Por Antonio Hermosín Gandul
En la pequeña localidad costera de Suzu, el terremoto y el tsunami de principios de mes destruyeron casi la mitad de sus viviendas y acabaron con la vida de un centenar de sus 12,500 habitantes, además de poner a prueba el sistema nipón de alerta y evacuación ante desastres naturales.
Una extraña calma reina en las calles de Suzu, que presentan un escenario apocalíptico un mes después de la catástrofe con casas colapsadas, vehículos convertidos en amasijos de metal, barcos encallados sobre carreteras resquebrajadas y puentes al borde del derrumbe.
Con la mayoría de sus habitantes desplazados tras perder sus viviendas, el barrio costero se encuentra completamente desierto salvo por la presencia de algunos vecinos que acuden a los escombros de sus casas para tratar de recuperar algunas pertenencias o simplemente para comprobar el estado de destrucción.
Esquivar por poco la tragedia
“Este panorama es lo que me encontré cuando pude salir por primera vez del refugio para evacuados, tras pasar allí los primeros 4 o 5 días tras el terremoto y el tsunami”, dice Michiko Hoshiba, vecina de Suzu de 82 años.
“Hubo un primer temblor, después otro, y al acabar pensamos que iba a quedar ahí la cosa… Así que fuimos a la plaza de al lado de casa. Fue entonces cuando vino el tsunami”, cuenta Hoshiba, a quien le cuesta encontrar las palabras para expresar sus recuerdos de aquel día.
“El terremoto ya destruyó muchas casas y mucha gente murió aplastada. Dos personas de una familia aquí al lado fallecieron así. Fue aquí mismo, eran mis vecinos… Pero los 3 miembros de mi familia por suerte pudimos evacuar a tiempo”, añade antes de continuar con la búsqueda de utensilios del hogar entre ruinas.
El tsunami alcanzó los 1.5 metros en este barrio pesquero en primera línea de playa, suficiente altura como para llevarse por delante todo lo que encontraba a su paso, mientras que en otro distrito de Suzu llegó a los 4.7 metros, según las mediciones de los expertos.
Toshihiro Nakamura, de 71 años y también vecino de la zona, afirma que él y su familia lograron escapar “por muy poco” del tsunami al evacuar a tiempo al refugio ubicado a más altura sobre el nivel del mar.
“Mi casa es esa de ahí atrás. Después del terremoto y del tsunami, quedó de forma que es imposible habitar ahí”, dice señalando una carcasa de vigas de madera y cristales rotos.
Otro anciano lugareño interrumpe sus labores de recuperación de tejas caídas para mostrar lo que queda de su vivienda: una fachada aplastada bajo el techo y con un coche empotrado.
Un sistema bien engrasado aunque imperfecto
Por su ubicación en el litoral noreste de la península de Noto, cerca del epicentro del terremoto de magnitud 7.6 del pasado 1 de enero, Suzu se llevó el doble golpe del seísmo y del tsunami que lo sucedió, y se convirtió en una de las localidades con más daños humanos y materiales.
Esta localidad contaba con 12,573 habitantes y 5,843 hogares registrados, y hasta el momento se han confirmado 101 fallecidos por el desastre y 2,092 viviendas completamente destruidas, más otras 2,480 con destrozos graves o leves.
Las pérdidas humanas podrían haber ascendido a cifras mucho mayores de no ser por la rápida evacuación de la mayor parte de sus habitantes a los refugios antitsunami ubicados en la zona, tras activarse el sistema nipón de alerta para estas catástrofes.
Al detectarse el fuerte seísmo a las 4:10 de la tarde, hora local del día 1, la Agencia Meteorológica de Japón (JMA) activó la máxima alerta de tsunamis -reservada para casos en los que se prevén olas mayores de 3 metros- para toda la costa de Noto y gran parte del litoral del mar de Japón.
La alerta, acompañada de una orden de evacuación, bastó para que muchos ciudadanos pudieran ponerse a salvo antes de que llegara la mayor embestida del mar, aunque el sistema de medición quedó inoperativo tras una primera oleada de 120 centímetros de altura que tuvo lugar pocos minutos después del temblor.
El mecanismo basado en la observación de datos sismográficos y de sensores marítimos resultó dañado por la magnitud del fenómeno y por su origen en una inusual zona de actividad sísmica, y no logró recoger datos exactos del alcance del tsunami que golpeó diferentes partes de la costa occidental nipona, según un informe de la propia JMA.
El tsunami llegó a inundar 190 hectáreas de las costas de Noto, y en algunos puntos penetró hasta 400 metros tierra adentro.