La crisis de imaginación en las universidades
Por Juan Carlos Yáñez Velazco
En el panorama contemporáneo, las universidades enfrentan una crisis profunda, que no siempre está en la superficie, pero afecta toda su estructura: la crisis de imaginación. Este fenómeno silencioso no sólo amenaza con oxidar el progreso intelectual y la vitalidad de su academia, también reduce la capacidad de las instituciones para abordar desafíos emergentes en un mundo evanescente.
Es esencial comprender qué es la imaginación, su relevancia en la solución de problemas y cómo las universidades pueden cultivarla para enfrentar los desafíos del siglo XXI.
¿Qué es la imaginación?
Podemos concebir la imaginación como la facultad humana que nos permite concebir ideas, imágenes, conceptos y proyectos que no están presentes o tan visibles en la realidad inmediata. Es una capacidad para visualizar lo que aún no existe y de explorar posibilidades alternativas. Moviliza la innovación, la exploración y el descubrimiento en todas las áreas del conocimiento humano. Trasciende la idea tópica de innovación.
La imaginación no se limita a la fantasía o al arte; es una herramienta fundamental en la ciencia, la tecnología, la política y todas las esferas de la vida, como el amor o la vida cotidiana. Nos permite comprender el mundo desde diferentes perspectivas, anticipar consecuencias y encontrar soluciones a problemas intrincados.
La imaginación debe nutrirse de la sólida formación de quienes dirigen las instituciones educativas, campo del que no sabemos tanto como sería deseable, para entender los entresijos de la autoridad, el poder y la toma de decisiones. Junto a la imaginación, se precisan información y determinación, es decir, valor o coraje para tomar las decisiones más razonables o plausibles.
Importancia de la imaginación frente a los desafíos contemporáneos
En un mundo caracterizado por la incertidumbre y la rapidez del cambio, la capacidad de imaginar y crear se vuelve cada vez más crucial. Los desafíos que tenemos, como el cambio climático, las desigualdades o la inteligencia artificial, requieren enfoques innovadores y soluciones creativas.
La imaginación nos permite pensar más allá de los límites establecidos, cuestionar las normas y explorar otras formas de abordar problemas. Sin ella, nos arriesgamos a ser atrapados por patrones de pensamiento obsoletos y perdernos la oportunidad de encontrar soluciones efectivas y sostenibles para los desafíos actuales y futuros. Jacques Attali nos recomienda leer más ciencia ficción, porque en ella no hay límites, no hay diques a la florescencia del pensamiento, por corsés o marcos dogmáticos.
Para encarar la crisis de la imaginación en las universidades es fundamental:
1.- Fomentar la interdisciplinariedad, la colaboración genuina entre diferentes campos del conocimiento estimula la creatividad y la innovación al ofrecer otras perspectivas y enfoques de comprensión y solución.
2.- Promover la educación experiencial. Las experiencias prácticas y el aprendizaje basado en proyectos brindan oportunidades para explorar, experimentar y aplicar la imaginación en contextos reales.
3.- Cultivar un entorno de libertad intelectual. Las universidades deben fomentar un ambiente donde la diversidad de ideas y opiniones sea bienvenida, se promueva el pensamiento crítico y la exploración audaz.
4.- Integrar la tecnología de manera creativa. Las tecnologías pueden ser una herramienta poderosa para potenciar la imaginación y la creatividad, siempre que se utilice de manera reflexiva y orientada por un sentido ético.
Superar la crisis de imaginación en las universidades fortalecerá la educación superior en su conjunto y contribuirá a formar ciudadanos talentosos, críticos y comprometidos en la construcción de un futuro más justo y sostenible.
La cuarta acepción de la palabra “imaginación”, en el diccionario de la Real Academia Española, reza: “Facilidad para formar nuevas ideas, nuevos proyectos”. Pues eso, nuevas ideas, otros proyectos son los que necesitan las universidades hoy, frente a desafíos que se suman y agravan por los añejos; concebidos lejos de la complacencia, la medianía y las inercias de la casta burocrática.