Sáb. Abr 5th, 2025

Más allá del campo: el costo emocional de una mala temporada

Por Dayra Gómez Mar13,2025 #Deportes
(Foto de Dayra Gómez)

El inicio del torneo representaba una nueva oportunidad para Colima Futbol Club, el único equipo colimense en competencias mayores que buscaba dejar atrás su última posición en la tabla general del Clausura 2024.

Era un sábado 14 de septiembre de 2024, tras meses de preparación, Colima FC afrontaba la competencia con una plantilla renovada en un 30%, apostando por una combinación de juventud y experiencia para cambiar su destino en la Liga Premier de México. Sin embargo, el debut del equipo, programado apenas unos días después de haber disputado el partido amistoso “Encuentro por la Paz” ante las Chivas Rayadas del Guadalajara, no salió como lo esperaban.

El silbatazo inicial en el Estadio Colima marcó el comienzo del desafío. La escuadra colimense se enfrenta al Club Deportivo Irapuato, equipo que en el torneo anterior había finalizado entre las primeras 10 posiciones de la tabla. Llegaba desde el estado de Guanajuato con la misión de arrebatar a los locales los 3 puntos.

Con las gradas casi vacías, el conjunto local saltó al campo con la determinación de iniciar con una victoria. La historia no tardó en inclinarse a favor de la Trinca Fresera, nombre por el cual también se le conoce al Club Deportivo Irapuato. En el minuto 27, César Santana, portando el dorsal 19, encontró el espacio suficiente para sacar un potente disparo desde fuera del área. La trayectoria del esférico dejó sin opciones al arquero local y terminó en el fondo de las redes firmando el 1-0 para Irapuato.

Colima FC intentó reaccionar con algunas aproximaciones al área rival, pero la zaga fresera se mantuvo firme. Cuando la defensa se vio superada, apareció el arquero Gerardo Magaña con intervenciones clave que evitaron la caída de su arco. Conforme avanzaban los minutos, la desesperación se apoderó del equipo colimense, que, pese a sus esfuerzos, no logró perforar el muro defensivo de los visitantes. El pitazo final sentenció una amarga derrota para los colimenses, que salían cabizbajos del terreno de juego. Era muy visible el coraje interno que se apoderaba de cada uno de los jugadores por no poder lograr el resultado esperado.

Lucas Hernández (nombre ficticio porque el jugador pidió no publicar su nombre), un joven de 24 años oriundo de La Paz, Baja California, llegó al club colimense con la meta clara de seguir evolucionando para convertirse en un gran futbolista.

Cuestionado sobre las expectativas que tiene como jugador antes de comenzar una temporada, responde: “Las expectativas de cada torneo son ser campeón y hacer un buen papel en cada partido”. Con una sonrisa de oreja a oreja muestra el compromiso personal que tiene con el club, reflejando la ilusión que se le viene a la mente antes de entrar al campo de juego, con la fe de ayudar a su equipo con el propósito de obtener un título.

Pero, con un inicio de torneo muy cuesta arriba, la falta de apoyo en las tribunas y la presión de revertir el mal arranque, Colima FC debía encontrar respuestas rápidamente. La temporada apenas comenzaba, pero el peso de la derrota ya se hacía sentir en el ambiente. Era una loza para la salud mental de los atletas.

¿Qué sucede?

De acuerdo con el Estudio Fanbase 2024 de Nielsen, empresa estadounidense de medición de audiencia de medios, el futbol es el deporte más popular en México: un 56% de la población es aficionada, lo que equivale a 34.4 millones de personas.

En 2024, durante el Torneo de Apertura de la Liga Premier de México, Colima Futbol Club, o mejor conocido como Caimanes, atravesaron una de las temporadas más difíciles desde su fundación en marzo de 2020: no solo quedaron en la última posición de la tabla general, sino también obtuvieron su primera y única victoria en el último encuentro del calendario. Una verdadera olla de presión.

