En la era actual, marcada por el avance imparable de la tecnología y la globalización, el mercado laboral exige profesionales cada vez más capacitados, innovadores y competitivos. Sin embargo, en esa búsqueda constante de la excelencia técnica y el dominio del conocimiento, a menudo olvidamos un componente fundamental que define al verdadero profesional: su calidad humana.
Ser un buen profesional no se limita a poseer conocimientos y habilidades técnicas destacadas. Va mucho más allá. Un verdadero profesional se distingue por ser un excelente ser humano, una persona íntegra, empática y con una ética sólida que guía sus acciones dentro y fuera del ámbito laboral. La humanidad en el profesional se refleja en la forma en que aborda su trabajo y cómo interactúa con los demás.
Un médico puede tener un vasto conocimiento sobre las enfermedades, pero lo que marcará la diferencia en su atención es su capacidad para empatizar con el dolor del paciente y ofrecer un trato humano.
Un periodista, por ejemplo, puede dominar las técnicas de la investigación y la redacción, pero será su compromiso con la verdad, justicia y bienestar social, lo que lo consolidará como un verdadero profesional. El Mundo necesita de esas y esos profesionales, aquellos que no solo busquen el éxito personal, sino que comprendan que su labor tiene un impacto directo en la vida de los demás.
El profesional ético es consciente de su responsabilidad social y actúa en consecuencia, promoviendo el bien común. No se trata solo de lo que haces, sino de cómo lo haces y con qué propósito. La ética, solidaridad y empatía son pilares que sostienen a quienes verdaderamente aspiran a dejar una huella positiva en la sociedad.
En la Universidad de Colima (UdeC) tenemos el reto de formar a jóvenes que no solo acumulen conocimientos, sino que también desarrollen un profundo sentido de humanidad. Los conocimientos son importantes, sí, pero los valores humanos son irremplazables.