Por Gina Baldivieso
Toto, Santiago y Mosa, 3 jaguares de entre 6 y 13 años de edad sobrevivientes del tráfico de fauna silvestre, encontraron su nuevo hogar en el bioparque municipal de La Paz, al que fueron derivados tras un incidente en el centro de custodia en el oriente del país donde estuvieron hasta hace unas semanas.
La muerte de un cuidador en un centro de custodia de fauna silvestre hace 3 meses en la región oriental de Santa Cruz a manos de uno de los jaguares que había escapado de su espacio derivó en el cierre del establecimiento y la decisión del Ministerio de Medio Ambiente y Agua de enviar a los animales que estaban allí a otros lugares.
El lugar elegido para acoger al trío fue el bioparque Municipal Vesty Pakos, que tiene 3 décadas de experiencia “en el manejo, cuidado y alimentación” de felinos grandes, explicó a EFE el administrador de ese centro en La Paz, Omar Rocha.
“En algún momento el bioparque ha sido uno de los centros de custodia a nivel regional que tenía el mayor número de jaguares (…) Tenemos la experiencia de la gente que ha estado trabajando en ese entonces y que ahora continúan como guardafaunas y veterinarios en el bioparque”, resaltó.
La llegada de los animales se concretó a principios de septiembre, previa evaluación de condiciones como el personal, espacios y presupuesto para la alimentación, pues junto a los jaguares llegaron 2 pumas que también estaban en Santa Cruz, indicó.
Para recibirlos, el bioparque remodeló e hizo mejoras a su fosa de jaguares, que ya estaba habitada por Tyson, Delfor y Rosaura, otros 3 ejemplares “gerontes” de más de 20 años de edad.
Los nuevos habitantes pasaron primero por un periodo de cuarentena y ahora están en un espacio de 2 hectáreas en la fosa, donde se adaptan poco a poco a su nueva rutina.
Especie vulnerable
La vida de estos felinos no ha sido sencilla, teniendo en cuenta, además, que el jaguar (Panthera onca), el felino más grande de Suramérica, “es una especie que está altamente amenazada”, lamentó Rocha.
Este felino está en la categoría “vulnerable” en el Libro Rojo de Vertebrados de Bolivia, mientras que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo ha catalogado como una especie “casi amenazada”.
Según Rocha, la presencia de jaguares “es un indicador de la situación del ecosistema”, pues donde están estos animales “se estima que el bosque está bien cuidado, que no está alterado”, por lo que “es una especie muy importante para la conservación”.
En Bolivia, los jaguares están amenazados por la pérdida de su hábitat por la deforestación o las quemas controladas para la expansión agropecuaria, la caza furtiva y el tráfico ilegal de fauna silvestre o de partes como pieles y colmillos.
El biólogo explicó que muchas veces la gente caza a los adultos y se queda con los cachorros para criarlos en cautiverio, aunque cuando crecen “ya no saben qué hacer con estos felinos grandes”.
Animales resilientes
Siendo aún una cría, Toto fue hallado en 2012 deambulando cerca de una carretera en la región norteña de Pando y pasó sus primeros años encadenado en una universidad esa región, hasta que en 2016 lo llevaron al centro de custodia en Santa Cruz.
Rocha comentó que el animal tiene los colmillos lastimados porque, al parecer, mordía la cadena que lo tenía cautivo.
Mosa fue rescatada en la región amazónica de Beni, donde durante “varios años” vivió encerrada en una caja de madera, lo que le provocó problemas en la espalda y “tortícolis severa”.
Santiago es cría de Toto y nació en cautiverio en Santa Cruz, pese a que desde 2017 está prohibida la reproducción de animales silvestres en centros de custodia.
La nueva casa de estos animales está en el sur de La Paz, en un ecosistema de valle seco interandino con un clima más cálido que el de la sede del poder político boliviano.
Rocha destacó que los cuidados para los jaguares en el bioparque se enmarcan en el plan oficial para la conservación de estos felinos en Bolivia.
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