El aficionado al deporte de las patadas solo centra su atención a lo que sucede durante los 90 minutos en los que se disputa un encuentro. Después de que finaliza el partido, el espectador que lo vive de forma presencial, sale del estadio. Eso es todo. Quien observa el cotejo a través de un televisor, apaga el aparato o cambia de canal. De igual manera, eso es todo. Sin embargo, existen preguntas que muy pocos se plantean: ¿qué sucede con el deportista después de un encuentro ganado o perdido? ¿cómo viven la acumulación de victorias y/o derrotas? Muchas de sus respuestas solo se quedan en los vestidores.

En un mundo tan competitivo como el del futbol profesional, donde los éxitos son celebrados y los fracasos condenados, jugadores como los de Caimanes están expuestos a enfrentarse a presiones descomunales que trascienden más allá del terreno de juego.

Los estadios, los medios de comunicación y las expectativas de las y los aficionados convierten a cada partido en una prueba de carácter, habilidad, así como resistencia física y emocional. Cuando una temporada no cumple con las expectativas, esas demandas pueden transformarse en una carga insostenible para quienes portan la camiseta de un club.

Las malas temporadas no solo afectan el rendimiento colectivo de un equipo, tienen un impacto profundo en las y los jugadores como individuos. Los errores puntuales, la falta de resultados y las críticas constantes suelen generar una espiral de autoexigencia, ansiedad y, en algunos casos, depresión.

Para muchos futbolistas, el temor de decepcionar a sus compañeros, entrenadores y seguidores puede ser tan abrumador como las derrotas mismas. Además, en un entorno donde la fortaleza física y mental se consideran virtudes indispensables, hablar sobre la salud mental de un atleta sigue siendo un tema tabú, lo que agrava aún más la vulnerabilidad de las y los deportistas.

A través de 6 testimonios – Ignacio, Oscar, José, Diego, además de Lucas y Paulo, quienes decidieron mantenerse en el anonimato-, trataremos de reflejar, explicar y reconstruir la experiencia de un equipo que luchó contra la adversidad. Ellos, jugadores actuales y exjugadores del equipo colimense que estuvieron presentes en la temporada del pasado año 2024, nos comparten sus vivencias dentro y fuera del campo. Esos relatos se complementan con las palabras de su auxiliar técnico y el psicólogo que trabajó con el equipo en aquel entonces.

Este reportaje aborda un aspecto que en muchas ocasiones es ignorado, no solo en el mundo del futbol, sino del deporte en general: la necesidad de cuidar la salud mental de quienes, al final del día, son seres humanos enfrentando los mismos desafíos y emociones que cualquier profesional, pero bajo la lupa implacable de un deporte que no da tregua.

Comprender y atender esos problemas no es solo una cuestión de justicia para las y los jugadores, sino también una oportunidad para promover un cambio positivo en la forma en que se entiende el éxito y el fracaso en el futbol.

Cuando los resultados pesan

Conforme avanzaba el torneo 2024, la situación para la escuadra colimense se volvía cada vez más complicada. No solo era la falta de resultados lo que pesaba, sino también la carga mental que cada miembro del equipo debía soportar.

La presión de ver cómo las jornadas pasaban sin sumar puntos comenzaba a desgastar la confianza del plantel, una batalla silenciosa que trascendía lo meramente futbolístico.

En una entrevista, Juan Francisco Cordero Orozco, auxiliar técnico del equipo desde noviembre de 2022, detalló para El Comentario la búsqueda constante de alternativas para revertir esa crisis: se realizaron ajustes tácticos, se probaron rotaciones en la alineación y se exploraron diferentes estrategias, pero los cambios no parecían surtir el efecto esperado. La sensación de estancamiento comenzaba a calar hondo.

“Llega la primera jornada. Creo que hicimos un buen partido, pero el resultado no se nos dio. Entonces, ahí todavía como que el ánimo, la autoestima todavía estaba arriba. Llega la segunda jornada y pasa lo mismo, la tercera… creo que ahí es donde empezamos a bajar esa confianza en nosotros mismos de revertir la situación; creo que después de ahí dudamos hasta de nuestro potencial, de que podíamos hacer las cosas, de que podíamos darle la vuelta, nos olvidamos de lo que sabíamos hacer y estábamos más preocupados por lo que iban a hacer los rivales”, reconoció Óscar Sandoval, actual defensa central del equipo. Sus lastimosas palabras reflejan el golpe anímico que acompañaba cada derrota.

