En la actualidad, la salud mental ha cobrado una relevancia sin precedentes, y en el contexto universitario, eso no es la excepción. Las y los jóvenes enfrentan una etapa de su vida en la que las presiones académicas, personales y sociales se entrelazan de manera vertiginosa. La carga de trabajo, las expectativas de futuro, la incertidumbre laboral y los retos propios de la vida adulta generan un ambiente que, si no se aborda de manera adecuada, puede afectar gravemente el bienestar emocional.
La Universidad de Colima (UdeC), como institución formadora, ha asumido el reto, nada fácil, no solo de preparar a sus estudiantes en el ámbito académico, sino también de promover un entorno que favorezca su salud mental. Eso implica fomentar el diálogo abierto sobre la importancia de reconocer y atender las señales de agotamiento, estrés o ansiedad, y brindar recursos accesibles para quienes necesiten apoyo psicológico.
Recordemos que el estigma que todavía rodea los trastornos mentales debe ser erradicado. Aún existen prejuicios que impiden a muchas personas buscar ayuda, por miedo a ser juzgadas o vistas como débiles. Es vital que como sociedad universitaria rompamos esos tabúes y comprendamos que la salud mental es tan importante como la física, y que cuidarla es una responsabilidad compartida.
Las universidades o instituciones de educación superior, además de ser espacios de aprendizaje, deben convertirse en comunidades de apoyo donde el bienestar integral de cada estudiante sea una prioridad. Eso se puede lograr a través de campañas de concienciación, la implementación de programas de orientación y apoyo emocional, y la creación de espacios seguros para hablar de las problemáticas que afectan a la juventud actual.
Establezcamos que las y los jóvenes universitarios están en una etapa de crecimiento y formación, pero también de autodescubrimiento, lo que puede resultar abrumador.
Es crucial que la comunidad universitaria -alumnos, profesores y autoridades- trabajemos en unidad para reconocer la importancia de la salud mental y generar los espacios necesarios para su cuidado. Solo de esta forma, nuestras universidades podrán seguir siendo semilleros de futuro, donde el conocimiento académico se complemente con el bienestar emocional. Cuidemos la salud mental de nuestros jóvenes, porque en ellas y ellos descansa el futuro de nuestra sociedad.