Los trastornos del eje cerebro-intestino en niños y adolescentes
Por Carmen Alicia Sánchez Ramírez*
Los trastornos del eje cerebro-intestino (TECI), disorders of brain-gut interaction (DGBI, por sus siglas en inglés), son una combinación de síntomas gastrointestinales recurrentes que se presentan en ausencia de anormalidades anatómicas, inflamación o daño a tejidos. Los TECI asociados a dolor abdominal crónico en niños y adolescentes incluye dispepsia funcional (lo que erróneamente en ocasiones catalogan como gastritis, esofagitis), síndrome de intestino irritable (SII), migraña abdominal, y dolor abdominal funcional no especificado.
En México, la prevalencia de TECI en un estudio llevado a cabo en escuelas primarias publicado en 2017 fue de 27.3%, con predominio de estreñimiento y SII. Los TECI son un motivo frecuente de consulta pediátrica y en una proporción de los casos se asocia con alteraciones significativas en la calidad de vida de la niñez, causando ausentismo escolar, visitas médicas frecuentes, altos costos y con afectación de la calidad de vida de la familia.
Los factores que se han propuesto para explicar los TECI incluyen trastornos del movimiento del tubo digestivo, hipersensibilidad de algunos órganos del tubo digestivo, inflamación, función alterada del sistema inmune, asociadas a un procesamiento alterado de la sensación/percepción de ciertas regiones del sistema nervioso central, ambos entrelazados con la microbiota intestinal, lo que ha llevado a considerarlos como trastornos de la interacción del sistema microbiota-intestino-cerebro.
El diagnóstico lo debe realizar un especialista basado en la historia clínica, explorando adecuadamente al paciente, buscando datos de alarma (por ejemplo, pobre incremento de peso y/o talla, sangrado, entre otros) y después de una adecuada evaluación de los síntomas, estos no se pueden atribuir a alguna condición médica. Posteriormente el médico debe aplicar el instrumento Roma IV (Cuestionario para Síntomas Digestivos Pediátricos, QPGS-IV, por sus siglas en inglés) para tratar de identificar alguno de los 4 síndromes relacionados a dolor abdominal crónico en niños y adolescentes u otros TECI no relacionados con dolor abdominal. El propósito de aplicar el cuestionario y que deben contestar tanto los padres como las y los infantes en la medida de lo posible, es intentar establecer un diagnóstico específico. En algunas ocasiones, sobre todo si se identifican signos de alarma, se puede requerir realizar estudios como ultrasonido abdominal, endoscopia, entre otros.
Basado en un modelo biopsicosocial de la enfermedad, el tratamiento debe tener un enfoque holístico que considere los factores familiares, sociales y emocionales que gravitan alrededor de la sensibilidad, motilidad intestinal y microbiota del paciente, con la intención, además de mejorar o controlar el dolor, de restablecer un funcionamiento normal y armónico de su entorno. Por lo que es necesario el apoyo de un médico general, pediatra o pediatra gastroenterólogo, que de manera permanente esté frente al paciente y su familia, que mantenga una comunicación efectiva, una escucha activa y nunca dejar de validar los síntomas de los pacientes.
El tratamiento se debe centrar en identificar los factores disparadores del dolor abdominal. Las alternativas terapéuticas pueden ser el uso de fármacos junto con el tratamiento no farmacológico como el uso de fibra, probióticos, dieta libre de fructosa y baja en oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables (FODMAP).
Por otra parte, se han propuesto terapias psicológicas como la hipnoterapia, acupuntura, telemedicina y la terapia cognitivo conductual (TCC) con resultados prometedores en niños y que se basan en la conceptualización del eje intestino-cerebro. La TCC es un tipo de psicoterapia que se enfoca en los pensamientos, emociones y actitudes que se interrelacionan y el tratamiento consiste en enseñarles habilidades que les permitan cambiar emociones disfuncionales, actitudes de mala adaptación, procesos cognitivos para que identifiquen pensamientos irracionales, manejen la ansiedad y desarrollen estrategias para manejar los síntomas gastrointestinales y los factores estresantes, la cual, es una terapia que parece reportar resultados prometedores.
El pronóstico de los TECI generalmente es bueno, ya que en la mayoría de los casos los síntomas se resuelven con el tiempo; sin embargo, algunos casos pueden continuar presentando síntomas en la vida adulta. DOI: https://doi.org/10.24875/NGL.23000007
*Profesora e investigadora de la Licenciatura en Medicina y Nutrición y del posgrado en Ciencias Médicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colima
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