Por qué no alimentar a las palomas en los parques
Por Jesús Enrique Castrejón Antonio*
Cher Ami era el nombre de una paloma que sirvió a las filas estadounidenses de mensajera durante la Primera Guerra Mundial. Peculiar resulta pensar que esa paloma, incluso después de muerta, ha sido uno de los animales más galardonados en la historia de la posguerra. ¿Qué hizo supuestamente Cher Ami? Cuenta la historia que gracias a un mensaje entregado por ella se rescató a un batallón que se encontraba atrapado y aislado en un bosque francés, rodeado de enemigos.
Siendo las palomas su único modo de comunicación por el ejército, Cher Ami fue la última esperanza con la que contaba el batallón y que afortunadamente llegó a su destino, logrando así uno de los rescates más emblemáticos de esos tiempos. Y para “ensalzar” un poco más el relato, se dice que la paloma, cuando llegó con el mensaje de salvación, se encontraba con una pata cercenada, producto del alcance de un proyectil.
A más de un siglo del acontecimiento heroico de la paloma Cher, resulta difícil vernos enviando mensajes con estas aves, cuando disponemos, desde luego, de medios más confiables y rápidos para comunicarnos. Sin embargo, las palomas siguen ahí, aunque sus roles en la sociedad paulatinamente han ido cambiando, al punto de que ahora, suelen ser animales de entretenimiento o incluso proliferan sin control de su reproducción.
Ocasionalmente es posible encontrar la promoción de concursos entre colombófilos, personas dedicadas a la cría de palomas mensajeras, que, a través de sus demostraciones, nos enseñan qué tan inteligentes son estas aves y del excepcional sentido de orientación que poseen.
Por otra parte, las palomas han llegado a representar elementos urbanos casi casi de postal en parques y jardines de muchas ciudades aglomerándose en busca de alimento y revoloteando entre grandes edificios.
Y a pesar de lo pintorescas que puedan lucir las escenas en que aparecen, pocas veces nos hemos puesto a pensar en los riesgos ambientales y a la salud humana que implican sus altas poblaciones. Su efectividad reproductiva, su adaptación alimenticia y la falta de controladores naturales en las ciudades, ha generado que su número se incremente desproporcionadamente y resulta que, en no pocas ciudades, sean un serio problema para los edificios y monumentos con valor histórico. Las uñas y los picos resultan agresivos a los materiales constructivos, como la piedra; pero resulta aún mayor el daño generado por los depósitos de excremento, que además de ensuciar, dificulta las actividades de manejo y conservación resultando en algunos casos en daños irreparables. El problema no es menor y la cantidad de notas periodísticas al respecto en todo el mundo son bastas.
Tan solo en México, en estados como Guanajuato, San Luis Potosí y Querétaro, todos ellos con edificios de un alto valor histórico y turístico, han expuesto sus preocupaciones por las condiciones y las molestias generadas por el cada vez mayor número de aves anidando en los edificios, lo que los ha llevado a recubrirlos con un enmallado para evitar su llegada.
Por otra parte, las palomas también representan un riesgo sanitario por su alta capacidad como transmisoras de enfermedades por ser vectores que transportan en su plumaje más de 40 especies de agentes patógenos entre virus, bacterias y parásitos. Y como si eso no fuera mucho, múltiples trabajos de investigación epidemiológica han demostrado que, en las heces, tanto frescas como secas, es posible encontrar bacterias resistentes a diversos antibióticos. Pero, ¿cómo es esto posible?, porque hasta donde sabemos las palomas no toman antibióticos ¿o sí?
Lo que conocemos por las investigaciones que han sido documentadas, apuntan a señalar que las bacterias resistentes a antibióticos en las palomas son de origen humano, lo que orilla a pensar que sus conductas son tan dependientes de la urbanización que acercan a las aves a fuentes de alimento o agua contaminadas con heces fecales humanas que contienen las bacterias que sí han estado expuestas a antibióticos.
Ante problemas graves se requieren de medidas extremas y aunque el tema del manejo de las poblaciones de palomas en las ciudades es complejo, se requiere de múltiples elementos de la sociedad para poder coordinarse y mitigar el problema de su población. Ciudades como Alicante, España, por ejemplo, han implementado desde hace más de 20 años la prohibición de alimentar a las palomas en vías públicas y cada 3 o 4 meses realizan campañas de captura y sacrificio de los animales. En nuestro país las medidas han sido más cautas y poco eficientes. Quizá seguir generando evidencia científica sobre los riesgos que las palomas generan, principalmente a la salud, sirva para que las autoridades públicas tomen cartas en el asunto.
Al respecto, en la Universidad de Colima, la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, la Facultad de Ciencias Biológicas y Agropecuarias y la Facultad de Ciencias Químicas colaboran para conocer el grado de portación que tienen las palomas del municipio de Tecomán de bacterias resistentes a antibióticos. Mientras se publican los resultados de esta investigación interdisciplinaria sirva esta pequeña divulgación para concientizar del mal que nos hacemos si en nuestra próxima visita a un jardín decidimos alimentar a las icónicas palomas.
*Profesor Investigador de la Facultad de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad de Colima
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.