El 12 de octubre de 2024, en la sexta jornada, Colima FC vivió uno de los partidos más difíciles del torneo, un duelo que representó en 90 minutos el desgaste emocional que el equipo arrastraba. El marcador los condenaba nuevamente al descanso con un 0-1 en contra. Un destello de esperanza apareció en la recta final del encuentro. Sergio García, con una espectacular chilena, firmó el empate a 15 minutos del silbatazo final, desatando la euforia en el banquillo y en las gradas. Parecía que, al fin, Colima sumaría su primer punto en la competencia. Pero, en los últimos suspiros del partido, una falta en el área terminó con el árbitro señalando el punto penal. Leonardo Herleinn no falló desde los 11 pasos y con su cobro certero sentenció la victoria para el rival.

El golpe anímico fue brutal. Más allá de la estadística, lo que más dolía era la manera en la que se escapaban los puntos: siempre al borde de la meta, siempre con la sensación de haber estado tan cerca. En la tribuna, los aficionados que minutos antes celebraban el empate cayeron en el desconsuelo y la resignación. El pesado silencio se apoderó del Estadio Colima.

El rostro de cada jugador, del cuerpo técnico y del personal del club reflejaba más que una derrota: era la frustración de un esfuerzo que, una vez más, no había sido suficiente. Miradas perdidas, gestos de incredulidad y el eco de lo que pudo ser.

En los vestidores el ambiente no cambiaba, Óscar Sandoval relató aquello que tras el silbatazo final muchas veces se ignora: “La verdad fue como un balde de agua fría en la cabeza. Y ya llegamos al vestidor y pues creo que para mí fue bueno porque todos sacamos lo que sentíamos. Lo que uno quería expresar, a la mejor era lo que faltaba o lo que se tenía que hacer desde un principio. Fue una reacción ya muy tarde el querer desahogarse, pero creo que fue bastante bueno porque todos fuimos sinceros con nosotros, nos regañamos, nos llamamos la atención, nos motivamos, los errores que cada uno cometió, se dijeron en ese momento”.

En torno a la lucha interna que vivían partido tras partido, Lucas Hernández mencionó: “Hubo varios partidos donde en el último minuto nos sacaban el resultado y pues uno sentía impotencia, coraje, porque dábamos un buen partido, pero al final no nos alcanzaba. Entonces sabíamos que teníamos que dar un extra sí o sí para poder sobreponernos ante esas adversidades”.

La presión se hacía cada vez más palpable. La tensión en el vestidor era inevitable y el equipo sentía el peso de los resultados. “Claro que se siente la presión, se siente uno hasta tenso de que las cosas no se te den, pero hay que aprender a sobreponerse. Si te caes 15 veces, pues hay que levantarse, no queda de otra y seguir para adelante”, concluyó.

El impacto emocional no solo afectaba dentro del campo, sino que comenzaba a trasladarse a la vida cotidiana de los jugadores. La frustración por los malos resultados se convertía en un peso difícil de dejar atrás al salir del estadio. Cada derrota era un recordatorio de lo que no se había logrado, y la sensación de impotencia los acompañaba incluso fuera de los entrenamientos.

“Como venimos hablando de perder y llevar toda esta mala racha, obviamente te va afectando y como jugador lo tienes que asimilar porque, o sea, son los hechos, no hay nada que esconder”, mencionó en una entrevista el jugador Ignacio Sangalli.

El desgaste mental era evidente. “Mentalmente pues sí te bajoneas, andas de mal humor, no quieres saber de nada. Yo creo que es saber sobreponerse a esas cosas. De repente no le quieres hablar a nadie, nomás estás pensando en qué hiciste bien, en qué hiciste mal para poder mejorar, pero le tienes que dar vuelta a la página rápido porque el fin de semana ya es otro reto, es otra oportunidad y tienes que enfrentarlo con la mejor disposición”, compartió Lucas Hernández, reflejando en su voz la lucha interna que libra él y sus compañeros por mantenerse enfocados y no permitir que la racha negativa definiera su desempeño.

