Por Carmen Núñez López
Han pasado 4 años desde que la Organización Mundial de la Salud emitió la alerta de “Emergencia sanitaria global” por la pandemia del Covid-19, el aviso más alto que puede ser dado por la OMS. Fue la primera vez que a nivel mundial tuvimos que detener el ritmo habitual de nuestras vidas, algo inédito en este siglo globalista.
No fueron las altas emisiones contaminantes y el avance del calentamiento global, tampoco la pérdida de hábitat ni la destrucción de la Tierra; fue un virus, una microscópica cápsula de material genético sin vida, la que nos hizo recordar nuestra frágil condición humana.
La pandemia por Covid-19 afectó la dinámica de la esfera global. Aunque no ha sido la primera ocasión en la que el planeta se enfrenta a una enfermedad epidémica, sí se considera la de mayor propagación territorial y la que ha obligado en mayor medida a limitar la movilidad social. Un encierro que no canceló por completo la interacción humana gracias a la tecnología, y que catapultó como nunca la dependencia digital.
Además, de todas las pandemias ésta ha sido la más documentada hasta el momento. El mundo virtual se llenó de movimiento. A través de un ordenador pudimos observar lo que pasaba en tiempo real desde distintas latitudes del planeta. Escritos, fotos, videos, conversaciones, han quedado guardados para la posteridad como material de consulta. ¿Será posible escribir más al respecto?
A mediados de febrero del 2021, a casi un año de la pandemia, recibí la invitación de la Dra. Ada Aurora Sánchez para participar en una antología de textos literario-periodísticos que dieran testimonio de cómo habíamos vivido los habitantes de Colima esos particulares meses de la emergencia de la pandemia. En un inicio pensé que sería complicado abordar el tema. ¿Qué cosas nuevas podrían ser dichas? ¿Qué elementos que para mí fueron importantes serían igualmente atractivos para los lectores? ¿De qué manera desatar tanto desconcierto anudado en la memoria y ser breve en el intento? No sabía por dónde comenzar, sin embargo, el espacio que habito me dio la respuesta. Estaba próxima la Semana Santa del 2021; y la vacunación en mi país, apenas en sus inicios. Hartos del prolongado encierro y del estrés social, y con la primavera invitando al deleite, ¿seríamos capaces de mantenernos en resguardo? Así, encontré el tema para mi crónica. Comprendí que no había precedentes de lo vivido en la Semana Santa del 2020 en el puerto de Manzanillo.
Miradas cardinales: crónicas y otras narrativas colimenses en torno a la pandemia por Covid-19, coordinado por los Doctores Ada Aurora Sánchez Peña, Raymundo Padilla Lozoya y la Maestra Ma del Carmen Zamora Chávez, es un valioso documento antropológico. En sus colaboraciones, las y los 24 autores incluidos se adentran en la esencia de los microcosmos humanos de los habitantes de Colima. Como la mirilla de un microscopio, cada texto magnifica la tragedia que se vivió desde distintos ámbitos del acontecer humano: la calle, la escuela, el núcleo familiar, el hospital, la playa, el campo…; sobre todo, evidencia la complejidad del suceso y, en algunos casos, el alcance transformador en la vida de los involucrados. Cada municipio del estado enfrentó sus propios retos y cada corazón que escribe, sus propias batallas. Y digo corazón, porque se narra desde la sensibilidad de los autores que miran el desarrollo de la pandemia. La selección de los acontecimientos, así como la forma en la que se hilvanan los escritos hacen que cada uno tenga su propia personalidad.
A través de voces narrativas diferentes, ya sea en primera persona o en tercera, los testimonios aquí vertidos construyen un universo habitado por la incertidumbre y la perplejidad de lo que se mira; pero, a pesar del panorama trágico, el humor no deja de estar presente en ellos. Hay textos que leídos a la distancia nos pintan una sonrisa, incluso nos hacen sentir cierto orgullo por las osadas acciones que llevaron a cabo algunos ciudadanos. Cito un fragmento del texto del historiador Raymundo Padilla Lozoya:
Las epidemias y otras amenazas peores provienen del exterior. Los cordones sanitarios, las disposiciones internacionales, nacionales y locales fueron insuficientes para impedir la realización, en Nogueras, de la reunión de siete gobernadores opositores al presidente de la República. (…) El 29 de mayo, al iniciar la reunión por la mañana, decenas de vecinos se armaron de valor, escribieron consignas en cartulinas de papel y se plantaron en las vallas para expresar su descontento ante los posibles portadores del coronavirus. Militares que resguardaban el evento solo miraban con atención a los pocos, pero enérgicos manifestantes. La queja inicial fue que la comunidad había atendido puntualmente las recomendaciones de salud, pero los asistentes al evento exponían al contagio a los adultos mayores locales. Las autoridades enviaron emisarios para pedir a los vecinos que no salieran de su vivienda entre las once y las dieciséis horas. Entonces, los vecinos aprovecharon la ocasión y entonaron frases al unísono de: “Esos son, esos son, los que roban la nación” y les recordaron que “El pueblo presente, apoya al presidente”. Las melódicas expresiones fueron ignoradas y el evento terminó con una visita al museo y una comida con mariachi y tequilas para desinfectar la garganta con gárgaras (1).
