En la otra cara del Mundo
Por Alberto Llanes
Han pasado 19 años de la ausencia física de la maestra Vera Vázquez o Gabriela Eugenia Vázquez Schiaffino y es increíble -o no tanto y ahorita me explico por qué no tanto- que nos siga reuniendo después de todo este tiempo. Y creo que no es tan increíble que nos siga reuniendo, porque es justo lo que un buen maestro hace, trascender, dejar una huella muy honda en sus alumnos y voy a citar a 3 grandes maestros -sólo con uno compartí aula, me hubiera gustado compartirla con los 3, pero no se puede tener todo en esta vida-: uno es Víctor Manuel Cárdenas Morales; el otro Miguel Ángel Cuervo Romero (con él sí estuve en un salón de clases y, por cierto, ponía mis dibujos a volar a través de una ventana porque obvio fue o los es a la fecha, el arte que menos se me dio) y, por supuesto, la maestra Vera…
Llegué al Cedart en el año de 1996 con toda la rebeldía que un joven de 17, 18 años puede tener, cabello largo, apestoso a hippie, rockero, enemistado con mis padres -como debe ser a esa edad-, fumón y cervecero -lo uno ya se me quitó, lo otro, por más que quiero no puedo y es que el calor está fuerte-, ahí me topé con la maestra Vera y conocí a grandes maestros que, sin lugar a duda, fueron mis guías para este camino de las letras.
La maestra Vera Vázquez ya no daba clases, pero sí su hija, la querida maestra Anabella; yo no sé qué pudo ver en mi la maestra Anabella que siempre me daba ánimos; a la maestra Vera la veía de lejitos y siempre con mucho, mucho respeto que luego se volvió cariño del bueno.
Por ese tiempo se pusieron en marcha los preparativos para la puesta en escena de Caxitlán fue… texto original de Vera Vázquez, dirección de escena de ella misma. Aunque yo fui y de pronto creo serlo, un amante del teatro, en aquella ocasión no pude participar en la puesta en escena; las cosas en casa estaban complicadas económicamente hablando y yo no recibía un peso por parte de la familia por mi pinche rebeldía e ir a meterme a estudiar a una escuela de arte; pero mi necedad ganó. Por aquél tiempo recibía una beca módica -al paso del tiempo me he dado de que no era tan módica- del CONAFE, lo que me permitía pagar mis cigarros, mis cervezas, mis libros, mis boinas e invitar a algunas chicas a salir a tomar algo… sin embargo el dinero siempre escasea y me metí a trabajar a Aurrerá; cuando todos mis compañeros/as ensayaban para ser parte del elenco de la obra yo no lo podía hacer porque el trabajo se interponía con los ensayos, el maestro Gustavo González y la maestra Cuquita se lamentaron de que no participara, pero ahora puedo decir estoy en la ley vieja del seguro social y chance alcance algún tipo de pensión y no con la nueva ley que limita demasiado.
Todos ensayaban Caxitlán fue… y cuando en la frase anterior digo todos, era toda la comunidad Cedart de aquellos tiempos se preparaban para el montaje que estaba próximo, yo me inscribí a ser parte de Caxitlán fue… de otra manera… haciendo el material, las piedras, los trajes y toda la indumentaria que llevarían los personajes… la maestra Vera estaba en todo, en todo, ¡qué energía!
Gracias a la maestra Anabella, la maestra Vera me tomó, creo yo, cierto cariño; por aquellos días estaba embobado por y con el idioma el francés; leía el Mouling Rouge del escritor Piere La Mure, claro que era una traducción; por cierto, en ese tiempo eso del molino rojo estaba de súper moda, la canción Lady Marmalade interpretada por Cristina Aguilera, Lil Kim, Mia y Pink estaba en pleno apogeo, junto con la película del mismo nombre del libro interpretada por la exuberante Nicole Kidman y el joven Ewan McGregor. ¿A qué viene todo esto que no tiene nada de relación con el libro?, a que en una ocasión invitado por las maestras, fui a su casa (a una de ellas), sin mal no recuerdo por la Avenida San Fernando o la De los Maestros, ahí, quedé prendando de un pequeño libro que más bien era un diccionario petit, francés-español, español-francés, mi consigna en la casa de las maestras era ayudar en el acomodo de los libros, repito, algo vieron en mí que, años después, acá estoy, la maestra Vera vio mi obsesión por ese pequeño librito y me lo obsequió, lo conservo todavía conmigo y aquí lo traigo, es un regalo que jamás olvidaré. El maestro/a debe trascender en el recuerdo de sus alumnos, como Vera, como Cuervo, como Víctor…
Se acaba de celebrar el día del maestro/a; aunque Vera no fue mi maestra en el aula, sí ha sido una maestra por sus aportaciones a la radio, en el teatro (como actriz, directora, escenógrafa y demás, quiero decir), en la literatura, en la dramaturgia (como escritora quiero decir), con esta obra que nos deja un gran sabor de boca porque narra no lo que fue… ni lo que sucedió… sino una aproximación a lo que pudo haber pasado y abre una idea al gran mito que es, fue y seguirá siendo el rey de Colimán, la conquista, la liberación, la sublevación y todo aquello que vino luego del llamado descubrimiento de América; en una época complicada para los nuestros -pero cuál época no lo ha sido si desde que fui niño oigo que vivimos en crisis-, pero en aquellos años, 1523 aproximadamente (tiempo donde está ambientada la obra), también estábamos bajo el yugo de nuestros vecinos del viejo continente, por lo que gracias a ellos hoy hablamos español, conocimos el cerdo, las enfermedades y yo llevo los apellidos Llanes y Castillo de mucho abolengo, quizá, pero con el nopal bien puesto en la frente.
La otra cara del mundo es una obra publicada de manera muy póstuma; es una obra que se tiene que leer, que se tiene que poner en escena para recrear esos momentos que ahí quedaran ya sea en ficción o en realidad.
Mención aparte merece Jaime Velasco que con mucho tesón -no voy a decir necedad porque hay que notar que, aunque poco, sí fuimos a la escuela-, decía que, con mucho tesón y voluntad, moviendo los hilos que se tenían que mover, ha llevado a buen puerto la edición de esta obra… tarde, pero a la que, por fin, se le ha hecho justicia, justicia a una de las grandes dramaturgas de Colima ¿ustedes conocen otra?, yo por lo pronto no. Así que, si no fuera por Jaime esta obra seguiría ahí, arrumbada, empolvándose, siendo letra muerta sin nadie que la lea… ¿por qué lo hizo?, porque sin duda la maestra Vera dejó una huella bien grande, mucho más grande que la huella que Vera dejó en mí; esa huella quedó y quedará en el pequeño Jaime de aquellos años ahora convertido en el Jaime actor y director, Vera ha trascendido en él, como Jaime trascenderá en mí y, espero, yo trascender en alguien más…
Enhorabuena para En la otra cara del mundo, enhorabuena para el teatro de y para Colima y, definitivamente, enhorabuena para la maestra que nos ha marcado definitivamente y para toda la vida: Vera Vázquez…
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