La educación superior representa, sin lugar a dudas, uno de los caminos más trascendentales para construir un proyecto de vida que trascienda lo individual y genere impacto colectivo. Ello cobra relevancia porque vivimos un contexto global donde los cambios tecnológicos, sociales y ambientales exigen preparación, innovación y compromiso.
Así, las universidades se han consolidado como espacios donde se forjan no solo profesionistas competentes, sino ciudadanas y ciudadanos críticos, conscientes y capaces de transformar su entorno.
Elegir la educación superior como un plan de vida no se reduce únicamente a la obtención de un título. Es una apuesta por adquirir herramientas que permitan enfrentar los retos de un Mundo muy demandante en todos los sentidos. Es también la oportunidad de explorar intereses, desarrollar habilidades, cuestionar paradigmas y proponer soluciones a las problemáticas que aquejan a nuestras comunidades.
En la Universidad de Colima (UdeC), como en tantas instituciones públicas y privadas del país, vemos a diario cómo los estudiantes trazan sus propios caminos, enfrentando desafíos económicos, sociales y personales. Sin embargo, su esfuerzo no solo beneficia a quienes logran culminar su formación, sino que se extiende a sus familias, comunidades y al tejido social en general. Cada egresada y egresado que pisa un escenario laboral o académico lleva consigo un potencial transformador que debe reconocerse y apoyarse.
Sabemos que la educación superior debe responder a las demandas de un Mundo interconectado y en crisis. Eso implica una formación interdisciplinaria, orientada no solo a satisfacer las necesidades del mercado laboral, sino también a promover valores como la sostenibilidad, la ética y la justicia social.
Por eso afirmamos que las universidades son laboratorios de ideas y acción que impulsan proyectos con impacto real en la comunidad. Son, de esa manera, un gran plan de vida.