de los diferentes barrios de la ciudad, sociedades de trabajadores, jóvenes, hombres y mujeres, que visten con el típico traje colimote, los cuales recorren las calles para visitar el templo.
Durante las festividades, las mujeres usan trajes confeccionados en manta o cuadrillé, bordados con punto de cruz, para asistir a los actos religiosos, atuendo a la usanza prehispánica con influencia oriental y española. Estas combinaciones forman una vestimenta indígena, la cual se conforma de 3 prendas: mantilla, joloto y nagua (sic). La mantilla se decora con estrellitas para simular el manto de la virgen, o bien se colocan jesusitos; para el joloto o blusa, se hacen 2 rectángulos de tela, que se unen con tejido de gancho de hilo en color rojo, donde el diseño corresponde a la imaginación de quien lo borda; en algunos casos, las mujeres que deben una manda o imploran un favor especial, colocan en la parte frontal el estampado de la virgen de Guadalupe. Finalmente, para la nagua o falda, se insertan bordados de rosas de castilla y grecas del mismo tono.
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