Con gran éxito concluyeron los Juegos Paralímpicos París 2024, un evento que reunió a 4,400 atletas de todo el Mundo en varias competencias que volvieron a desafiar no solo los límites del cuerpo humano, sino también las barreras sociales, culturales y económicas. Solo por ello, ante nosotros tuvimos un espectáculo simbólico y una potente expresión, individual y colectiva, de superación personal.
Los atletas paralímpicos, al igual que cualquier otro deportista, no compiten únicamente para participar; compiten para ganar. Y han ganado, en lo individual y en lo colectivo. México, con un total de 17 medallas, demostró que cuenta con deportistas con un enorme talento y determinación. Sabemos que, en el caso de los Juegos Paralímpicos, el medallero no solo nos habla de los éxitos deportivos; es, además, un reflejo de la integración social de las personas con discapacidad en nuestro país.
Recordemos, en este contexto, que en leyes, códigos y reglamentos nacionales o locales, están consagrados los derechos de las personas con discapacidad. Aplicarlos y respetarlos escrupulosamente es una tarea pendiente y con un largo camino por recorrer.
Las personas con discapacidad, al igual que otros sectores vulnerables de nuestra sociedad, los recortes presupuestarios y el estancamiento en las políticas públicas han afectado gravemente las condiciones de vida de las personas con discapacidad. Ellas son, a menudo, las más frágiles en nuestra sociedad y dependen de una estructura de apoyo que, lamentablemente, en muchas regiones de México no existe o es insuficiente.
Por eso, tenemos que aplaudir que detrás de cada atleta paralímpico mexicano hay todo un entorno de esfuerzo, de sacrificio y de dedicación, no solo por parte del o la deportista, sino también de sus familias y cuidadores, quienes asumen grandes responsabilidades en un contexto de carencias.
Necesitamos un compromiso constante y sostenido con la inclusión y el bienestar de las personas con discapacidad, y eso implica mejorar las políticas públicas, aumentar los recursos y garantizar que sus derechos no solo existan en el papel, sino que se cumplan en la práctica.
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