Agave y Tequila… ¿maridaje en crisis?
Por Alejandro Bernal Astorga
El agave tequilana weber azul es el principal insumo para la elaboración de tequila y es un cultivo de ciclo largo porque para que una “piña de agave” reúna la concentración de azúcares que la haga rentable para su procesamiento, se requieren de seis a ocho años.
Esto implica que de forma cíclica se presenten desequilibrios entre la oferta y la demanda de agave, ya que cuando su precio aumenta, se incrementa el número de plantaciones, mismas que al ser cosechadas al cabo de 7 años en promedio, generan una sobreoferta y una caída en el precio que va a desincentivar su producción.
Por lo tanto, la lógica correcta sería inversa a la que hoy se sigue: se debería producir agave cuando su precio está bajo y dejar de producirlo cuando su precio se incrementa.
Para protegerse de estas variaciones los productores de agave recurren a la agricultura por contrato asegurando un precio y volumen de entrega a futuro y los industriales del tequila incursionan en la producción cuando el precio del agave estaría alto o recurren al abastecimiento externo cuando está bajo.
En lo que respecta a la demanda, de acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Tequilera (CNIT), el consumo mundial de tequila aumentó con la pandemia de Covid-19, provocando un incremento en la demanda de agave tequilana weber azul y la alza en su precio; por ello, la industria pasó de consumir 62 millones de plantas en 2020 a 104 millones en 2022.
Esto incentivó que además de los productores tradicionales, numerosos inversionistas no necesariamente familiarizados con la dinámica de esta línea de negocios realizaran una plantación “indiscriminada” de agave, causando una sobreproducción que desplomó su valor actual.
En Jalisco, desde octubre ha habido protestas de productores que comenzaron a resentir el desplome del precio del agave por el exceso de producto, que pasó de un promedio de 28 pesos por kilo entre 2019-2022, a 4 pesos en 2024.
En este contexto la CNIT destaca que de los 42,236 productores de los que hoy tiene registro, menos de siete mil han estado ahí por años o generaciones y que, de 2018 a 2023 se quintuplicó el número de productores; consecuentemente también, en 2023 el inventario de plantas de agave fue de 295 millones, cuando el consumo real fue de solo 94 millones.
A esto habría que agregar la producción en proceso y el inventario de tequila producido, por lo que en las bodegas de la industria habría 500 millones de litros sin envasar, es decir, la producción de todo un año.
La CNIT también señala que el 80% de la exportación de tequila se destina a los Estados Unidos de América y que en 2022 el consumo en este mercado se incrementó en un 17%, solo un 4% en 2023 y desafortunadamente en 2024 el crecimiento fue nulo. El segundo mercado en importancia es España, pero solo cubre el 2% del mercado de exportación y el resto se dispersa en otros países.
La diversificación del mercado de exportación es necesaria y en este sentido la reducción de aranceles ad- valorem que alcanzan hasta el 150%, es el reto para acceder con precios competitivos a mercados significativos en volumen de demanda como la India y China.
Sin duda se requiere una mayor planificación de la producción con visión de mercado entre los productores de agave y los industriales del tequila, para que los desequilibrios cíclicos entre oferta y demanda no sean un proceso de eliminación natural o se presten a la especulación que afecten los intereses de las partes.
Después de todo la sostenibilidad de la actividad depende de que el negocio sea negocio para todos.
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