Como también recuerda el cronista Noé Guerra en el epígrafe que abre su texto, una cita de Albert Camus que dice: “Lo peor de la peste no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda a las almas y ese espectáculo suele ser más horroroso”. Así, la actuación de nuestras autoridades.
Por otro lado, y desde una mirada nada jocosa y alegre, el periodista y poeta Armando Polanco cuenta la muerte de Chava, El Dulce, un afamado comerciante fallecido a causa del miedo y la ignorancia de vecinos y autoridades. Registrada a través del conteo de los últimos días del enfermo, el escritor da cuenta de cómo el pánico social fue también un gran protagonista en muchas de las muertes. Cito:
En un rato que no hubo uniformados afuera de su domicilio, Chava decidió ir con el doctor Toño, ubicado frente al jardín, el mismo al que siempre consultaba de sus dolencias: -Chava, dile a tu hija que se te arrime, que no tenga miedo, no tienes el virus, no hay problema-, le dijo el médico, mientras le tomaba la presión al mismo tiempo que le pedía cuidarse porque traía alta la azúcar y requería ponerse insulina para nivelarla.
Chava compró jeringas y el medicamento de siempre. En ese lapso de visita al doctor los comentarios en el Facebook cundieron, “prevenían” de toparse con “el contagiado”, que andaba por el jardín. Chava fue captado al salir del consultorio y se le veía muy mal, los mensajes pronto se multiplicaron. (2)
Horas más tarde, la vida de Chava El Dulce, concluía a causa del descuido de su diabetes y no, como se especulaba entre la gente, por el virus del Covid-19.
Leer Miradas cardinales… a 3 años de haber sido escrito, tiene un atractivo mayor: es una lupa que nos ayuda a reconocer nuestros defectos con claridad y también a magnificar los pequeños detalles, una forma de comprobar que todo es relativo, que lo valioso y lo insignificante dependen del contexto. Como el testimonio que narra la periodista Nélida López, internada en el Hospital Civil de Manzanillo por enfermar de Covid-19 al igual que su madre, y el noble gesto que tuvo una enfermera para lograr que ambas, en estado grave, pudieran reencontrase y permanecer juntas dentro del covidario:
Por la madrugada, una enfermera administró medicamentos; mientras inyectaba mi barriga, preguntó: “¿Quieres ver a tu mamá?”. “Sí”, respondí. Llegó el camillero como un taxi ejecutivo, puntual. Con su ayuda pude postrarme sobre una silla, cargué gustosa mi tanque de oxígeno para poder ir a ver a mi mamá.
Se podría pensar que lloramos, platicamos o hablamos de nuestros dolores, pero no; solo nos vimos con la misma mirada profunda, con los ojos hundidos y revisamos nuestros brazos amoratados. Charlamos de nuestros hombres, de cómo estarían cuidando a los niños, de los quehaceres de la casa, de lo que dejamos inconcluso. Ninguna se animó a hablar del peligro que estábamos enfrentando. Mientras yo le decía: “¡Échale ganas, ma!”, ella replicaba: “Sí, tú también, princesa”. (3)
Es muy posible que ese simple gesto haya permitido la recuperación de ambas. Días más tarde, Nélida fue dada de alta. Gracias a su testimonio, los lectores compartimos con ella el placer de sentir nuevamente la luz del sol y la brisa del mar.
