Por Natalia Kidd
El sorprendente resultado de las primarias de este domingo en Argentina, perfilando unos comicios generales en octubre de final abierto, echa aún más leña al fuego de la enorme incertidumbre en torno a la maltrecha economía del país suramericano, cuyo derrotero después de que asuma el próximo Gobierno es una incógnita.
El saldo de estas primarias muestra una foto de un electorado partido en 3: el economista libertario Javier Milei lideró la elección, con un 30.1% de los votos, llevándose la polarización que hasta ahora existía entre el frente opositor de centroderecha Juntos por el Cambio -que acaparó este domingo 28.3% de los votos- y la coalición gobernante Unión por la Patria (peronista) -que obtuvo un 27.2%-.
Se trata de un resultado no previsto por las encuestas e inesperado para los mercados.
“Es clarísimo que más de la mitad de los argentinos ha votado por un cambio drástico de rumbo. Sea que gane Milei o Bullrich en las elecciones de octubre, va a haber un apoyo muy grande de la gente para que se tomen las medidas necesarias para que ese cambio se haga. Y esa debería ser una muy buena noticia para los mercados”, dijo a EFE el economista Aldo Abram, director ejecutivo en la Fundación Libertad y Progreso.
Enormes dudas
Con todo, el resultado electoral deja varias dudas con vistas a octubre: ¿Podrá Milei, de ideas disruptivas que van mucho más allá del neoliberalismo, sumar más apoyos o el de este domingo es su techo? ¿Puede haber un traspaso de votos de la dirigente de centroderecha Patricia Bullrich, ganadora en la interna de Juntos por el Cambio, a Milei, o viceversa?
Y más interrogantes: ¿Quienes votaron este domingo al alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, en la interna de Juntos por el Cambio, darán su apoyo a Bullrich o al oficialista Sergio Massa? ¿A quién irán los votos del peronismo no kirchnerista y de la izquierda tradicional? ¿Habrá una segunda vuelta electoral en noviembre y entre quiénes?
La incertidumbre es más que política, ya que los 3 candidatos tienen propuestas muy diferentes sobre el rumbo que debe tomar una economía con profundos desequilibrios fiscales y monetarios, una inflación que ronda el 120% interanual, pobreza en aumento y una multimillonaria deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Y, más allá de quién venza en las presidenciales y llegue a la Casa Rosada el 10 de diciembre, existen enormes dudas sobre cómo y a qué ritmo el nuevo jefe de Estado pondrá en marcha las medidas económicas que se proponga ejecutar.
Shock o gradualismo
Bullrich lo tiene claro: una economía en estado casi terminal necesita cirugía mayor y sin demoras. Propone ir a una economía “bimonetaria”, eliminando de manera “inmediata” las restricciones para la compra de dólares y que han dado pie a que coexistan una veintena de tipos de cambio en Argentina.
Para ello, promete aplicar una “ingeniería jurídica” que evite que “explote” la economía por la súbita unificación cambiaria, algo que podría desencadenar una violenta devaluación de la moneda argentina y un salto inflacionario catastrófico.
Bullrich pretende, además, buscar nuevos créditos internacionales, impulsar reformas laborales e impositivas y una ley de protección a las inversiones, medidas que, a su juicio, permitirán un rápido crecimiento en un país cuyo PIB se contraerá este año 3%, según las últimas proyecciones privadas.
Milei va más allá: unificación cambiaria, sí, pero mediante el cierre del Banco Central y una dolarización de la economía que podría llevar entre 9 y 24 meses hasta la circulación cotidiana del dólar en la calle.
Un “cambio de 180 grados”, como lo define Milei, quien propone además achicar el Estado, eliminar subsidios y bajar impuestos y gastos en obra pública.
Por el contrario, Massa sostiene que no se puede levantar el “cepo” cambiario súbitamente. En ese caso, la pobreza se dispararía al 60%, advierte. Para poner fin a las restricciones, dice, Argentina debe lograr primero un “flujo normal” de comercio y divisas.
Apuesta a un mejor perfil exportador desde 2024 que permita recomponer las reservas monetarias y lograr el equilibrio fiscal, pero sin relegar el rol del Estado como ordenador del desarrollo y garante de la inclusión social.
Mientras los 3 candidatos se zambullen en un duro debate, Argentina, sin reservas monetarias, vive la zozobra de una economía paralizada y sin oxígeno, tormentas cambiarias permanentes y grandes sectores sociales agobiados por el peso de la inflación.
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