Rituales, resiliencia y críticas

El futbol es una batalla constante, no solo contra el rival, sino también contra uno mismo. Para los jugadores de Colima FC, enfrentar una racha negativa no solo significaba perder partidos, es también cargar con la presión de la afición, con el peso de la autocrítica y el desafío de mantenerse mentalmente fuertes. En un entorno donde los resultados no llegaban y la frustración se acumulaba, cada uno encontró su propia manera de lidiar con la presión y sobreponerse a los golpes emocionales.

“Era difícil estar lidiando con esa presión de estar perdiendo constantemente y caer en una rutina de siempre hacer lo mismo, siempre perder y siempre vernos las caras. Llegó a ser frustrante en un punto, pero yo creo que el profe nos daba las herramientas para tener ese cambio de ánimo constante para poder revertir las cosas”, confesó Diego Rodríguez en una entrevista, resaltando la importancia del cuerpo técnico en el cuidado de la estabilidad emocional del plantel.

Lo cierto es que la carga no solo se quedaba en la cancha. Para algunos jugadores, la presión trascendía al vestidor y se colaba en sus pensamientos fuera del futbol. Óscar Sandoval recordó cómo la incertidumbre y la expectativa de sus seres queridos pesaban en su estado de ánimo. “Era muy difícil, la verdad, porque como yo, que no soy de aquí de Colima, soy de Guadalajara, yo mismo decía: ‘Chale, ¿qué dirá mi familia, mis amigos, la gente que me conoce?’. Me ponía a pensar en todas esas cosas. Ellos mismos me decían: ‘No te preocupes por nosotros, enfócate en ti’, pero inconscientemente sentías esa responsabilidad de darles una alegría, de que sepan que todo el esfuerzo está valiendo la pena”.

Para hacer frente a esos desafíos, cada jugador tenía sus propios rituales y estrategias para mantener la motivación. Algunos encontraban refugio en la música, como José Peralta. “Me gusta mucho escuchar música y la verdad eso me motiva mucho. También ver que tengo el apoyo de muchas personas, de mi familia, todo eso me impulsa a seguir adelante”.

El vínculo familiar era, para muchos, el motor que los mantenía en pie. Óscar Sandoval lo tenía claro: “Mi familia es mi mayor motivo. Todo el tiempo los estoy pensando, los estoy recordando. Al final y al inicio de cada partido, de cada entrenamiento, pienso en ellos y eso es lo que me motiva”.

Otros jugadores necesitaban sentirse conectados con su entorno para encontrar inspiración, algunos más preferían desconectarse del todo y enfocarse en disfrutar el juego. El mediocampista Ignacio Sangalli adoptó una filosofía diferente para sobrellevar la presión. “Yo, en lo personal, trato de no sobrepensar antes de los partidos. Hay jugadores que piensan: ‘Tengo que hacer esto, tengo que hacer aquello, tengo que patear bien’, y por ahí sale mal pensar tanto. Yo trato de relajarme y más que todo de divertirme, intento que el partido sea como un juego entre amigos. Esa es mi clave: intentar relajarme al máximo y disfrutarlo, por más exigente que sea el partido”.

Entre la música, la familia, la relajación y la autoexigencia, cada jugador halló su propia forma de mantenerse en pie a pesar de los golpes anímicos. El futbol no es solo talento o táctica, sino también un juego mental donde la resiliencia es clave para seguir adelante, incluso cuando los resultados no acompañan.

No obstante, esa búsqueda de equilibrio también se ve afectada por un factor externo inevitable: la presión mediática. Una buena racha llama la atención, pero una campaña complicada se convierte en “carne fresca” para los “depredadores”. A propósito de los referidos partidos, en Colima, las redes sociales se inundaron de comentarios negativos, publicaciones que señalaban el “mal desempeño” del club y abundaban las críticas constantes a las actividades del equipo.

Los jugadores no fueron ajenos a ese escrutinio. “En forma de críticas, pues, bueno, no sé si esté bien o mal, pero se trata de ignorar, ¿no? Sobrellevar las cosas porque sí llega un punto donde es un poco hostigoso. Hasta incluso vas caminando por la calle y la misma gente te empieza a decir cosas. Uno como deportista no puede involucrarse en eso y normalmente lo sobrellevamos”, mencionó Paulo Salazar (nombre ficticio porque el jugador pidió no publicar su nombre), recordando las situaciones en las que se han visto envueltos como miembros del club.

