La violencia de género es una problemática que sigue latente en todos los ámbitos de nuestra sociedad, y las instituciones educativas no son la excepción. La Universidad de Colima (UdeC), consciente de su responsabilidad social, ofrece el trabajo, experiencia y profesionalismo de su Unidad para la Atención Integral a la Discriminación y la Violencia de Género.
Esa instancia está siendo fundamental para atender y prevenir casos de violencia de género. Ahora, en una decisión que debe ser aplaudida, se enfoca en capacitar al personal de los bachilleratos a través del curso “Buenas prácticas sobre la atención de la violencia de género”.
¿Por qué es vital esta capacitación? Los bachilleratos son espacios donde convergen jóvenes en una etapa crítica de su desarrollo. Es en esos años, cuando los valores, actitudes y conductas se consolidan. Por ello, el personal que trabaja en esos planteles -docentes, administrativos, y directivos- debe estar preparado no solo para identificar situaciones de violencia de género, sino para intervenir de manera efectiva y sensible.
Capacitar al personal en “Buenas prácticas sobre la atención de la violencia de género” significa dotarlos de herramientas y conocimientos que les permitan actuar con empatía y responsabilidad. No se trata solo de cumplir con un protocolo, sino de entender la complejidad del fenómeno, las dinámicas que lo perpetúan y las mejores formas de apoyar a las víctimas.
La formación en ese ámbito es un imperativo moral y ético, que puede marcar la diferencia entre la revictimización de una persona o su empoderamiento. Además, esa capacitación contribuye a crear un entorno educativo más seguro y respetuoso para todos. Vamos a lograr un entorno donde las y los estudiantes se sientan escuchados, apoyados y protegidos; un entorno donde la violencia de género no sea tolerada ni invisibilizada, sino atendida de manera inmediata y adecuada.
Al capacitar a su personal, la UdeC no solo está cumpliendo con su deber de proteger a su comunidad, sino que está sentando las bases para una cultura institucional que rechaza la violencia y promueve la equidad.
El compromiso de la Universidad debe ser claro: esta capacitación no debe ser vista como una medida aislada, sino como parte de un esfuerzo continuo y sostenido.