Por Maestra Ruth Holtz
En la psicoterapia los consultantes no sólo se vienen a sanar, a resolver situaciones dolorosas, sino también a trabajar en hábitos de carácter que impiden que se generen más condiciones de sufrimiento o estancamiento en el crecimiento emocional.
Un hábito es toda acción o actitud que repetimos continuamente en automático y que moldea nuestro carácter. Idealizar es un hábito que resuelve un dolor y que “te esconde”. Cuando algo es grande, entonces algo es pequeño.
Las personas que han sufrido mucho o que sus figuras de autoridad les han fallado en protegerlas o satisfacer sus necesidades, sobre todo emocionales y que además les exigen mucho o sólo ellas mismas se exigen, para no ser como ellos, pueden tender a idealizar.
Ponderar a una persona o una situación como ideal, implica una falta de aceptación de la realidad y una proyección de algo mejor que ésta. Cuando la realidad es dolorosa, nos resulta demasiado difícil de vivir porque reta, nos lastima o nos hace demasiado contraste con lo que somos y con lo que podemos ser, entonces es más frecuente la idealización. Se idealiza por miedo a lo negativo, a lo caótico, a las cualidades negativas, dolorosas o insoportables de las personas. Melanie Klein, discípula de Freud, nos habló de la idealización como un mecanismo de defensa para evitar la angustia por persecución de los objetos malos, para negar la depresión y para ocultar la envidia.
Idealizar es una actitud de dividir a las personas o situaciones en buenos y malos, y así engrandecer la parte buena, para desvanecer la parte mala, que se arroja lejos. La parte negada puede regresar en sueños o en ciertas circunstancias que se perciben exageradamente como malas o inaceptables y entonces se le teme que se acerquen. Estos mecanismos son inconscientes y pueden no ser tan drásticos, al menos que la persona esté enferma mental.
Cuando envidiamos, vemos cómo la otra persona tiene privilegios, bienes o partes admirables que no podemos tolerar sin sentirnos mal, menoscabados en nuestra autoestima. Para evitar el dolor de sentirnos poca cosa podemos engrandecer los defectos, las partes negativas de dicha persona para sentirnos menos mal, pero esas partes pueden retornar por los sentimientos de culpa de haber negado lo bueno.
Dividir la realidad en bueno y malo ya trae consigo la angustia de evitar lo malo y conseguir tener lo bueno. Para negar los sentimientos negativos hacemos tan grande lo bueno que lo malo parece desaparecer. “Mi papá es tan bueno. Él si fue cariñoso conmigo. Él trabajaba tanto para darnos lo que necesitábamos”. La realidad puede ser que él también es al mismo tiempo infiel a mamá, ejecutor de violencia para “disciplinar” y un padre ausente “por el trabajo”. Pero eso se niega, especialmente por algún hijo para que éste evite sentirse sin el apoyo paterno. Se alía con la parte buena de su padre y así se siente protegido, así que lo eleva como si fuera un santo, justificando sus defectos con las maravillas que hace. Idealizar es como poner en un pedestal a alguien. Si aparece lo malo es desastroso para la persona, si esta fincó su seguridad en ponderar a su padre. Esta misma persona podría envidiar a mamá por tener el amor de papá e idealizaría en sentido contrario, es decir, engrandecería los defectos de mamá. Solemos envidiar a quien tiene algo que no tenemos y lo tratamos de destruir para que no nos haga sentir pequeños.
Ocultar lo bueno de alguien por envidia y mostrar exageradamente lo malo, parece opuesto a idealizar, pero en el fondo es igual, se oculta lo malo para mostrar exageradamente lo bueno. En ambos casos no se acepta la realidad de que no son perfectos, o de que no soy perfecto/a.
Madurar es dejar atrás la idealización que tapa este dolor y que nos permite aceptar a las personas y a las situaciones como una fusión de bueno y malo que finalmente ponen en evidencia que no deben ser sustitutos de lo que somos. Una persona que necesita idealizar o que envidia, es porque se siente pequeña, con una valoración muy baja de sí misma, que tiene que “agarrarse” de otro para no enfrentar su propia pequeñez.
En psicoterapia procuramos seguir la ruta de las idealizaciones hasta el dolor que las fabricó y poner todo en su justa medida. Eso implica quizá vivir una etapa de tristeza por la desmentida y la aceptación de lo imperfecto. pero al fin y al cabo que nos moldeó.
* Tels. 312 330 72 54 / 312 154 19 40 Correo: biopsico@yahoo.com.mx
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.