Por su parte, Lucas Hernández destacó la importancia de filtrar las críticas durante la temporada: “Hubo muchos comentarios negativos hacia el equipo, los jugadores y el cuerpo técnico. No digo que esté mal, al final ellos nos exigen y nosotros tenemos que dar resultados. Pero cuando los comentarios pasan a faltar al respeto, ahí sí está mal porque, después de futbolistas, somos personas. Yo a eso no le daba importancia porque también hubo mucha gente que nos apoyó en todo el torneo, y eso nos daba ánimo para seguir peleando hasta el final”.

El argentino Ignacio Sangalli también habló sobre la estrategia del grupo para enfrentar las críticas: “Si bien perdimos cosas, de cada partido rescatamos lo bueno y no nos enfocamos en lo negativo. En el grupo tratamos de no darle importancia a esos comentarios, de ignorarlos y seguir entrenando para revertir cada situación”.

A pesar de la tormenta mediática, el equipo mantuvo la mira en el objetivo, aferrándose al respaldo de quienes nunca dejaron de creer en ellos. La presión de los medios y la afición era innegable, pero dentro del vestidor se fortalecía la unión. Para muchos jugadores, la clave era no darles poder a los comentarios negativos y, en su lugar, enfocarse en mejorar su rendimiento. La constante exposición en redes sociales y la facilidad con la que se viralizaron las críticas, hizo que algunos jugadores optaran por reducir su presencia en plataformas digitales, evitando leer comentarios y publicaciones que solo añadían peso a la carga emocional.

“Nosotros sabemos lo que vivimos día a día, lo que entrenamos y el esfuerzo que hacemos. Muchas veces la gente habla sin conocer la situación interna del equipo”, comentó José Peralta, subrayando la brecha entre la percepción externa y la realidad del vestidor. Las críticas no solo venían de aficionados, sino también de algunos medios locales que amplificaban la negatividad y ponían en duda la capacidad del plantel.

En ese momento, el equipo encontró refugio en su trabajo y en la afición que nunca dejó de apoyarlos. “Había comentarios destructivos, sí, pero también hubo mensajes de aliento que nos recordaban por qué estábamos aquí”, concluyó Óscar Sandoval. Esa dualidad entre la crítica feroz y el respaldo inquebrantable marcó la temporada del equipo.

La psicología en el deporte o la otra mitad del éxito

El futbol no solo se juega con los pies, también con la mente. La salud mental es un pilar fundamental en el alto rendimiento deportivo, al mismo nivel que la preparación física y técnica. Sin una fortaleza psicológica adecuada, los jugadores pueden ver afectado su desempeño, su concentración e incluso su capacidad para afrontar los retos dentro y fuera del campo.

“La salud mental es igual de importante que la salud física. Si no estás al 100% mentalmente, es imposible desempeñarte bien en tu deporte”, señalaba Paulo Salazar, lateral del equipo colimense.

En ese sentido, la disciplina, la confianza y la gestión de emociones juegan un papel clave en la carrera de cualquier futbolista. Ignacio Sangalli enfatizó que en el alto rendimiento la mente es primordial: “Se va de la mano con lo físico y lo técnico. Para jugar y desempeñarte bien, tienes que estar suelto, como solemos decir en Argentina”. Mantenerse firme ante la presión y las críticas externas es un reto constante, por lo que contar con herramientas psicológicas adecuadas permite a los jugadores sobreponerse a las adversidades.

Conscientes de esa realidad, Colima Futbol Club apostó por el acompañamiento psicológico dentro de su estructura deportiva. “La temporada pasada nos estaba viendo un psicólogo en el ámbito deportivo y nos ayudaba a llevar esa mala racha que lamentablemente tuvimos”, expresó Paulo Salazar.

El proceso inició con una evaluación diagnóstica para detectar necesidades e identificar el conocimiento de estrategias psicológicas. Esa evaluación, llevada a cabo por Carlos Alberto Martín Mosqueda, psicólogo por la Universidad de Guadalajara, con una maestría en psicoterapia cognitivo-conductual y diplomatura internacional en psicología del alto rendimiento por la Sociedad Iberoamericana de Psicología del Deporte, arrojó lo siguiente:

“Lo que se detectó es que no tenían conocimiento, son jóvenes que no habían tenido acercamientos previos y entonces se comenzó a hacer un trabajo con estrategias como el autodiálogo positivo, la visualización, el mindfulness y el manejo de las emociones”, explicó.

