Por Marcel Gascón
Ucrania recuperó a finales de julio el suministro ininterrumpido de electricidad tras muchas semanas de largos apagones programados provocados por los ataques masivos rusos contra su sistema enérgico, pero esta semana la luz vuelve a irse durante buena parte del día después de que Rusia lanzara el lunes (26) otro gran bombardeo contra centrales y subestaciones eléctricas.
Como consecuencia de esta situación a la que los ucranianos ya se habían acostumbrado en la primera parte del verano (hasta que el final del período de mantenimiento de las centrales nucleares permitió recuperar el suministro constante), los generadores han vuelto a llenar de ruido las calles de Kiev y de otras ciudades ucranianas.
Bares, restaurantes, cafés, farmacias y comercios de todo tipo han vuelto a sacar a las aceras estos aparatos que generan electricidad mediante la combustión de gasolina para poder seguir teniendo luz, hacer funcionar sus frigoríficos y demás electrodomésticos y equipos especializados y ofrecer servicio a sus clientes.
Más allá de las complicaciones logísticas que supone instalar los generadores, tener que recurrir a esta forma de producción privada de electricidad lleva consigo también un aumento de los gastos de los dueños de negocios.
“Producir electricidad cuesta 4 o 5 veces más de esta forma”, dice a EFE el dueño de una cafetería del centro de la capital ucraniana, donde los empresarios que utilizan generadores despliegan una gama de equipamiento de lo más variado según la disponibilidad en el mercado de los equipos y las necesidades de potencia de sus establecimientos.
Un revés para los esfuerzos de reparación
Además de obligar a los ucranianos que no cuentan con generadores a pasar sin electricidad una parte del día, el bombardeo masivo ruso del lunes representa un duro revés para los esfuerzos del sector energético de Ucrania por reparar el equipamiento y recuperar las centrales dañadas.
Conscientes de que la demanda de electricidad se disparará aún más con la llegada de las bajas temperaturas, el Gobierno y las empresas energéticas públicas y privadas trabajan a contrarreloj para recuperar la capacidad de generación perdida en los sucesivos ataques rusos que Rusia ha lanzado contra infraestructuras eléctricas del país desde el pasado marzo.
Debido en parte a su extensa superficie, las centrales eléctricas y las subestaciones son un objetivo relativamente fácil de alcanzar para los drones y misiles rusos y muy difícil de defender para el Ejército ucraniano.
“Con que se dañe uno solo de los mecanismos de la central, el proceso entero de generación o distribución puede verse afectado, porque se trata de infraestructuras muy complejas y difíciles de reparar”, dice a EFE el trabajador de una de las centrales térmicas atacadas repetidamente por Rusia este año.
El Ejército ruso se ha marcado como prioridad dejar a Ucrania sin la energía eléctrica que necesita para garantizar la vida normal de su población, el funcionamiento de la economía y también de su industria militar y de defensa, y ha recurrido para ello a todo tipo de métodos.
Según reveló el primer ministro ucraniano, Denís Shmigal, Rusia utilizó en su ataque del lunes misiles cargados con munición de racimo contra subestaciones eléctricas ucranianas. Es la primera vez que Rusia usa ese tipo de municiones que contienen multitud de explosivos pequeños para ampliar el radio de destrucción en los ataques.
Como explicó Shmigal, Ucrania trata de mantener a salvo el equipamiento cubriéndolo con estructuras de cemento o de hierro, para evitar daños por la caída de fragmentos de drones o misiles interceptados o por proyectiles que alcancen sus objetivos al no haber podido ser destruidos en el aire por las defensas antiaéreas.
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