La obligada cuarentena también hizo que revaloráramos experiencias cotidianas. De pronto, como un sueño hecho realidad, los portales de noticias dejaron de registrar asesinatos y balaceras, para informar sobre hechos más atractivos y optimistas como… una puesta de sol. El poeta Avelino Gómez nos cuenta:
A través de un video, replicado también en las redes sociales de su medio, Édgar Cázares reportó en vivo un atardecer desde una de las playas de Manzanillo. Una puesta de sol en la desierta playa de Salagua. Antes populosa, la playa ahora era una nostálgica franja de mar y tierra. A través de la cámara de su teléfono, el periodista mostró el enorme disco solar descendiendo lentamente en las aguas de la bahía. La transmisión no duró más de 5 minutos. Pero fue evidente, por las reacciones inmediatas, que tal cobertura resultó reconfortante para quienes en esos momentos se encontraban enganchados en las redes. En otros tiempos, transmitir un atardecer desde un portal de noticias carecería de sentido. Pero en esos días, quienes mantenían el estricto confinamiento y consumían la profusa información sobre la pandemia, aquella puesta de sol vista desde sus pantallas, les dio la posibilidad de asomarse a lo que seguramente extrañaban. (4)
A diferencia de los textos estadísticos y científicos relacionados con la pandemia por el Covid-19, Miradas cardinales… da cuenta desde un enfoque humano y personal a la forma en la que se trastocó la vida cotidiana, esa red de protección que sostiene la dinámica mundial: nuestra “zona de confort”. ¡Qué distinta dimensión adquirió la rutina! La vida cotidiana, tan menospreciada en otros tiempos, se volvió una añoranza colectiva.
La pandemia es otra cuando la humanizamos y en lugar de cifras y datos estadísticos le damos nombres y apellidos a las miles de víctimas que dejó el virus o el miedo: Linda, la señora amable que atendía una estética en Cuauhtémoc; el papá de la maestra Ofelia; María Eudave Jiménez, dueña del restaurante del centro de Ixtlahuacán; Fernando Rincón Chávez, jubilado del sector salud y operador de un taxi; el profe Fidel García de Coquimatlán, sobreviviente de cáncer; Desiderio Contreras Tene “Pajarito”, el mayordomo de La Petatera en La Villa; el diseñador armeritense, José Luis Chávez Cárdenas, eterno enamorado de su pueblo y creador de la lotería colimota, etcétera; más de 2,260 existencias truncadas en este pequeño territorio cobijado por el mar y las montañas. Con la partida de todos ellos, seres queridos en su región, se pierde una forma de mirar el mundo, la capacidad de contagiarnos de sus sueños. Lo valioso de esta antología es que humaniza la tragedia. Miles de familias llorando la ausencia y sintiendo la desesperación de darles un habitual y digno ritual de despedida.
Miradas cardinales… nos recuerda la angustia que sentimos en tiempos de pandemia. Su lectura, permite atesorar las diversas experiencias de los habitantes de este estado tropical. Asimismo, nos recuerda lo que fuimos y la manera en la que afrontamos el problema; como un espejo, nos ayuda a mirar nuestra frágil condición humana, y a reconocer que la mezquindad y la nobleza luchan a perpetuidad dentro de nosotros.
Después de todo lo experimentado y a meses de haberse decretado el fin de la emergencia sanitaria global, nos quedó claro que China sí está cerca de Colima, que somos seres sociales y no sabemos estar solos, que amamos las clases y el trabajo, que nuestra red de protección es la cotidianidad, que lo esencial es la salud y la vida y que esto que hoy nos hizo escribir puede ocurrir de nuevo.
Fuentes consultadas
1.- Raymundo Padilla Lozoya. “De una cuaresma a otra en el pueblo blanco de América” en Miradas cardinales. Crónicas y otras narrativas colimenses en torno a la pandemia por COVID-19, Puertabierta Editores, Archivo Histórico del Municipio de Colima y Sociedad Colimense de Estudios Históricos A. C., pp. 102-103.
2.- Armando Polanco. “Chava el dulce” en Miradas cardinales. Crónicas y otras narrativas colimenses en torno a la pandemia por COVID-19, Puertabierta Editores, Archivo Histórico del Municipio de Colima y Sociedad Colimense de Estudios Históricos A. C., p. 232.
3.- Nélida Yensuni López Aldape. “Una oportunidad más para vivir” en Miradas cardinales. Crónicas y otras narrativas colimenses en torno a la pandemia por COVID-19, Puertabierta Editores, Archivo Histórico del Municipio de Colima y Sociedad Colimense de Estudios Históricos A. C., p. 274
4.- Avelino Gómez. “Encierro o contagio” en Miradas cardinales. Crónicas y otras narrativas colimenses en torno a la pandemia por COVID-19, Puertabierta Editores, Archivo Histórico del Municipio de Colima y Sociedad Colimense de Estudios Históricos A. C., p.134.
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