Héroes
Por Jorge Vega
Las pequeñas esculturas color bronce trepadas en su pedestal, por el bulevar Camino Real, son como nuestros sueños de adolescencia y juventud. Escondidas entre el follaje, bajo las sombras, sin una placa que nos recuerde quiénes fueron, año con año se pierden más en el olvido.
Sólo Ignacio Ramírez, el Nigromante, conserva su placa. Escritor, político, ideólogo y periodista, fue un hombre liberal, de escritura mordaz, de ideas radicales, que ya no le dice nada a las generaciones posteriores a los Hombres G o a los más jóvenes, fascinados con los corridos tumbados, la música coreana y el narco.
En la adolescencia, como los personajes ilustres o los héroes nacionales que algún político quiso inmortalizar en el bulevar Camino Real, muchos soñamos con un México mejor, sin la grisura, sin la corrupción, sin la miseria que perpetuó el PRI. Pensamos incluso que podíamos ser distintos, puros, pero la vida y la edad adulta nos han vuelto otros. Ahora, para los más jóvenes somos El Sistema, el enemigo a vencer. Y aún no entendemos nada.
En la mayoría de los casos, la supervivencia no es compatible con los sueños que una vez tuvimos. He visto cómo los jóvenes más radicales terminan de funcionarios grises, vendiendo su alma por un puesto en el gobierno. Otros, cuando llegan a tener dinero, mucho dinero, enloquecen y construyen castillos medievales o se hacen dueños de terrenos y de rutas completas de autobuses urbanos.
Por eso, como a nuestros héroes de la Camino real, es mejor dejar nuestros sueños de entonces en la oscuridad, que el tiempo los vaya desgastando, borrando, para que no nos recuerden, con su dedo flamígero, el camino con corazón que dejamos de seguir.
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