Sáb. Sep 7th, 2024

COLUMNA: Ciencia y Futuro

Por Redacción Ene24,2024 #Opinión

La palabra armada: poetas latinoamericanos contra las dictaduras

Por Rogelio Guedea*

Tengo aproximadamente 10 años dedicado a investigar sobres las dictaduras latinoamericanas del siglo XX y a los poetas que lucharon (con palabra y acción) en contra de ellas, lo que además me ha llevado de manera natural a analizar el rol de los intelectuales a la luz de estas autocracias, la evolución de la propia izquierda (marxista, comunista, etcétera) y la derecha (capitalista) en América Latina y a los consecuentes movimientos sociales impulsados por las mismas.

También he tenido que adentrarme en ámbitos más amplios que tuvieron de forma determinante un impacto muy profundo en la geopolítica latinoamericana, como la propia Guerra Fría entre Estados Unidos y la antigua URSS (tan decisiva en muchos aspectos políticos, ideológicos y económicos de nuestro continente), así como la Revolución Rusa, la Guerra Civil Española y las 2 guerras mundiales.

Estoy a muy poco de terminar esta prolija investigación que, de resultar lo esperado, será publicada en forma de libro con el título de “La palabra armada: poetas latinoamericanos contra las dictaduras”, en la cual haré una revisión y valoración de lo que han sido, como he dicho, las dictaduras más representativas de América Latina, como son la argentina (con Rafael Videla), la chilena (con Pinochet), la salvadoreña (con sus sucesivas dictaduras militares, iniciadas desde 1930), la dominicana (con Leónidas Trujillo), la cubana (con Batista y posteriormente con Castro), la uruguaya (con Bordaberry), la nicaragüense (con la terrible dinastía somocista, padre y 2 hijos) y la paraguaya (con Stroessner), además de sus correspondientes poetas (y adversarios) para cada una: Juan Gelman, Nicanor Parra, Roque Dalton, Pedro Mir, Reinaldo Arenas, Mario Benedetti, Ernesto Cardenal y Santiago Dimas, respectivamente.

Esta investigación, próxima a concluirse, y la cual me ha llevado a consultar múltiples fuentes bibliográficas, testimonios directos e indirectos, la obra misma y vida de los poetas y su contexto histórico, me ha dejado algunas conclusiones que considero importantes, entre ellas, por ejemplo, la facilidad con la que, en nuestras sociedades, han proliferado las figuras carismáticas que, eventualmente, han devenido en dictadores, por otro lado el indoblegable compromiso de los intelectuales no sólo para luchar en contra de estos regímenes autocráticos en aras de defender (arriesgando hasta la vida) las libertades y la dignidad humana, y finalmente la enorme debilidad de nuestro estado de derecho y la fragilidad de nuestras soberanías frente a los excesos del poder, incluido el poder extranjero.

Incluso, hay la sensación de que, de pronto, muchos de nuestros intelectuales han luchado por transformar realidades (las realidades impuestas por las dictaduras) para instaurar nuevos formas de organización política que, lejos de significar avances, han impuesto retrocesos, como fue el caso de la Revolución Cubana (que derrocó la dictadura de Batista para instaurar la dictadura castrista) o Nicaragua (en donde se acabó con el régimen somocista para en la actualidad padecer la dictadura del (ni más ni menos) exguerrillero sandinista Daniel Ortega, quien llegó a perseguir al propio Ernesto Cardenal, entonces compañero de lucha en la guerrilla sandinista).

Más o menos lo mismo hemos observado en Venezuela, Bolivia, Honduras, y ahora recientemente otra vez en El Salvador, en donde el presidente Bukele pretende ya cambios inusuales a la Constitución para buscar la reelección, todo ello bajo la justificación de estar haciendo un excelente gobierno y de continuar haciéndolo así otro periodo más.

Desearía que esta investigación contribuyera no sólo a valorar en toda su dimensión el papel que han tenido los intelectuales (en este caso poetas latinoamericanos) en la construcción de las democracias de sus países, sino también que se reafirmara la idea de tener leyes tan fuertes en cada una de las naciones (constituciones invencibles) que hagan imposible que cualquier poder político (autoritario o fáctico) pueda estar por encima de ellas. La Ley, como mejor encarnación de la justicia, debe estar por encima de cualquier tipo de poder político, y esto seguramente evitará la formación de dañinos caudillismos en las sociedades del porvenir, con sus consecuentes daños (en ocasiones imperecederos) al bienestar de nuestras culturas. 

*Profesor investigador de la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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