Balas
Por Jorge Vega
A raíz de las balas perdidas que aparecieron de pronto en la cabalgata del pasado viernes, algunas personas en redes sociales preguntaron qué estamos haciendo mal como sociedad para vivir estos horrores. Si de verdad queremos responder esta pregunta, hay que dejar de sentirnos víctimas y abrazar nuestras sombras.
En la vida personal, cuando nos llega uno de esos golpes a los que hacía referencia el poeta César Vallejo, golpes como la ira de dios, es porque hay algo en nuestra forma de ser, de entender y ser en el mundo, que es necesario modificar.
Para completar esta idea, en su libro Habla el silencio, Eckhart Tolle dice que el sufrimiento es útil porque abre el caparazón del ego, pero una vez roto el caparazón, una vez en contacto con nosotros mismos, con el mundo, el sufrimiento deja de tener utilidad. Tal vez nuestro ego como sociedad es muy duro y necesitamos más golpes.
Como sociedad, tal vez en Colima nos hemos vuelto codiciosos, sanguinarios. Igual que en países como Estados Unidos, hemos olvidado el valor de la vida humana, de la vida en general. Ahora, un sicario de 15, 16 años, es capaz de matar por mil quinientos, por dos mil pesos, que casi nunca cobra porque quienes lo contratan suelen asesinarlo después para que nada los vincule a ellos, o ellas.
Queremos más dinero, poder, mucho poder, más autos, casas, terrenos; que alguien más resuelva nuestros problemas y que nos dejen en la comodidad tibia de nuestros gustos personales. Sin embargo, ya es necesario abrir los ojos, emprender uno de esos caminos con corazón, con vida, aunque afuera haga frío o esté lloviendo. Abrir desde adentro el caparazón de nuestro ego. Porque algo mejor debe salir de todas estas masacres.
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