Por Jorge Fuentelsaz y Eduard Ribas i Admetlla
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se debate entre invadir Rafah, para lo que cuenta con el apoyo del Ejército y sus socios más radicales del Gobierno, o avanzar hacia la normalización de las relaciones con Arabia Saudí, que contribuiría a aislar a su némesis, Irán, pero le obligaría a hacer concesiones sobre un eventual Estado palestino.
La situación en Israel es muy delicada y tensa, con numerosos factores en juego y, además, como cuenta a EFE la analista israelí Tamar Hermann, siempre con la amenaza presente de que en cualquier momento una de las partes incurra en una acción que podría desatar una guerra regional “con consecuencias no deseadas”.
Además de las “ecuaciones ya muy complicadas” en juego, incluida la actual ronda de negociaciones entre Israel y Hamás para alcanzar una tregua, Hermann subraya la importancia de “las conversaciones con Arabia Saudí y Estados Unidos sobre un acuerdo de seguridad regional”, además de la posibilidad de que la Corte Penal Internacional emita una orden de arresto contra Netanyahu.
De momento, la última reacción del primer ministro israelí ha sido insistir en su determinación de lanzar una ofensiva terrestre contra Rafah.
“Entraremos en Rafah y eliminaremos a los batallones de Hamás allí, con o sin acuerdo”, aseguró Netanyahu este martes durante una reunión con familiares de secuestrados y víctimas del ataque del 7 de octubre.
El complejo panorama político israelí
Dos de los socios más radicales del Gobierno, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, y el de Seguridad Nacional, el supremacista judío Itamar Ben Gvir, han dejado claro que abandonarán el Ejecutivo si se alcanza una tregua con Hamás y no se invade Rafah, donde se hacinan 1.4 millones de gazatíes.
Benny Grantz, ministro del Gabinete de Guerra, creado tras el estallido de la guerra, se mostró a favor de una tregua, pero siempre que no implique el final de la guerra.
Por su parte, el jefe de la oposición, el ex primer ministro Yair Lapid, lleva meses pidiendo elecciones anticipadas, al igual que algunos sectores de la sociedad, aglutinados en torno a las familias de los 133 secuestrados por Hamás, que organizan periódicamente protestas para priorizar el rescate de sus seres queridos.
Para Hermann, la opinión pública en general no es partícipe de una invasión de Rafah, no por conmiseración con los palestinos, sino por el temor de que pueda poner en peligro la vida de los rehenes.
Por todo esto, subraya que, ante las posturas de Smotrich y Ben Gvir, si Netanyahu opta por la opción del acuerdo, no le quedaría más remedio que anunciar elecciones anticipadas y buscarse nuevos socios políticos.
Un pacto regional con Arabia Saudí
La investigadora del Instituto para la Democracia de Israel destacó que, con la mediación estadounidense, se han reavivado las perspectivas del acuerdo con Arabia Saudí, a punto de lograrse en vísperas del ataque de Hamás que dejó 1,200 muertos e inició la guerra en Gaza que ha causado más de 34,500 muertes.
Según ella, la oleada de más de 300 misiles y drones lanzada por Irán contra Israel el 6 de abril ha apremiado a Arabia Saudí y Jordania a avanzar hacia un acuerdo de seguridad regional frente a Teherán, que se disputa la hegemonía regional con los saudíes.
El pacto con Riad, dice Hermann: “Incluye o puede incluir algún tipo de cese el fuego prolongado, no necesariamente el fin de la guerra, pero básicamente el cese de los combates y cierto consentimiento de Israel para un acuerdo hacia un Estado palestino en un futuro previsible, pero sin fecha (y) sin una hoja de ruta específica”.
La diferencia respecto a las negociaciones de antes de la guerra, argumenta, es que los saudíes están siendo más insistentes en lograr algún tipo de garantía por parte de Israel para que permita un Estado palestino en algún momento.
Las presiones de Estados Unidos para un acuerdo
Otro de los grandes factores en juego en la evolución de la situación es el papel de Wahington. Según Michael Hanna, analista del International Crisis Group, al Gobierno estadounidense le importa mucho que haya un acuerdo de tregua porque el tema ha mermado “la credibilidad de Estados Unidos en el mundo” y porque “distrae” de otros asuntos, como la guerra de Ucrania.
“Estados Unidos tiene una enorme urgencia. Quiere desesperadamente que esto termine y quiere evitar una escalada regional porque no solo se trata de Gaza, sino de un posible conflicto mucho más amplio”, dijo.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha apoyado desde el principio la guerra de Israel, mediante el envío de armamento y también en el Consejo de Seguridad de la ONU, pero a medida que avanzaba el conflicto crecieron también las críticas por la muerte de numerosos civiles.
Washington lleva, además, semanas presionando a Israel para evitar una invasión de Rafah y estudia la posibilidad de vetar el apoyo militar al batallón Netzah Yehuda del Ejército israelí por presuntas violaciones a los derechos humanos en Cisjordania.
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