Esas herramientas fueron esenciales para mejorar la estabilidad mental de los jugadores durante los encuentros deportivos. Mosqueda destacó que “los chicos tenían un nivel de activación muy alto, lo que no permitía tener el mejor rendimiento deportivo. Se hizo ahí también una intervención con eso”.

Uno de los principales retos fue el impacto de la activación emocional en el desempeño del equipo. “Teníamos (sesiones) por lo menos 2 veces al mes, una vez al mes, una sesión grupal psicológica y tratamos puntos como la autoestima y todos esos aspectos, y sí nos ayudaba a tener una mejoría emocional”, comentó Diego Rodríguez, exportero del equipo colimense y actual miembro del Club Atlético San Juan de Aragón.

Esas sesiones permitieron a los jugadores desarrollar estrategias para mantener la calma y la concentración en momentos de presión. Además, se trabajó en el fortalecimiento del liderazgo dentro del equipo. “Detecté por ahí algún líder con el que intenté hacer una colaboración para que él fuera un medio de trabajo psicológico con el resto de los compañeros”, agregó Mosqueda.

El acceso a herramientas como el libro Fortalece tu mente para ganar del cual Carlos Alberto Martín Mosqueda es el autor, complementó la intervención psicológica. “Ese libro habla sobre la autoconfianza, motivación, miedo, concentración, ansiedad y estrés, porque después de futbolista uno es humano y tiene sentimientos. Entonces, el libro de una forma u otra sí nos ayudó mucho para ser fuertes mentalmente”, mencionó Lucas Hernández, jugador del Club.

De igual manera, ese material permitió que cada futbolista trabajara individualmente en aspectos clave de su desarrollo mental, reforzando lo aprendido en las sesiones grupales.

Cuando se le preguntó sobre la importancia del trabajo psicológico en el futbol, José Peralta, quien se mantuvo en el equipo durante un año y medio antes de partir al equipo Los Cabos United, resaltó: “He estado en equipos que casi no trabajaban lo de la salud mental, y a la hora de un partido, si nos metían un gol o fallábamos una jugada clara, el equipo se iba para abajo. Entonces, yo creo que sí es de suma importancia trabajar la salud mental y promoverla también”.

Más allá de los aspectos técnicos del deporte, los jugadores enfrentaban factores externos que afectaban su desempeño. Ese contexto desfavorable hacía aún más necesaria la intervención psicológica, no solo para potenciar el rendimiento en la cancha, sino también para brindar herramientas que ayudaran a los jugadores a gestionar el estrés y la presión derivados de su entorno.

El impacto del trabajo psicológico fue notorio en la evolución del equipo. La comparación entre el Apertura 2024 y el inicio del Clausura 2025 muestra un avance significativo en el rendimiento del conjunto. Con respecto a ello, el psicólogo Carlos Mosqueda mencionó: “De la temporada anterior, que tuvieron un pésimo rendimiento, prácticamente solo empataron un juego, creo, a esta temporada, pues sí se ve una mejora importante en los niveles de concentración, en el rendimiento deportivo, en cómo manejan las emociones pues se va viendo en los resultados”.

La psicología dentro del deporte ha demostrado ser un elemento fundamental en la formación de cualquier deportista. La salud mental no es un lujo, sino una necesidad para potenciar las habilidades, el bienestar y la competitividad de los atletas. Como expresaron los propios jugadores, trabajar la mente puede ser la clave para enfrentar los desafíos dentro y fuera del campo, garantizando un desarrollo integral y sostenido a lo largo de su carrera.

Día de redención: Colima FC vs Acatlán

La última cita de la temporada llegó como todas las demás. El equipo mantenía la cabeza alta a pesar de los resultados obtenidos a lo largo del torneo. La Unidad DeportivaGustavo Díaz Ordaz”, en Arandas, Jalisco, sería testigo de una tarde donde el futbol regaló su cara más emocionante: la del resurgimiento.

