Por Maestra Ruth Holtz
Sumergirnos en el proceso de conocer las zonas oscuras de nuestro interior es una aventura fascinante. Puedes encontrar parajes hermosos con recuerdos felices, llenos de vibrantes emociones y de cálido calor humano, pero que te producen nostalgia y tristeza porque se perdieron. Por ejemplo, de familiares que ya no están vivos o se han peleado entre ellos, maduraron y cambiaron o simplemente cada quien creció y siguió su camino.
La vida nos ofrece una experiencia multisensorial con gran cantidad de pensamientos y reacciones emocionales, así como una plétora de acontecimientos. Recordar todo sería una locura. No podemos tener todo presente y mucho menos prestarle atención. De hecho parte de los que padecen déficit de atención es precisamente porque son arrobados por tantos estímulos, que no pueden concentrarse en alguno y dar cuenta de éste. Esta necesidad de olvido para poder atender, esta selección y el mandar a un lado aparte de nuestra mente para poder prestar atención, es el inconsciente.
En nuestro interior habitan no sólo recuerdos lindos, sino también los atroces, los tragos amargos, la violencia, el abandono, la culpa o la vergüenza. Solemos querer borrarlos de nuestra mente para que no se experimente el dolor de nuevo. Esta es la forma de olvido que más va generando una zona oscura, que en psicoterapia le llamamos “inconsciente”.
Además, moralmente hablando podemos querer ocultar lo que nos parece inaceptable o degradante en nuestra conducta o que pueda generarnos sentimientos de vergüenza o culpa. Podemos sentirnos mal porque no hemos hecho lo que se esperaba de nosotros, hicimos lo prohibido o rompimos con las reglas de nuestra comunidad. Cuando eso pasa tratamos de olvidar, es más, mentimos, podemos desarrollar toda una construcción sustituta de ciertos acontecimientos, contados de otro modo, ocultando motivos y significados para salvar nuestra imagen de persona moralmente íntegra. Esto también va formando una zona oscura inconsciente.
Llevar a la luz algunas áreas de nuestra oscuridad es el objetivo de la psicoterapia. Aceptarnos, conocernos, ser más conscientes y llevar luz a lo que nos duele es lo que buscamos. Rememorar cosas dolorosas, vergonzosas o inaceptables de nuestro interior no es tarea fácil. La psicoterapia es un proceso algunas veces escabroso, pero al mismo tiempo liberador, pues recobramos lo que somos y podemos reformarlo. Además si nuestra oscuridad crece mucho, nuestra atención disminuye y nuestra conciencia también. Por eso consulta a la psicoterapeuta.
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