En la Universidad de Colima (UdeC) consideramos que la educación es el pilar fundamental para construir una sociedad más equitativa. Por ello, programas como nuestra beca alimenticia “Cara Amiga” nos recuerdan que el acceso a la formación académica trasciende los libros y las aulas. Alimentar la mente comienza también por alimentar el cuerpo, y garantizar esa necesidad básica a las y los estudiantes es una muestra concreta de solidaridad y compromiso con el desarrollo humano.
La entrega de 214 becas “Cara Amiga” en su vigésima cuarta edición no solo representa un apoyo material para quienes enfrentan retos económicos; también es un gesto que fortalece el tejido social de nuestra comunidad universitaria. Detrás de cada desayuno y comida ofrecidos se encuentra un esfuerzo colectivo que incluye a concesionarios de cafeterías, universitarios y universitarias, y una visión institucional clara: el bienestar estudiantil como prioridad.
Nuestro Rector, Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño, ha señalado con acierto que esas becas son una inversión, no un gasto. Una inversión que tiene como retribución graduados formados no solo en conocimientos, sino también en valores como la gratitud, la responsabilidad y el compromiso con su entorno. Ese modelo de colaboración, en el que concesionarios aportan recursos y los estudiantes se comprometen a aprovecharlos al máximo, es un ejemplo de cómo las alianzas locales pueden generar un impacto duradero.
Sin embargo, más allá de los números -13,910 platillos servidos este semestre con una inversión de más de un millón de pesos-, lo relevante es el mensaje que ese programa envía a las y los beneficiarios: “No están solos”. La tranquilidad que brinda saber que su alimentación está asegurada permite a los estudiantes concentrarse en su formación, aliviando una carga significativa en sus familias.
Como bien expresó Camilo Alejandro García Morales, director general de Servicios Universitarios, esa beca no es solo un recurso, sino un acto de confianza en el potencial de cada joven. Al recibirla, las y los estudiantes adquieren también una responsabilidad: valorar el esfuerzo detrás de ella y convertirlo en un motor para alcanzar sus metas.
El testimonio de Rocío de Jesús Beltrán Almendra, estudiante beneficiada, refuerza la dimensión humana de este programa. Su agradecimiento no solo refleja el impacto personal de la beca, sino que también nos recuerda que detrás de cada apoyo hay una comunidad que cree en el futuro de sus jóvenes.
La Universidad de Colima, con ese programa, demuestra que la educación no es un privilegio, sino un derecho que debe garantizarse con sensibilidad y visión estratégica.
Recordemos: invertir en nuestros jóvenes es invertir en el futuro de Colima, México y el Mundo.