“Nos propusimos cerrar bien, obviamente pues cada partido es diferente. Esa vez supimos aprovechar bien las oportunidades y pues gracias a Dios se nos dio”, mencionó Lucas Hernández recordando el momento.

El partido había arrancado con intensidad. Acatlán, necesitado de la victoria para seguir en la pelea para avanzar a la siguiente fase, inició imponiendo su ritmo desde el silbatazo inicial. Colima, por su parte, jugaba con el peso de 13 derrotas consecutivas, pero con la determinación de revertir su destino. Los primeros minutos fueron un forcejeo constante en la media cancha, con ambos equipos buscando espacios sin conceder demasiado.

El primer tiempo terminó sin goles, pero con un Colima más ordenado y con signos de una confianza renovada. La charla en el vestidor surtió efecto, porque al minuto 48 del segundo tiempo, los Caimanes encontraron la llave para abrir el marcador. Un penal señalado a su favor puso a Sergio García frente al balón. Con serenidad, ejecutó un disparo potente que venció al arquero rival. Era el 1-0. Lo mejor estaba por venir.

Apenas 3 minutos después, el capitán Sergio Bueno (hijo del entrenador Sergio Bueno) apareció para firmar el segundo gol. Una jugada tejida desde el medio campo terminó en sus pies. Con sangre fría definió ante la salida del portero, desatando el festejo en el banquillo de Colima. Sin embargo, Acatlán no tardó en responder. Al minuto 64, Guillermo García aprovechó un descuido defensivo para descontar y encender el encuentro.

Colima no cedió, no se lo podía permitir. Lejos de caer en la desesperación, el equipo colimense supo mantener la calma y al 74’ nuevamente Sergio García se hizo presente: un contragolpe letal culminó con un disparo cruzado que sacudió las redes y amplió la ventaja a 3-1.

La tensión no desapareció, pues Acatlán empujó con todo y logró acercarse en el marcador con un gol de Raúl Navarro al 88’. Los últimos minutos fueron de infarto, con Acatlán a un gol de empatar, la defensa colimense resistió con todo y aseguró la ansiada victoria.

El silbatazo final marcó el fin de una pesadilla y el comienzo de una nueva esperanza. Colima sumó sus primeros 3 puntos del torneo y, aunque el resultado no era suficiente para sacarlos del fondo de la tabla, esa victoria representaba mucho más allá del resultado. Era un respiro para los jugadores, para el técnico Sergio Bueno y para la afición que desde la distancia apoyaba hasta el final a su equipo. Un triunfo que no cambia la historia del torneo, pero que puede ser el punto de partida para un resurgimiento en 2025.

Cuando se le preguntó acerca del momento, la voz de Diego Rodríguez parecía guardar el sentimiento aún: “Nadie esperaba nada y yo creo que eso fue lo que hizo que se liberara la presión para todos y pues el sentimiento de ganar era nuevo para todos, ¿no? No sabíamos ni cómo reaccionar, no sabíamos si poner música en el vestidor, no sabíamos qué hacer”.

A la distancia y formando parte de un nuevo club, el exportero del equipo colimense complementó: “Ahora que fue Jornada 1 en el Clausura como que supieron guardar ese sentimiento de lo que es ganar y pues mira, terminaron ganando también”.

En la actual campaña, Colima Futbol Club inició con el pie derecho imponiéndose en una victoria 2-1 como locales ante el Sporting Canamy. Posteriormente alcanzaron su segunda victoria del torneo, en la Jornada 3, tras vencer 1-0 al conjunto de Lobos ULMX.

Cuando se les preguntó a los jugadores acerca de las expectativas para el torneo, considerando los aprendizajes que el Apertura 2024 les dejó, Ignacio Sangalli compartió: “Estamos enfocados en que vamos a hacer una temporada buena, queremos revertir la pasada y todos estamos apuntando a eso, cada día nos preparamos mejor”.

Por su parte, Óscar Sandoval compartió con entusiasmo: “La verdad mis expectativas son muy altas, esta vez confió mucho en todo el plantel y en el profesor. La gente que pudo venir al partido en la Jornada 1 creo que el futbol que se mostró es muy diferente al del torneo pasado. Siempre estuvimos ahí luchando, tocando, peleando, cada balón no lo dábamos por perdido y así en los entrenamientos es lo mismo, la verdad que mis expectativas son muy muy altas”.

