Con la llegada de Claudia Sheinbaum Pardo a la Presidencia de México, el país no solo vive un momento histórico al tener a su primera mujer presidenta, sino que también enfrenta un desafío crucial: fortalecer la educación superior como una herramienta fundamental para el desarrollo económico, social y cultural de la nación.
En ese contexto, el impulso a las universidades y centros de investigación se vuelve un elemento clave en la agenda del nuevo Gobierno, tanto por su capacidad para formar a los futuros profesionales como por su potencial para generar conocimiento y soluciones a los grandes problemas del país.
La educación superior es mucho más que una vía para acceder a mejores empleos. Es un motor de innovación, un espacio para el debate crítico y la creación de ideas que pueden transformar la realidad. México, como potencia emergente, requiere una fuerza laboral altamente capacitada, pero también necesita ciudadanos comprometidos con el bienestar colectivo y preparados para enfrentar los retos del siglo XXI.
El desarrollo tecnológico, la transición energética, la sostenibilidad ambiental y la lucha contra las desigualdades sociales son áreas que solo pueden abordarse con políticas educativas robustas y accesibles.
Sheinbaum Pardo, con una trayectoria académica sólida y experiencia en la gestión pública, está en una posición privilegiada para comprender la importancia de la educación en la transformación de México. Durante los primeros meses de su administración, será fundamental observar cómo prioriza nuestro sector, particularmente en términos de financiamiento, acceso equitativo y calidad.
Las universidades públicas, que históricamente han sido baluartes del pensamiento crítico y el desarrollo científico, requieren mayor apoyo presupuestal para seguir siendo competitivas a nivel global. El impulso a la ciencia y la tecnología no debe limitarse; necesita materializarse en políticas públicas que promuevan la investigación y el desarrollo.
En un país con grandes desigualdades, la educación superior también es una herramienta para cerrar brechas. Sin embargo, para que eso ocurra, el acceso debe ser verdaderamente inclusivo, con apoyos suficientes para los estudiantes de bajos recursos y con una infraestructura educativa que esté a la altura de los tiempos. Además, es esencial que las universidades sean espacios libres de violencia de género y cualquier otra forma de discriminación, algo en lo que el nuevo Gobierno tiene la responsabilidad de avanzar con firmeza.
El sexenio de Claudia Sheinbaum tiene la oportunidad de sentar las bases de un México más justo y competitivo. Y en ese esfuerzo, la educación superior es, sin duda, el camino más seguro hacia un futuro de prosperidad compartida.
La historia nos ha demostrado que los países que invierten en educación, investigación y desarrollo son aquellos que logran un crecimiento sostenido y una mayor cohesión social. Es tiempo de que México apueste por su juventud, por su talento y por sus universidades. El desarrollo del país depende, en gran medida, de ello.