Por Jaime Ortega Carrascal
La llegada del vino a América, traído por los conquistadores y misioneros españoles, fue una odisea que ha trascendido hasta nuestros días con un impacto económico y cultural, asegura Mauricio Bermúdez Rodríguez, autor de “Yo, el vino”, una biblia sobre la vitivinicultura en el Nuevo Mundo.
Bermúdez, vicepresidente de la Academia Colombiana de Gastronomía y profesor de enología en la Facultad de Administración de Empresas Turísticas y Hoteleras de la Universidad Externado de Colombia, acaba de presentar este libro que define como “una apasionante historia del regalo de los dioses y de cómo llegó a la América española”.
En Yo, el vino, narra “la tozudez de Cristóbal Colón, de los pioneros y de las comunidades religiosas, como los jesuitas, los franciscanos o los mercedarios, quienes sembraron vides y produjeron vino con cepas traídas directamente de España, como la Listán Prieto”, explica.
“Si esa odisea que fue el Descubrimiento y luego la colonización no se hubiera desarrollado en esos términos, Chile no tendría hoy el quinto lugar en el mundo como productor de vino de calidad, Argentina no sería el sexto y California no sería el cuarto productor de vino del mundo”, señala.
Conquistadores y misioneros
En su obra de 535 páginas, con prólogo del especialista en vinos y catador internacional Juan Carlos Rincón, Bermúdez recuerda que ya en el segundo viaje de Colón a América sus hombres plantaron vides “a partir de noviembre de 1493, en Dominica, Guadalupe, San Juan Bautista y La Española”. Del primer viaje no hace referencia porque no ha tenido acceso a “escritos que sean confiables”, dice Bermúdez.
Las primeras siembras de vides en América fueron un proceso de “ensayo y error porque los colonizadores se dieron cuenta de que en la zona donde están las Antillas y buena parte de Colombia no había posibilidad de que la vid pudiera progresar”.
“Cuando llegan a los límites de la Nueva España, de lo que hoy es México, y cambian de paralelos, se dan cuenta de que habían cometido un error y es que no estaban en la misma posición geográfica de las islas Canarias. En el actual México y el sur de Estados Unidos desarrollan los cultivos; después van al Perú, a Chile, y a Argentina”, explica.
En ese proceso intervienen el propio Hernán Cortés, que en 1524 ordena plantar vides, y 2 destacados misioneros: el capuchino Francisco de Caravantes, que encontró en México, en la Alta California y luego en Chile tierras propicias, y el franciscano fray Junípero Serra, fundador de misiones en California.
“El caso de Junípero Serra en California es una odisea fantástica porque le plantea a los indígenas cultivar la tierra, explicándoles que una vez obtengan los frutos, en agradecimiento a Dios, harán una capilla y desarrollarán la misión”, afirma sobre la labor de este misionero canonizado en 2015 por el papa Francisco.
Eso “no lo usa solo para la vid, sino que mejora los cultivos de los frutales y de las hortalizas, modernizando de alguna forma los métodos de cultivo”, añade.
“El desarrollo vitivinícola en América está encabezado por las comunidades religiosas y eso nos lleva a encontrar una faceta buena de la colonización -que tuvo muchos elementos negativos y terribles, como la esclavitud y la matanza de muchas tribus-, porque el trabajo de los misioneros es más humano y más gentil con los indígenas que el de otros conquistadores”, afirma.
Gracias a esos pioneros y a otros que vinieron después, el continente americano es hoy un productor de vinos de las variedades Cabernet Sauvignon, Sauvignon Blanc, Merlot, Malbec, Carménere, Pinot Noir, Chardonnay, Syrah, Tannat y Torrontés, entre otras.
El peligro del cambio climático
Yo, el vino no solo expone los orígenes de la Vitis vinífera y su llegada a América, sino que apunta en el horizonte de esta industria los peligros del cambio climático, que está “lastimando” los cultivos.
“El calentamiento global dará al traste con las temperaturas frías del invierno y las calientes del verano; ambas, extremas, serían insoportables para las vides, y el agua de por sí escasa en los mejores terroirs, sería inalcanzable”, advierte en su libro.
Con los cambios del clima se desplazarán los límites geográficos de las zonas tradicionales de producción en ambos hemisferios y “países sin tradición en la producción vinícola podrían empezar a producir, pero no tendrían el patrimonio ancestral y la sapiencia secular”, alerta Bermúdez.
El autor agrega que productores de Chile, Argentina y California “han recuperado las vides originales y están trabajando con una cepa que viene de las Canarias y fue muy usada en la época colonial porque han encontrado que tiene buena resistencia al cambio climático, la Listán Prieto”, una de las que abrió la página del vino en América.
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