Construyendo un futuro: salud mental como pilar del rendimiento

Hablar de salud mental en el futbol sigue siendo un tema rodeado de prejuicios. A pesar de la creciente apertura en la sociedad sobre la importancia del bienestar emocional, persiste la idea de que los jugadores deben ser inquebrantables, como robots capaces de soportar la presión sin mostrar signos de vulnerabilidad.

Esa percepción ha llevado a muchos futbolistas a enfrentar en silencio problemas como la ansiedad, la depresión y el agotamiento emocional. “Después de futbolista, uno es humano y tiene sentimientos”, mencionaba un Lucas Hernández.

Históricamente, los deportistas de élite han sido vistos como símbolos de fortaleza y resistencia. Sin embargo, varias figuras del futbol han desafiado ese estigma al compartir sus experiencias con trastornos mentales. Ejemplos emblemáticos son el exfutbolista alemán Per Mertesacker, quien reveló en 2018 que sufría de estrés extremo antes de los partidos; también el español Andrés Iniesta, quien confesó haber atravesado un episodio de depresión tras ganar el Mundial de 2010.

Los jugadores de Colima Futbol Club destacaron la importancia de fomentar campañas sobre salud mental, enfatizando que ese aspecto es fundamental para el rendimiento y el bienestar de los atletas. La presión del deporte profesional puede ser abrumadora. Lidiar con la carga emocional de una derrota puede transformar una semana en una eternidad.

“Creo que la salud mental es super importante para para un atleta, para un deportista y que un club te la brinde personalmente, que haga énfasis en lo que estás viviendo creo que está súper bien”, mencionó Lucas Hernández. Contar con espacios de diálogo y apoyo psicológico permite a los jugadores procesar sus emociones, aprender a afrontar adversidades y crear un sentido de comunidad y solidaridad dentro del equipo.

Las campañas de concientización son cruciales para derribar el estigma que rodea la salud mental en el deporte. Cuando los clubes promueven la salud mental y ofrecen recursos para el apoyo psicológico, reconocen que las y los atletas son humanos, con emociones y vulnerabilidades. Sin duda, ello fortalece la confianza de los jugadores y les permite rendir mejor en el campo.

A nivel internacional, la preocupación por la salud mental ha dado lugar a diversas iniciativas, como la campaña “Mind the Gap” lanzada por la UEFA en 2021, que busca sensibilizar sobre ese tema en el futbol europeo. La FIFA y la FIFPro también han promovido programas para ofrecer apoyo psicológico a los jugadores, normalizando la conversación sobre el bienestar emocional.

No obstante, el miedo al estigma sigue siendo un factor que impide que muchos jugadores busquen ayuda. La cultura del vestuario, que enfatiza la idea de “hay que ser fuerte” o “no mostrar debilidad”, dificulta que los futbolistas aborden sus problemas emocionales. Por ello es esencial visibilizar el tema a través de testimonios y programas de apoyo para generar un cambio de mentalidad.

Además, la presión mediática y la exposición en redes sociales han incrementado el desgaste emocional de las y los jugadores. Críticas constantes y expectativas desmesuradas crean un entorno tóxico que puede afectar gravemente su autoestima. Casos como el del inglés Jadon Sancho, actual jugador del Chelsea Football Club, quien fue objeto de ataques en redes por su rendimiento, evidencian la urgencia de un cambio cultural que proteja a los jugadores de estos efectos nocivos.

Es imprescindible que los equipos refuercen sus programas de apoyo psicológico, creando espacios seguros donde los futbolistas puedan expresar sus preocupaciones sin temor a represalias. La implementación de psicólogos deportivos dentro de los cuerpos técnicos debería ser una norma, asegurando que el bienestar mental sea una prioridad en la planificación deportiva.

El camino hacia la normalización del cuidado de la salud mental en el futbol aún es largo, pero el cambio ya ha comenzado. Con el impulso de campañas de concientización, el apoyo de las instituciones y la valentía de los jugadores que han decidido alzar la voz, es posible construir un entorno donde el bienestar emocional sea reconocido como una parte fundamental del éxito en el deporte.

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